Parque nacional Las Palmas de Cocalán

La maravillosa vida eterna de la palma chilena que conoció a Dios

El primer Presidente de Chile fue su dueño. Sobrevivió a un incendio y terminó siendo reemplazada por una más fuerte que ella. A continuación, la historia de La Capitana, la principal atracción del Parque Nacional Las Palmas de Cocalán.

por José Pablo Harz
LUNES 12 DE ENERO DE 2015
Así es el Parque Nacional Las Palmas de Cocalán

LAS CABRAS.- Nací algunos años después de la muerte de Jesucristo. Estuve doce meses bajo tierra hasta que vi la luz y conocí el lugar donde viviría el resto de mi vida. En ese tiempo no tenía nombre y me enteraba por mis vecinas que la primera de nuestra especie apareció en ese mismo lugar 65 millones de años atrás. Mirar hacia arriba era encontrarse con hermanas de veinte a treinta metros de altura. Ellas me contaban que en ese lugar éramos únicas. Que no se nos consideraba árboles porque nuestro tronco no era de madera (tiempo después esa característica me salvaría la vida). En resumen, y sin caer en nomenclaturas científicas, rápidamente me enteré que era un pasto gigante y que si tenía suerte llegaría a vivir más de mil años.

Pasé mi primer milenio sin pena ni gloria. Vi caer a varias de mis compañeras mientras yo ya alcanzaba una altura cercana a los treinta metros y un diámetro de poco menos de uno. Desde ahí no seguí creciendo; engordé un poco, eso sí. Cuando ya me empezaba aburrir de estar viva, un día comencé a ver una especie desconocida para nosotras. Caminaban como los zorros, pero en dos piernas. Se comunicaban con sonidos extraños, nos tocaban sin permiso y se comían nuestras semillas. Eran los nuevos dueños del lugar. Así, en 1820 conocí a Manuel Blanco Encalada, primera persona que ostentaría el título de Presidente de Chile. Él fue uno de mis patrones hasta que años después mis hermanas y yo fuimos separadas. A mí me tocó quedar en el terreno que en 1824 compró Francisco Ignacio Ossa y Mercado. El lugar pasó a llamarse Viña La Rosa y nuestro protagonismo quedó postergado por poco tiempo más. Algo así como cien años.

Datos del parque
  • Ubicacion: 87 Kilómetros de Melipilla.
    Superficie: 3.709 hectáreas
  • Cuando: Todo el año, previa autorización al mail pr@larosa.cl
  • Atracción: LA CAPITANA
Actividades

A las palmas que quedaron del otro lado la vida les cambió radicalmente. Los seres humanos, como se hacían llamar, descubrieron que si nos arrancaban la cabeza nuestra sangre tenía un gusto agradable. Así comenzó en 1878 la elaboración de miel de palma chilena a cargo de Juan Francisco Mujica. Además de la savia, utilizaban el jugo de nuestros coquitos para darle aún mejor sabor. Fueron cayendo palmas y naciendo otras. La idea de la llamada Hacienda Las Palmas de Cocalán era aprovechar nuestra riqueza de manera sustentable: cortar una y sembrar varias, en pocas palabras. El problema es que antes de poder extraer nuestra savia debemos crecer al menos ocho metros, hecho que demora unos 50 años en ocurrir.

Pasaron otros 150 años y cuando ya vivía los últimos suspiros de mi vida el territorio donde habitábamos fue proclamado Parque Nacional de Chile. A esa altura quedábamos unas 30 mil palmas en el sector y yo era la más alta y vieja. Por eso desde 1989 mi fama empezó a crecer. Me bautizaron como La Capitana. La gente, como si fuera una gracia, marcaba sus nombres en mí tronco. Todos querían sacarse fotos conmigo y abrazarme. Era la atracción principal de uno de los parques con menos visitas del país. Resulta que Cocalán es el único Parque Nacional privado de los 36 que existen. El título sólo se lo merecen por nosotras. Y bueno, seamos justos, el peumo, quillay, quisco, espino, gato montés, loica y los aguiluchos aportan bastante a la belleza del lugar. Para cuidarnos aún más, el 30 de julio del 2008 se promulgó una ley que prohíbe nuestra explotación. Es el día de la independencia para la palma chilena.

La gente que logra ingresar al parque es muy poca. Entre ambos predios que lo componen no superan las cien visitas anuales. Sus actuales dueños, Ismael Ossa Errázuriz, dueño La Palmería Cocalán y La Rosa Sofruco, y Patricia Mansilla Steinmeyer, propietaria de la Hacienda, son bastante recelosos con quiénes quieren conocernos. Los incendios forestales, la basura y, claro, su propiedad privada son las razones por las que prefieren tenernos escondidas.

Precisamente, en diciembre del 2011 gran parte del Parque Nacional ardió en llamas. Recién en ese momento descubrí porqué ser un pasto gigante no era tan malo. Se quemó casi todo, pero yo y la gran mayoría de mis hermanas logramos sobrevivir porque las fibras que componen nuestro tronco son poco inflamables. Son las mismas las que nos permiten resistir la nieve en invierno y temperaturas de hasta quince grados bajo cero. Esa fue mi última pelea. Ya era hora de comenzar el retiro. Poco a poco fui perdiendo mis hojas. Fui reemplazada por otra palma que alcanzó mi altura y todavía tenía la fuerza para soportar flashes y cuchillos. Ella pasó a ser La Capitana y yo una más de las miles de palmas. Así, sin que nadie se enterara, el 2013 me partí en la base y caí.

Mi vida habría llegado hasta ahí de no ser por un sacerdote que celebraba misas bajo mí sombra. Ahí conocí a Dios. Con gente del poblado de Tuniche y sus alrededores le cantábamos a Jesús. A uno que, como yo, fue traicionado y había nacido hace casi dos mil años.

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Caminar por Santiago. Recorrer la Alameda entera e inmiscuirse en cada una de las calles que la cruzan. Visitar a pie las comunas de Puente Alto, Colina y Peñaflor. Terminar y darse cuenta que completaste una travesía de 70 mil hectáreas que conforman la capital de Chile.

#Parques2015 es algo así, pero 128 veces más grande. Los edificios y el cemento cambiarán por más de 9 millones de hectáreas conformadas por alerces milenarios, lagunas vírgenes, áridos desiertos, glaciares en peligro, pumas e historias desconocidas hasta ahora.

Serán cinco meses de recorrido por los 36 Parques Nacionales del país. Un viaje que contempla 12 mil kilómetros de trayecto por tierra, además de otros ocho mil kilómetros por mar y cielo.

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