Para evitar una guerra civil, y con la promesa de la Logia Lautarina de que será repuesto en el mando, O'Higgins acepta dimitir transitoriamente al cargo de Director Supremo de Chile, sin sospechar que será traicionado por quienes lo pusieron allí. Entre fragmentos musicales y episodios febriles, Bernardo se enfrenta interiormente con las voces de su pasado mientras espera ser restituido.
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