Ibargüen es considerada la máxima exponente en triple salto.
EFE
SANTIAGO.- Cuando ayer martes fue declarada como la mejor atleta del año,
Caterine Ibargüen no lo podía creer.
"Oí mi nombre y las piernas me temblaban, me temblaban. Pensé que no me podía tener en pie. Sabía que estaba entre las mejores del mundo, pero no sabía que se me iban a nombrar", señaló.
La colombiana fue elegida por la Federación Internacional de Atletismo entre varias figuras destacadas de este deporte, y
se transformó en la segunda mujer de América Latina en obtener esta conmemoración tras la cubana Ana Fidelia Quirot.
Ibargüen goza hoy de una gran popularidad en su país y en sus vitrinas cuenta con una serie de premios y galardones, que la dejan como una de las deportistas más ilustres de Colombia.
De hecho, ostenta una medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Río, en la especialidad triple salto, donde además se proclamó ganadora de la liga de Diamante en 2013, 2014 y 2015, y obtuvo los títulos mundiales de Moscú 2013 y Pekín 2015. Toda una campeona.
Sin embargo, sus inicios fueron muy duros. Luego de la separación de sus padres a los 7 años, la atleta, que nació en Apartadó, Antioquia, fue a vivir con su abuela, donde pasó momentos muy complejos.
El dinero no le alcanzaba a su familia y se crió en un ambiente de "pobreza feliz", según ella misma reconoció. "La influencia de mi abuela fue muy importante en mi vida, porque fue la persona que estuvo ahí desde el principio cuando empecé a entrenar. Gracias a ella tuve una buena infancia", sostuvo.
Otro problema que debió enfrentar Ibargüen tuvo que ver con su físico. Dado que era más grande que el resto de sus compañeras (ahora mide 1,82 metros), le producía cierta vergüenza. Tanto así, que en un momento no quería crecer más.
Pero, paralelamente, aquel físico la fue ayudando a destacar en los deportes. La antioqueña probó en distintas especialidades durante su infancia, hasta que a los 14 años decidió dedicarse exclusivamente a los diferentes tipos de salto. Determinación que hoy la tiene en lo más alto del atletismo.
Aunque su carrera ha tenido más bajos que altos. De hecho, a la edad de 24 años incluso estuvo cerca de retirarse. Sólo la aparición del cubano Ubaldo Duany en su vida la ayudó a volver a la actividad.
Ibargüe ganó el martes del galardón a la mejor atleta del año, en un premio que le pone el broche de oro a una deportista brillante que ha debido luchar constantemente contra las barreras de la vida.