RÍO DE JANEIRO.- La divulgación este jueves del producto interior bruto (PIB) de Brasil en 2018 evidenciará que la mayor economía suramericana continúa su lenta recuperación tras la grave recesión que sufrió en 2015 y 2016, según las proyecciones divulgadas por diferentes analistas.
De acuerdo con un sondeo realizado la semana pasada por el Banco Central entre un centenar de analistas del sector financiero, la economía de Brasil creció un 1,2% el año pasado, muy abajo de la previsión inicial del Gobierno (3%) y de la proyección con que venía trabajando el mercado hasta diciembre pasado (1,3%).
El dato oficial solo será conocido este jueves, cuando el estatal Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE) divulgará su informe sobre las cuentas nacionales en 2018.
De confirmarse la última proyección de los economistas, el crecimiento de Brasil en 2018 será muy próximo al 1,1% registrado en 2017 y aún insuficiente para revertir la fuerte retracción sufrida en el bienio anterior, durante la mayor recesión del país en las últimas décadas.
Brasil sufrió una retracción económica del 3,5% en 2015 y del 3,3% en 2016, con lo que encadenó dos años consecutivos de crecimiento negativo por primera vez desde la crisis económica de la década de 1930.
De acuerdo con los datos divulgados hasta ahora por el IBGE, la lenta recuperación el año pasado fue impulsada por el crecimiento del consumo de las familias, el principal motor de la economía del país, y que no se expandía desde 2014.
En su último balance trimestral, el organismo informó de que la economía brasileña acumuló un crecimiento del 1,1 % en los nueve primeros meses de 2018 y del 1,4% en los últimos doce meses hasta septiembre de 2018.
El consumo de las familias creció un 0,6% en el tercer trimestre del año pasado, su mejor resultado desde el tercer trimestre de 2017 y su séptima expansión trimestral consecutiva.
La recuperación del consumo es atribuida a la mejoría de la economía en general, que ha permitido una ligera reducción del desempleo, mayor acceso al crédito, menores tasas de intereses y una inflación bajo control.
La lenta recuperación de la economía el año pasado es atribuida a problemas puntuales, como la huelga de camioneros, que paralizó el país por diez días en mayo, y la incertidumbre que vivió el país antes de las elecciones de octubre y que suspendió la inversión.
Pero también a problemas estructurales, como la deficitaria situación de las cuentas públicas, considerada como la mayor amenaza a la economía brasileña.
El ultraderechista Jair Bolsonaro fue elegido presidente en octubre, y asumió el 1 de enero, con la promesa de poner en marcha un ambicioso programa de ajuste fiscal mediante profundas reformas, como la del sistema de jubilaciones que fue presentada la semana pasada, y una política de tinte neoliberal destinado a reducir el tamaño del Estado y a privatizar decenas de estatales.
De confirmarse que el crecimiento el año pasado se ubicará cerca del 1,2%, Brasil registrará entre 2011 y 2018 una expansión promedio anual del 0,58%, menor que las de las décadas de 1980 y 1930, cuando el país sufrió recesiones históricas.
Y la recuperación debe continuar a ritmo lento ya que, según las últimas proyecciones de los economistas consultados por el organismo emisor, Brasil solo crecerá un 2,48 % en 2019 y un 2,65 % en 2020.
"El ritmo de recuperación de la economía es lento debido a los problemas estructurales del país. La recesión (de 2015 y 2016) fue resultado del elevado endeudamiento del Gobierno, las empresas y las familias, pero mientras que familias y empresas redujeron su exposición el Gobierno mantiene elevada su deuda y necesita de reformas fiscales profundas", según la economista Alessandra Ribeiro, de la firma Tendencias Consultoría.
"Aunque la reforma de las jubilaciones presentada por Bolsonaro sea aprobada, los problemas no serán resueltos totalmente. La deuda pública seguirá creciendo al menos hasta el 2023", agregó.