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Gabriela Mistral, franciscana

Viernes, 15 de Diciembre de 1995

Quien conoce el espíritu del Santo de Asís verá que Gabriela lo descubrió en toda su profundidad.

Lo recordamos con motivo de los 50 años de haber recibido el Premio Nobel de Literatura, un 12 de diciembre de 1945. Los escritores, prosistas o poetas privilegian en sus escritos a las personas y las cosas que les son queridas. Nuestra Gabriela escribió de San Francisco no un poema, sino un libro en prosa, ``Motivos de San Francisco'', editado en 1965. Esta edición no es la más perfecta porque la poetisa limó y limó el escrito y lo amplió sin que pudiera hacer las últimas correcciones el editor. Ella ponía toda la perfección posible en sus escritos.
Ya en su primer libro ``Desolación'' (1922) aparece su predilección por Francisco. Crónicas de los franciscanos del Norte, hablan que se hizo Tercera Franciscana, señal cierta de su admiración por el santo. Respondió una vez en una entrevista: ``Yo era mística. Soy ahora católica y más aún, pertenezco a la Orden Tercera de San Francisco''. El Santo de Asís la condujo a la Iglesia. En ``Desolación'' canta Gabriela: ``Yo vi a Francisco, a aquel fino, como las rosas,/ pasar por su campiña mas leve que un aliento,/ besando el lirio abierto y el pecho purulento,/ por besar al Señor que duerme entre las cosas''.

Sus escritos primeros sobre el santo fueron publicados con el nombre de ``Canto a San Francisco'' y tiene sólo 8 capítulos; allí no está el todo sobre Francisco. Pero con el nombre de ``Motivos de San Francisco'' se publicaron aquellos ocho capítulos y otros escritos nuevos, en una palabra, todo lo que se encontró de su mano y que pertenecía al Santo de Asís. Ella había pensado escribir hasta una vida sobre San Francisco.

Dice Jaime Quezada en la impecable nueva publicación que hizo la Corporación Cultural de Las Condes de los ``Motivos de San Francisco'', que estos escritos son ``los textos más notables y perfectos en la escritura en prosa de nuestra autora'' Quien conoce el espíritu del Santo de Asís verá que Gabriela lo descubrió en toda su profundidad y que sus palabras, tan delicadas y precisas, reflejan ese enorme cariño y simpatía que le tenía al pobrecillo.

Habla de él en el solemne momento de recibir el Premio de las Américas, en la Universidad Católica de Washington (1950): ``San Francisco fue un Guardián: mantenía vigilancia sobre todas las creaturas. Su lenguaje utilizó todas las palabras que hablan de amor, atención, de vigilante preocupación, de ayuda a todo lo que es humano. Tocaba la carroña sin repulsión, consideraba su igual al de elevada alcurnia y al vulgar''...

Ella había leído una y otra vez las Florecillas de San Francisco, ese libro con sabor a Evangelio que habla de las humildades del Santo y de sus primeros compañeros.

El Seráfico Francisco le salía espontáneamente, como le brotaban sin esfuerzo sus hermosos queridos versos. Con ocasión de la muerte del P.

Alberto Hurtado, escribe desde Argentina este recado: ``Era el Padre Hurtado una especie de franciscano natural. Yo no sé si él rondó en torno de la llama dulce del franciscanismo... Del Santo de Asís tenía también el hablar con gracia, la expresión a la vez donosa y llana''.

Gabriela frecuentó la histórica Asís y recorrió, peregrina soñadora de otros tiempos, las huellas del Poverello. El Santo poeta Hermano del lobo y del agua tiene sus mejores amigos entre los hombres de arte y es que el santo fue también poeta toda su vida y cantó a todas las maravillas de la creación, cantó al sol y a la luna y a la casta hermana agua. El celuloide de Zefirelli, ``Hermano sol, Hermana luna'', nos muestra toda esta hermosura del Santo de Asís. Es que la belleza es la verdad de Dios y Francisco vivía esa verdad. Francisco es el santo de las devociones de Gabriela. Alguien decía que ella era más franciscana que cristiana. A veces sucede esto, pero el santo era sólo un puente para llegar a Cristo. A nadie extraña, pues, que haya sido su voluntad ser amortajada con el bendito hábito de su Padre Francisco y nadie extraña asimismo que haya dejado bajo custodia de los Franciscanos la medalla de oro y el Diploma de su Premio Nobel de Literatura.

Dice en su Testamento: ``La medalla de oro y el pergamino que me fueron otorgados por la Academia Nobel, se los lego al pueblo de Chile, bajo la custodia de la Orden de San Francisco''. Y dejó dispuesto en el mismo Testamento que los Franciscanos dispensaran entre los niños pobres de su tierra, lo que provenga de las ganancias de sus obras.

En su libro ``Motivos de San Francisco'', hablando de la muerte del santo, dice magistralmente Gabriela: ``También sentiste la muerte como una suavidad... Ninguna cosa desprendida de las manos de Dios sobre nuestras cabezas nos traiciona en este mundo, Francisco''. Y, así, con suavidad, llegó también la hermana muerte para ella, un 10 de enero de 1957.

Fray Ramón Angel Jara H.

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