El actor y dramaturgo Robert Scott toma su bombo, chinchín y platillos para encarnar los dramas sociales y existenciales de un chinchinero dentro de un añoso trole porteño.
Aquí, los conceptos de identidad y testimonio, más los cuestionamientos y reflexiones sobre lo que es patrimonio y tradición son los grandes temas que la obra instaura en su puesta en escena. El chinchinero, solo y angustiado, queda en un deshabitado trole de los años '60, luego de sufrir con un terremoto en su ciudad. Tal situación lo lleva a plantearse su vocación y el trabajo popular que realiza.
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