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Los inversionistas de Osama
Guerra de los bindólares
El Mercurio
Domingo 4 de noviembre de 2001

A la nómina de empresas y personas sospechosas de financiar a la red terrorista Al Qaeda, que dirige Osama bin Laden, se suma ahora una nueva lista de EE.UU.. En Chile no se ha descubierto nexo alguno, pero es probable que figure Khaled bin Mahfouz, dueño del grupo Pathfinder hasta 1991.


INVESTIGACIÓN.- Jorge Correa aseguró que las investigaciones sobre sospechosos en Chile no arrojan aún indicios de vínculos con la red Al Qaeda.
M. Angélica Pérez-Ferrada

La llamada telefónica entró directa al auricular del ministro de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre. Al otro lado, el secretario del Tesoro de EE.UU., Paul O'Neill, solicitaba rastrear los flujos financieros de inversionistas presuntamente vinculados a redes terroristas y que podrían tener intereses en el país.

A pesar de que fueron el subsecretario del Interior, Jorge Correa, y el superintendente de Bancos, Enrique Marshall, quienes aseguraron que las investigaciones no han arrojado resultados positivos, se seguirá indagando.

EE.UU. envió una nueva lista de sospechosos. La nómina fue recibida por el subsecretario subrogante de RR.EE., Mario Artaza, y éste lo remitió a su par del Interior, Jorge Correa.

Los nombres de empresarios y hombres de negocios que allí figuran no involucran necesariamente a Chile o a connacionales o migrantes que hayan estado en el país. Es una lista entregada a todas las cancillerías del mundo que busca a través de informaciones directas y datos cruzados establecer las actividades de los sospechosos y sus posibles testaferros.

Pero a diferencia de peticiones anteriores, el nuevo requerimiento de EE.UU. llegó con carácter de "reservado".

Una alta fuente diplomática reveló a Raúl Sohr, analista internacional en temas de seguridad y defensa, que entre ellos estaba el del empresario árabe Khaled Bin Mahfouz.

De quien se dice que es uno de los aliados de Osama Bin Laden y, que entre 1985 y 1991, operó en Chile en diversas empresas productivas y de servicios a través del holding "Grupo Pathfinder".

Negocios con un árabe

¿Quién era Bin Mahfouz a mediados de la década del '80?

Primero, controlaba el 18% del capital del Banco de Crédito y Comercio Internacional (BBCI), con sede legal en Luxemburgo y económica en Londres. Segundo, era presidente del principal banco de Arabia Saudita: el National Commercial Bank.

Sus pasos en Chile datan de 1985, año en que bajo el nombre de Inversiones Pathfinder, constituyó una sociedad.

Fue justamente a través de Inversiones Pathfinder que Bin Mahfouz compró el 10% de la exportadora de frutas "C y D International" (Comercio y Desarrollo Internacional Ltda.) y la salmonera "Eicomar", que hasta ese momento pertenecían al grupo BHC vinculado al empresario Javier Vial.

En julio de 1985, el jeque árabe compró el 90% restante de "C y D International" y "Eicomar".

Pero esta operación financiera la hizo a través del mecanismo "debt equity swap" o reconversión de deuda externa. Se trató de la primera operación de este tipo acordada por el Banco Central antes de que se establecieran las normativas del Capítulo XIX, que permitirían a los tenedores de bonos o pagarés de deuda transformarlos en pesos para que éstos fuesen invertidos en Chile.

Luego, Khalid realizaría a través de Pathfinder Internacional otras inversiones en Chile, pero esta vez recurriría al Capítulo XIX. Y controló así una serie de empresas: Masisa, Vidrios Lirquén, Indalum, Textil Viña.

En ese momento, el abogado chileno Marco Cariola - que había sido contactado a mediados de la década de los '80 desde una oficina de abogados en el exterior para encargarse de los aspectos legales de algunas transacciones- era el presidente de la sociedad; Juan Obach, el gerente general, y Félix Bacigulpo, el subgerente. Todos se especializaron en adquirir empresas en situación difícil para luego potenciarlas. Nadie podía imaginar que el empresario árabe tenía supuestas vinculaciones con grupos terroristas como sostendrían después las fuentes de inteligencia norteamericanas.

La quiebra fraudulenta del BCCI en 1991 cambió los planes de Bin Mahfouz. A los pocos días el árabe liquidó sus inversiones en Chile. Juan Obach, ejecutivo chileno, vende a nombre de Pathfinder por 17 millones de dólares.

¿Quiénes quedan a cargo de Inversiones Pathfinder?

Inversiones Río Cruces S.A. pasa a controlar el 62% de la sociedad. La integran los chilenos Félix Bacigalupo, Jorge Obach y Marco Cariola (este último actual senador UDI por la X Región). A ellos se suma el uruguayo Scott Perry.

El Bank of Scotland (Inglaterra) y el Chemical Bank (EE.UU.) mantienen el 10% de participación en Inversiones Pathfinder respectivamente. Y el Mellon Bank (EE.UU) el 18% restante.

"De empleados pasamos a propietarios", comentó en una oportunidad Bacigalupo.

Con la clausura del BBCI - Bin Mahfouz controlaba el 18% de las acciones- quedó al descubierto que se otorgaron 6 mil 500 millones de dólares en créditos sin garantías, incobrables. Pero, lo que es peor, se hizo público que esa institución había servido por más de una década para encubrir operaciones financieras de organizaciones criminales en todo el mundo. Financiamiento a grupos terroristas, fondos de los carteles de la cocaína, de mafias locales y transnacionales, lavado de narcodólares, tráfico de armas, operaciones de servicios de inteligencia.

