La voz de los ’80, Los Prisioneros

Una elección obvia a estas alturas, aunque, al momento de su aparición, La voz de los ’80 fue una apuesta independiente con la cual podría haber sucedido cualquier cosa, incluso mantener al trío de San Miguel en los márgenes de la industria para siempre. El debut de Los Prisioneros fue la primera publicación de la naciente etiqueta Fusión, que editó mil copias en casete en diciembre de 1984. Para entonces, Los Prisioneros ya acumulaban un seguimiento entusiasta forjado en presentaciones en vivo, principalmente de parte de estudiantes universitarios cautivados por su combinación de códigos del punk británico (The Clash, sobre todo) y letras de corte social totalmente ajenas al discurso político-partidista que alimentaba la oposición a Pinochet o el llamado Canto Nuevo. Cuando en Chile el molde de trabajo rock era el que desarrollaban grupos como Ojo de Horus, Generaciones, La Banda del Gnomo o Amapola —más ampulosos y autoconscientes—, el sonido básico de La voz de los ’80 fue vital para que nuestro país se permitiera asumir el auténtico espíritu rebelde del rock and roll. El éxito de este disco fue rápido y singular: sin mayor apoyo radial, el tema que le da el título al álbum se convirtió en una suerte de nuevo himno para la época. Para septiembre de 1985, Carlos Fonseca ya había conseguido un ventajoso contrato con EMI, bajo el cual volvió a lanzarse el casete (con otra carátula) y se planeó una distribución internacional. A veinte años de su publicación, no es exagerado describir este disco como parte del patrimonio cultural chileno, y no sólo por su conformación musical, sino también por los efectos que tuvo en el pensamiento juvenil de quienes hoy tenemos más de treinta años de edad.