TOKIO.- Más discreto que su compañero Hayao Miyazaki aunque con un talento equiparable, Isao Takahata será recordado tras morir a los 82 años como el genio oculto del Studio Ghibli y padre de clásicos de la animación como "La tumba de las luciérnagas".
Con genialidad y modestia a partes iguales, el creador nipón decidió —junto a su buen amigo Miyazaki— cambiar las normas de la industria y fundar un pequeño estudio de animación desde el que se hiciera cine de autor que pudieran disfrutar a la par niños y adultos.
Así nació en 1985 Studio Ghibli, considerado por la crítica especializada como uno de los mejores estudios de animación del mundo. Ahora, más de treinta años después, muere su cofundador como consecuencia de un
cáncer de pulmón, según confirmó hoy una portavoz de la productora.
Nacido en la ciudad de Ise (centro de Japón) en 1935, con tan sólo 9 años sobrevivió a un ataque aéreo durante la II Guerra Mundial, un hecho que marcó la temática de sus películas y el tono antibelicista que caracteriza a Ghibli.
"Takahata era un creador único, fue de los pioneros de la animación japonesa y logró llevar a este terreno un nuevo estilo y lenguaje audiovisual", explicó hoy en una entrevista con Efe Álvaro López Martín, autor del blog Generación Ghibli —referente en español sobre el estudio— y de libros como "Mi vecino Miyazaki" (2014).
Fue precisamente durante sus años de universidad cuando conoció a Miyazaki, de quien se convertiría en maestro además de un gran amigo y juntos comenzarían a trabajar en los años '60 en Toei Animation, donde Takahata suplía su falta de conocimientos de dibujo con su talento para la dirección.
Ambos lograron poner el anime japonés en boca de todos, dirigiendo series como "Heidi", "Marco" o "Ana de las Tejas Verdes", todas ellas éxitos internacionales aunque rara vez atribuidas a los dos genios de Ghibli.
Pese a que estas obras parecen muy alejadas en el tiempo, en su momento supusieron una revolución tanto en la animación japonesa como en la occidental, aunque el verdadero éxito del realizador no llegó hasta el estreno de "La tumba de las luciérnagas" (1988), su filme más adulto.
Esta cinta fue la primera que dirigió para Ghibli, un relato desgarrador sobre los horrores de la II Guerra Mundial a través de los ojos de dos niños, un filme tan duro que fue exhibido en Japón junto a "Mi vecino Totoro" (1988), de Miyazaki, una historia mucho más amable.
"Pocas veces una película sobre la guerra ha sido tan fascinante y aterradora, tan fantástica como miserable: una película que duele tanto que no puedes dejar de mirarla y replantearte muchas cosas", señala López Martín, también autor de "El viaje de Chihiro", un análisis de la afamada película de Miyazaki.
Frente a la fantasía de la que siempre ha hecho alarde Miyazaki, las obras de Takahata están marcadas por un toque más intimista y personal, aunque también por una búsqueda constante de la experimentación, como queda patente en "Mis vecinos los Yamada" (1999) o su último filme, "El cuento de la Princesa Kaguya" (2013).
Basado en un cuento tradicional nipón, la película narra la vida de Kaguya, una niña diminuta que nace de un tronco de bambú y es cuidada por unos campesinos para convertirse después en princesa, una cinta que fue muy aclamada por la crítica y nominada a Mejor Película de Animación en los Oscar de 2014.
Su último filme como productor fue "La tortuga roja" ("Red turtle" (2016), el primero de Studio Ghibli dirigido por un realizador no japonés.
Desde entonces, Takahata redujo sus actividades en la productora sin llegar a anunciar que se retiraba, como sí hizo Miyazaki a finales de 2013, aunque el realizador desveló el año pasado que volvería a dirigir una película de animación.
Siempre bajo la alargada sombra de Hayao Miyazaki, Takahata nunca quiso ser el protagonista y aceptó que su compañero y amigo acaparara más éxitos y elogios. Este maestro de la animación encontró en el Studio Ghibli un espacio en el que expresarse e hizo películas que hubieran sido imposibles en cualquier otro sitio.