En abril de 1999, Bin Mahfouz fue puesto bajo arresto domiciliario en una base militar en la ciudad saudita de Taif. El banquero, según informes de la inteligencia estadounidense, estaba acusado de transferir decenas de millones de dólares a cuentas bancarias en Inglaterra y EE.UU. pertenecientes a la red terrorista de Osama Bin Laden.

Los nexos del empresario árabe con Osama Bin Laden exceden los negocios. De acuerdo con el ex director de la CIA James Woolsey, Bin Laden está casado con una de las hermanas menores de Bin Mahfouz.

La conexión con la elite saudí

Cortar el suministro de fondos a los terroristas y, en particular, a la red Al Qaeda que dirige Osama bin Laden, no es nada fácil. Más aún si tenemos en cuenta las declaraciones vertidas esta semana por Carmen bin Laden en la cadena de televisión española ABC, en que afirma que Osama bin Laden tiene apoyos de algunos miembros de la familia real de Arabia Saudita.

"Ellos (la familia real) piensan igual que él. No todos, pero algunos de ellos. Hay que entender que Bin Laden tiene cierta aceptación en Arabia Saudita y en mi opinión, esto es lo que lo hace peligroso. Porque tiene el apoyo de mucha gente allí", dijo Carmen.

Esto explica por qué la administración de Bush ha incluido nombres de la elite saudita en una de las listas a las que EE.UU. ha congelado sus activos. Basta mencionar a Yasin al-Qadi, un empresario saudita que dirige la Fundación Muwafaq, y que según el Departamento del Tesoro de EE.UU. habría enviado millones de dólares a Al Qaeda.

Según el diario "The New York Times", Muwafaq recibe dinero de la "créme de la créme de la sociedad saudita". Es más, en su consejo de administración se sientan, entre otros, Al-Qadi y dos miembros de la familia Bin Mahfouz, los banqueros de la familia real saudita.

Las declaraciones del Presidente de EE.UU., George Bush, que afirma estar "contento" con la colaboración de Arabia Saudita, parecen a primera vista contradictorias. Osama fue despojado hace años de la nacionalidad saudita por oponerse al despliegue de tropas estadounidenses en su país durante la guerra del Golfo. Hasta el premier británico Tony Blair visitó esta semana al rey Fahd en busca de apoyo para prolongar la campaña militar en Afganistán.

Fue justamente una auditoría del gobierno saudita conseguida por la inteligencia estadounidense la que reveló en 1999 que cinco hombres de negocios de Arabia Saudita ordenaron al Banco Nacional de Comercio, el más grande del reino, transferir fondos personales así como tres millones de dólares sacados de un fondo saudita de pensiones hacia bancos en Nueva York y Londres.

¿El destino de ese dinero? Cuentas de obras de caridad islámicas: "Islamic Relief" y "Blessed Relief" que, según el informe, sirvieron como fachada para Bin Laden. En el directorio de "Blessed Relief", con sede en Sudán, aparecía Abdul Rahman Mahfouz, hijo de Khaled.

Lo que ocurre es que para disgusto de EE.UU. los lazos de Osama en Arabia Saudita continúan siendo estrechos. Pero eso no evitó que a principios de este mes Arabia Saudita y sus otros cinco socios en el Consejo de Cooperación del Golfo (GCC) acordaran congelar las cuentas de 39 organizaciones y personas presuntamente relacionadas con el líder terrorista. Algunos funcionarios de la administración estadounidense, sin embargo, se quejan en privado que Arabia Saudita no ha colaborado seriamente con la Casa Blanca.

¿Qué ha logrado EE.UU. hasta ahora? Más de cien millones de dólares han sido bloqueados desde cuentas pertenecientes a presuntos terroristas en EE.UU. y otros países, pero 140 Estados se han negado a congelar el dinero del terrorismo o bien no han respondido en forma favorable a los requerimientos de EE.UU.

Las organizaciones de caridad pueden ser los blancos más difíciles de detectar. En las listas elaboradas por el gobierno norteamericano aparece Al Rashid Trust, con sede en Pakistán y sucursales en Afganistán. En este país del Medio Oriente, Al Rashid tiene buena fama porque distribuye alimentos para los pobres, consigue brazos y piernas ortopédicas para amputados. Pero también publica un periódico "Dha'rb-i-M'umin", que ha llamado a una guerra santa contra EE.UU.

Makhtab al-Khidamat, otra organización de caridad que figura en las listas del gobierno americano, con oficinas en Brooklyn, desapareció sin dejar rastro. Y la organización humanitaria Al Wafa, también famosa por contar con una clínica y distribuir alimentos en Afganistán, está en el banquillo de los acusados.

Porque Bin Laden no escatima en medios ni recursos. Compañías de miel se esconden tras sus propósitos. Además, ha recaudado millones de dólares en los últimos tres años de la venta ilícita de diamantes extraídos por los guerrilleros de Sierra Leona.

Y para colmo, el uso del "hawala" - intermediarios que realizan envíos de dinero en efectivo y confían en los clientes sin realizar mayores preguntas- hace prácticamente imposible rastrear su red, al no existir registros de las operaciones.

 

 

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