El fabricante francés de automóviles Citroën celebra este año un siglo de existencia y entre las historias acumuladas durante este tiempo se recordó la heroica resistencia que los operarios de la automotriz realizaron durante la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial.
Lejos de lo que muchos puedan creer, la oposición a las fuerzas de Hitler no se hizo empuñando armas u organizando atentados, sino que se recurrió a formas más sutiles e inteligentes para sabotear los camiones que fueron obligados a construir para los invasores.
Corría 1940 cuando las fuerzas alemanas tomaron control del territorio galo y a poco andar ordenaron que las plantas automotrices, como las de Citroën, comenzaran a construir material rodado que sería usado para movilizar a las wehrmacht (tropas), armamento y provisiones.
El presidente de la automotriz, Pierre-Jules Boulanger, sabía que no se podía negar a la orden nazi. No obstante, ordenó a sus empleados que construyeran los camiones a un ritmo más bien lento y sin presiones.
(Camión Citroën T45)
Lo verdaderamente brillante, recuerda Jalopnik.com, fue la idea de Boulanger de ordenar a sus operarios que movieran algunos centímetros la muesca en las varillas de aceite de los camiones – probablemente los Citroën T45 – y que es usada para determinar si el nivel del fluido es el óptimo para el buen funcionamiento de la maquinaria.
Al mover la marca hacia abajo esta indicaría erróneamente que el vehículo contaba con el aceite necesario para desplazarse, aún cuando no era así.
Algunos textos que dan cuenta de esta acción, como el libro “Citroën 2CV”, aseguran que los mecánicos nazis nunca descubrieron por qué los camiones se estropeaban tan pronto ya que al revisar las varillas estas indicaban que había líquido de sobra.
Lo cierto es que muchos de estos camiones dejaron de funcionar en misiones críticas para los nazis y a varios kilómetros de los responsables directos de esta muy ingeniosa acción que ahora se recuerda.