Solomon Northup nació como un mulato libre en el estado de Nueva York durante la primera mitad del siglo XIX. Tuvo educación, se convirtió en músico y carpintero, y formó una familia junto a su esposa, con quien tuvo dos hijos. Pero tras una noche de copas lejos de casa, y en estado de inconsciencia, fue secuestrado por unos hombres que lo vendieron como esclavo. Es en ese entonces cuando inicia su malograda travesía.

El actor británico Chiwetel Ejiofor es el encargado de dar vida a Solomon, quien en este proceso de pérdida de su identidad es rebautizado arbitrariamente con el nombre de Platt. Tras llegar a Nueva Orleans, es vendido a William Ford (Benedict Cumberbatch), un terrateniente que se da cuenta que tiene una educación poco común en un esclavo, y le entrega su protección. No obstante, conflictos con un capataz harán que sea trasladado a la hacienda de Edwin Epps (Michael Fassbender) un tipo cruel y exigente, que tiene debilidad por una esclava atractiva y trabajadora, Patsey (Lupita Nyong'o).

La película muestra los abusos a los que se vio sometido Solomon desde la mirada cruda del director Steve McQueen (Shame). Sin aludir a temporalidad ni a sentimentalismos, el cineasta denuncia las violaciones, golpizas y excesos en contra de los esclavos que, como el protagonista, debían callar la humillación a la que eran sometidos cada día.

El tercer largometraje de McQueen es uno de los favoritos de La Academia, con nueve nominaciones. Sus precedentes en los Globo de Oro y en los reconocimientos de los sindicatos de actores y directores la posicionan como una de las cintas con altas probabilidades de alzar el galardón.