Los gobiernos europeos fueron incapaces de sumar una mayoría suficiente ni a favor ni en contra de los aranceles a los vehículos eléctricos importados de China, lo que devuelve a la Comisión Europea el poder para adoptar en los próximos días la decisión definitiva que haga permanentes las tarifas que la UE impone de manera provisional desde el pasado mes de julio.
De acuerdo con fuentes diplomáticas, 10 países votaron a favor, 12 se abstuvieron y cinco se opusieron a esta iniciativa, que prevé aranceles adicionales provisorios de hasta un 35% a los vehículos eléctricos del gigante asiático y que se añadirían a la tasa ya existente, del 10%.
La Comisión Europea, el brazo ejecutivo de la UE, había propuesto en julio imponer estos elevados aranceles provisionales a los fabricantes chinos, debido a sospechas fundadas de que esas firmas se benefician de ayudas estatales que desvirtúan la competencia.
Francia, Italia y Polonia, además de otras siete naciones, votaron en favor de la medida, al tiempo que Alemania y Suecia, además de otros tres países, se expresaron en contra, sin poder alcanzar el número necesario para bloquear y ratificar la iniciativa, para lo cual se requería de al menos 15 Estados miembro que representaran un 65% de la población.
El panorama deja la decisión final en manos de la Comisión Europea, de la que cabe esperar una decisión "en línea con su propuesta", dijo un diplomático europeo.
El paquete de medidas afectaría también a fabricantes no necesariamente chinos pero que tienen unidades de montaje en el gigante asiático, como es el caso del nortamericano Tesla, que podría verse afectado por un arancel del 7,8%.
China tachó la medida de "proteccionista" y advirtió que esta iniciativa podría derivar en una guerra comercial. Se indicó además que estos aranceles se volverían definitivos en un plazo de cinco años a partir del 31 de octubre.
Divisiones en el bloque
La idea de imponer esta alza de aranceles a los vehículos eléctricos chinos mantiene enfrentados a Francia y Alemania, las dos mayores economías del bloque.
Francia, de un lado, sostiene que la medida es necesaria para nivelar la competencia en el mercado automotriz, pues los fabricantes de la UE están en clara desventaja frente a sus competidores chinos.
Sin embargo, Alemania, reconocida por su fuerte industria automotriz y cuyos mayores fabricantes han invertido fuertemente en China, advirtió que la UE debe evitar perjudicarse a sí misma y pidió que continúen las negociaciones con las autoridades chinas.
En ese sentido, el ministro alemán de Finanzas, Christian Lindner, reaccionó rápidamente diciendo que la Comisión "no debe desatar una guerra comercial", y en lugar de ello buscar "una solución negociada" con Pekín.
El grupo alemán Volkswagen, mayor fabricante europeo, denunció la iniciativa, calificándola como un "mal enfoque" para la competitividad de la industria del continente. "Animamos a la Comisión Europea y al gobierno chino a proseguir de manera constructiva las negociaciones en curso, con vistas a una solución política", declaró la empresa en un comunicado.
Hungría también ha manifestado abiertamente su oposición a la idea, al punto que el ministro de Relaciones Exteriores, Peter Szijjarto, describió esta semana esa iniciativa como una propuesta "peligrosa".
China amenazó con tomar represalias contra los aranceles y ha iniciado investigaciones sobre el brandy, los lácteos y los productos porcinos importados desde países europeos.
El gigante asiático intentó detener la iniciativa e insistió en resolver el problema a través del diálogo, pero hasta ahora las conversaciones no han logrado conducir a un acuerdo que satisfaga a ninguna de las partes.
La Comisión Europea ha reiterado que cualquier arancel podría eliminarse si China aborda las preocupaciones de la UE.
Las tensiones comerciales entre China y la UE no se limitan a los vehículos eléctricos: el bloque abrió investigaciones sobre subsidios chinos a paneles solares y turbinas eólicas.