Uruguay fue pionero en el mundo en legalizar la marihuana hace una década, pero su sueño de crear una potencia de cannabis medicinal y cáñamo que emplee a miles de personas con exportaciones de US$1.000 millones se enfrenta a una dura realidad.
Los envíos al exterior han sumado menos de US$30 millones desde 2018, ya que las ventas anémicas, la burocracia y los errores de cálculo han provocado un éxodo empresarial.
La pésima experiencia de Uruguay,
donde solo 750 personas trabajan en el sector, ejemplifica los desafíos que enfrentan los inversionistas a nivel mundial para desarrollar una industria sujeta a un intenso escrutinio regulatorio o directamente a prohibiciones en muchos lugares.
De Estados Unidos a Europa y otros lugares de América Latina, el negocio mundial de la marihuana ha perdido parte de su atractivo desde los días de la fiebre del oro de finales de la década de 2010 y la pandemia de covid. Pero el declive de Uruguay -un país de 3,4 millones de habitantes situado entre Brasil y Argentina, donde las vacas superan en número a las personas- destaca por su entorno favorable a los negocios y su historia de creación de industrias multimillonarias como la tecnología y la silvicultura casi desde cero.
En el último año y medio, importantes productores de cannabis y proveedores de servicios relacionados en Uruguay como Pharmin, Global Cannabis Holdings y Boreal cerraron, mientras que la empresa farmacéutica MedicPlast abandonó el negocio.
La canadiense Aurora Cannabis planea cerrar a fines de septiembre sus operaciones uruguayas, que adquirió en 2018 por US$263 millones, según un vocero de la compañía.
La crisis del cannabis está ocurriendo en un país relativamente estable, en contraste con los productores de otros lugares de la impredecible América Latina. Algunos de los multimillonarios más ricos de la región consideran a Uruguay su hogar, mientras que Google eligió recientemente el país para construir un centro de datos de US$850 millones.
Si a esto se suma una sociedad relativamente liberal, Uruguay se perfilaba como un país capaz de superar sus posibilidades en la producción de marihuana medicinal.
El productor de cannabis Burey es, por ahora, uno de los sobrevivientes de la industria. Sin embargo, como muchos, subestimó el tiempo que llevaría a poner en marcha el negocio ante la enorme burocracia.
Su director, Frank Roman, abrió el invernadero interior y el laboratorio de extracción de Burey a fines de 2019, pero pasaron tres años antes de que pudiera exportar ingredientes farmacéuticos activos, o API por su sigla en inglés, a Brasil y Perú debido al lento proceso de obtención de permisos.
El primer aceite de cannabis con receta de Burey llegó a los pacientes brasileños recién el año pasado por la misma razón, explica Roman. "Una empresa que empieza desde cero en Uruguay lleva de tres a cuatro años para empezar a vender y eso mata", señaló Román en una entrevista.
"Eso mata a las empresas si no tienen mucha espalda", subrayó.
Uruguay también puso trabas a los productores de cannabis medicinal al exigir productos de grado farmacéutico, al tiempo que cerraba la puerta a suplementos nutricionales ligeramente regulados y más fáciles de elaborar que habrían generado ventas rápidas, indicó Ignacio Bussy, director ejecutivo del laboratorio de extracción GreenMed.
Casos similares se han producido en todo el mundo. La legalización parcial de la marihuana en Alemania este año y una propuesta para reclasificar el cannabis como una droga menos peligrosa en Estados Unidos no lograrán generar un repunte duradero en los ETF de cannabis. El negocio es tan difícil que Tilray Brands se diversificó hacia la cerveza artesanal.
Las audaces perspectivas para Argentina, que promulgó en 2022 un proyecto de ley para la industria de la marihuana, siguen siendo poco halagüeñas.
Consumo recreativo disparado
En 2013, el partido político de izquierda que gobernaba Uruguay se convirtió en el primer país del mundo en legalizar la mayoría de los usos recreativos, medicinales y fabricantes de la marihuana. La idea era quitarle el negocio a las bandas de narcotraficantes y crear una nueva fuente de ingresos por exportación.
Once años después, el consumo recreativo en Uruguay a través de los canales oficiales se ha disparado mientras que el negocio nunca despegó. Más de 96.000 personas que quieren consumir se han registrado ante el gobierno para obtener la sustancia psicodélica en casi 400 clubes de cannabis, decenas de farmacias autorizadas o como autocultivadores.
Uruguay ha agilizado y abaratado la obtención de permisos para la marihuana medicinal tras retrasos en la publicación de la normativa después de la legalización, señaló Carlos Lacava, quien representa al Ministerio de Salud en la junta directiva del Instituto de Regulación y Control del Cannabis (Ircca). Atribuyó los recientes contratiempos a que los inversionistas calcularon mal la demanda y la carga regulatoria inherente al comercio de cannabis, entre otros factores.
El empresario David Luftglass y sus socios están intentando desarrollar un parque empresarial con un vivero de cannabis después de cancelar el año pasado planes de construir un enorme laboratorio de extracción con una inversión de US$50 millones. "Descubrimos que el mercado internacional no estaba preparado", afirmó.
Productores como GreenMed priorizaron inicialmente el envío de flores secas a mercados como Europa y Australia a falta de la aprobación regulatoria para vender en Brasil y Uruguay. Ahora busca vender API de mayor valor y productos formulados como aceites de CBD y THC a países sudamericanos en los que la marihuana medicinal es legal.
La empresa de investigación de marihuana Prohibition Partners estima que las ventas para uso medicinal en ocho países de la región podrían alcanzar unos US$153 millones este año, y que Brasil representaría alrededor de dos tercios del mercado.
GreenMed comenzó a vender su primer aceite de CBD con receta en farmacias uruguayas el mes pasado y otros cuatro productos formulados se lanzarán en el primer semestre de 2025, según Bussy, su máximo ejecutivo. GreenMed realizó el primer envío comercial de API en junio a Brasil.
"Brasil representará por arriba del 50% de nuestras ventas en los próximos dos a tres años", afirmó.