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Más perdido que Bello

Más perdido que Bello estaba el sargento Menadier, que aterrizó en una loma cercana a la estación Marruecos (en la localidad del mismo nombre, que actualmente se llama Padre Hurtado), creyendo que estaba en Lo Espejo, pero el hoy famoso dicho, en ese entonces, hace 90 años, todavía no tenía razón de ser.

Era el lunes 9 de marzo de 1914. Menadier, y los tenientes Bello, Ponce y Torres, habían emprendido vuelo de madrugada para completar el trazado Aeródromo Lo Espejo-Culitrín-Cartagena-Lo Espejo, como prueba para conseguir su título de piloto militar.

Pero los compañeros tuvieron poca fortuna. Habían despegado alrededor de las cinco de la mañana, pero sólo dos horas después estaban de regreso en Lo Espejo, sin poder completar la primera fase. Se quejaban del viento y la bruma, que impidió a todos la visibilidad necesaria para el aterrizaje en Culitrín, en Buin.

El capitán Manuel Ávalos, director de la Escuela Aeronáutica de Lo Espejo, y el general Arístides Pinto Concha, inspector de aeronáutica, los reciben tras el retorno. "A más de 800 metros de altura me dirigí a Culitrín, donde llegué cerca de las seis, pero no pude aterrizar debido a que una espesa neblina me impedía ver. Durante más de una hora intenté hacerlo, pero como la atmósfera no se despejaba, resolví volver", le explica Bello.

Pero su amor por el vuelo y la admiración que siente por los héroes patrios motivan a Bello a reemprender el viaje. El teniente había ingresado en 1909 a la Escuela Militar, pero luego se cambió a la escuela de Lo Espejo, con el fin de recibirse como piloto. Ahí aprendió a pilotear e incluso estuvo en Francia, donde recibió clases de vuelo.

Recordando eso, Bello se ajusta el casco y los lentes y nuevamente está en el aire. Esta vez, eso sí, lo hace a bordo del Sánchez Besa Nº13 'Manuel Rodríguez', de un compañero de la escuela que no volaba ese día. El suyo había sufrido un desperfecto al momento de aterrizar.

Lo acompaña Ponce, quien también se atrevió a continuar con la difícil ruta. Pero esta vez las cosas parecen mejor. El teniente Pérez Lavín los ve aterrizar sin problemas en Culitrín, a pesar del fuerte viento que los recibe en esa localidad cercana a Paine.

Dada la buena fortuna y esperanzados en que las condiciones se los permitieran, ambos emprenden vuelo, alrededor de las cinco de la tarde. La idea es llegar a Cartagena antes de que la noche les impida maniobrar. Sin embargo, tal como ocurrió temprano al iniciar la prueba, la neblina amenaza con dificultar la labor de los pilotos.

En los primeros momentos de ese vuelo, ambos pilotos sabían perfectamente la ubicación de su compañero. Bello guiaba su avión más adelante, por lo que Ponce, que viajaba en un Breguet, seguía cada uno de sus movimientos. Las nubes comenzaban a ser más densas, obligando a los pilotos a tomar mayor altura para evitarlas.

La situación se volvió una complicación para Ponce que a ratos perdía de vista al teniente y temía por su suerte. Iba y venía entre los nubarrones tratando de divisar a Bello.

Pero tal como desaparecía, Bello reaparecía luego ante la vista de Ponce, que lo observaba como un punto en el horizonte. Pero la situación no se mantendría por mucho tiempo más. Luego de dos o tres horas de vuelo, Ponce se ve obligado a realizar un aterrizaje forzoso porque la bencina de su avión se agotaba. Un fundo en Buin fue el lugar donde el piloto tocó tierra. Estaba extraviado.

Poco después de que Ponce descendiera, Ávalos solicitó a Cartagena informes sobre los alumnos. Ahí se enteró del aterrizaje del Breguet, pero le anunciaron que de Bello no había señales. Preocupado y temiendo un aterrizaje en un lugar despoblado, el capitán hizo la primera solicitud de búsqueda del teniente.


¿Dónde está Bello?

La primera noticia del aviador extraviado provino desde Llo-Lleo. Una campesina aseguró a la policía que Bello había aterrizado en ese lugar. La noticia era falsa, por lo que la búsqueda continuó en Melipilla, San Antonio y Cartagena.

Mientras la Armada colaboraba con la búsqueda en el Pacífico, llovían las noticias erradas sobre el paradero de Bello. Desde San Antonio, periodistas informaban que el teniente había caído en la hacienda La Boca, cercana al puerto.

Campesinos aseguraban que estaba en la hacienda El Convento, unos pescadores dijeron que escucharon el ruido de un avión internándose hacia mar, y una pobladora de Cartagena juró haber visto cerca de su casa “un pájaro enorme y raro que hacía bulla”.

La búsqueda continuó por espacio de diez días de parte de la policía y personal de la aeronáutica y la marina.

Marinos, periodistas y familiares del desaparecido emprendieron una última y desesperada búsqueda en el mar. Pero no hay rastro del piloto ni de su nave.

Desde entonces serían innumerables los rumores y relatos para tratar de explicar la tragedia que enlutó a la Fuerza Aérea. El jueves 19 de marzo, el Gobierno de Ramón Barros Luco dio por finalizada la búsqueda del teniente Alejandro Bello Silva.

Hoy, el teniente es recordado más por su desafortunada pérdida que por la valentía con que emprendió el vuelo para obtener su título. El clásico dicho “Más perdido que el teniente Bello’’ suena a diario entre quienes no hallan o pierden su camino. Pero, quién sabe, quizás el piloto tenía muy clara su dirección. Quizás el aire frío le ordenó en la mente los pensamientos, los recuerdos de su infancia y su familia, los de los hermanos Wright, inventando el vuelo por los aires. El mismo que en ese 9 de marzo de 1914, hace 90 años, le sirvió de despedida, pero también de llave para entrar en la historia de la aviación en Chile.

Texto basado en los libros:
"El teniente Bello y otras pérdidas" (Francisco Mouat)
Historia Aeronáutica de Chile, 1950