Miércoles 17 de junio de 2015
¿Cómo se formó la Vía Láctea, nuestro hogar en el universo? ¿Habrán sus estrellas sido formadas durante el colapso monolítico de una descomunal nube cósmica de gas? ¿O se habrá originado más bien a partir de un gran número de nubes más chicas, que formaron sus propias estrellas y luego han logrado aglutinarse en el espacio?
Aunque la primera de esas hipótesis se propuso antes, a mediados de los años 70 la visión de una formación jerárquica –es decir, a partir de la incorporación de objetos más chicos– empezó a ganar fuerza. Según ésta, galaxias gigantes como la Vía Láctea deberían poseer alrededor suyo –en una gigantesca componente esferoidal llamada halo– evidencia fósil de algunos de esos fragmentos protogalácticos o previos a su formación. Estos habrían servido, con el correr del tiempo, de ladrillos cósmicos utilizados en la construcción de nuestra galaxia, a través de colisiones y fusiones sucesivas entre ellos, formando así una "galaxia maestra" cada vez más grande.
La creciente evidencia empírica de galaxias en proceso de colisión ha brindado apoyo a la posibilidad de que, efectivamente, las galaxias interactúan entre sí, sufren colisiones y eventualmente pueden lograr fusionarse. De hecho, se espera que eso pase, en unos pocos miles de millones de años más, entre la Vía Láctea y su gigante vecina más cercana, Andrómeda –generando así una galaxia aún más grande, a la que se ha dado el apodo Lactómeda.
Según las teorías cosmológicas, efectivamente es la fusión jerárquica, partiendo desde un gran número de galaxias enanas, la que daría origen a las galaxias gigantes. Así, la cosmología predice la existencia de remanentes fósiles de esas pequeñas galaxias, algunos de los cuales aún podrían detectarse en el halo de la Vía Láctea.
Aunque la existencia de esas galaxias enanas en órbita alrededor de la Vía Láctea es conocida desde hace mucho tiempo –las Nubes Grande y Pequeña de Magallanes son sólo las más grandes y famosas–, la cosmología predice una cantidad muy superior al número que hemos logrado catalogar en nuestro vecindario.
En los últimos años, varios proyectos de mapeo sistemático del cielo han buscado esos "fantasmas cósmicos" en el halo de nuestra galaxia. Ellos han detectado una importante cantidad de estructuras fósiles en su entorno inmediato, reflejadas en el descubrimiento de galaxias satélites sumamente débiles, así como también de rastros trazados por remanentes de galaxias enanas en proceso de disolución e incorporación a la Vía Láctea. Sin embargo, el número total aún se aleja de lo esperado en los modelos.
Una limitante importante en esto es que mientras el cielo del hemisferio norte ha sido muy bien mapeado, no ocurre lo mismo en el sur. Pero eso no seguirá así por mucho tiempo. Nuestro equipo, en el Instituto de Astrofísica de la UC y el MAS, es uno de los que están desempeñando el rol de "cazafantasmas cósmicos", realizando búsquedas por estas estructuras en el cielo austral. Los primeros resultados de nuestro trabajo, que incluyen 27 candidatos, fueron recientemente publicados en la revista Monthly Notices of the Royal Astronomical Society. Seguimos investigando esos objetos y, en el futuro cercano, esperamos estar en condiciones de establecer su real –y posiblemente fantasmagórica– naturaleza.