Más que por sus canciones y su voz cavernosa, la mexicana Chavela Vargas es recordada este 17 de abril, en el centenario de nacimiento, como una mujer que se opuso a su origen y se hizo a sí misma, convirtiéndose en uno de los grandes referentes de la música popular latinoamericana, cercana a políticos y artistas de renombre.
"En sus 100 años deberíamos recordarla como una mujer que se inventó a sí misma", asegura la actriz y senadora Jesusa Rodríguez, una de las amigas imprescindibles de Vargas, a quien ayudó a salir de una adicción al alcohol a finales del siglo pasado.
Costarricense de nacimiento, Chavela llegó a la vida por la puerta de atrás. Sus padres se divorciaron y la dejaron a cargo de unos tíos. Según confesó en entrevistas, de niña un indio la curó cuando estuvo a punto de quedarse ciega y otro mordió hierba y la puso en su boca para espantarle una poliomelitis. Fue una infancia cuyo recuerdo le causaba dolor.
Mariachi tocando en El Tenampa. Crédito: EFE
Más tarde desarrolló una adicción a reconocer la belleza en cualquiera de sus formas, un signo con el que fue marcada para encantar a quienes fueron a verla cantar rancheras -un género dominado por los hombres en aquellos años- y temas como "La llorona" o "Paloma Negra", acompañada solo de una guitarra.
Fue reconocida con el Grammy Latino a la Excelencia Musical en 2007 y murió el 5 de agosto de 2012 en México.
"Una mujer sola"
"Chavela era fascinante. A mí me interesa más su actuación en vivo que los discos. Cuando la vi por primera vez en el Zócalo me recorrió ese escalofrío que sientes cuando estás frente a un gran artista. Tenía al Zócalo bajo su mandato", cuenta la escritora argentina Mónica Maristain, quien conoció a la artista.
Sentada en el Tenampa, el restaurante donde Vargas compartió copas con el compositor José Alfredo Jiménez, la pintora Frida Khalo y decenas de figuras de la cultura latinoamericana y de otros lares, Maristain cree que si bien fue una rebelde, la mexicana nacida en Costa Rica fue por encima de todo una solitaria.
"En sus 100 años deberíamos recordarla como una mujer que se inventó a sí misma"
JESUSA RODRÍGUEZ
"La rebeldía fue la única compañía que tuvo. Fue
una mujer sola. Tendríamos que recordarla cantando y leyendo lo que dijo; me resulta vital escucharla tanto hablar como cantar", dice la periodista, cuyo discurso al referirse a la artista es siempre en tiempo presente.
Otra vida tuvo Chavela cuando ante la indiferencia de quienes la consideraban rara, emigró a México y luego se refirió al país como si fuera nativa de él con una frase lapidaria: "Los mexicanos nacemos donde nos da nuestra chingada gana".
En México fue criada de ricos, tuvo un pequeño negocio y un día se fue a Acapulco a cantar ante un público estadounidense. Su autenticidad fue reconocida y poco a poco subió las escaleras de la fama hasta caer en el Tenampa, a un costado de la Plaza Garibaldi, donde siempre se sentaba en la misma mesa y tomaba durante horas mientras los mariachis tenían prohibido callar.
"Aquí venía a echarse sus tequilas. Decía, a ver muchachos canten 'La llorona' y a veces nos tuvo hasta cinco horas. Algún día interpretó con nosotros 'Paloma negra'; uno se sentía en confianza con ella", explica el mariachi Jaime Gámez mientras observa un cuadro con la imagen de la artista.
El regreso a los escenarios
Había empezado a tomar alcohol para sacudirse el miedo al escenario. De una copa subió a cinco, luego duplicó y con el tiempo se hizo dependiente y terminó con su vida artística. Pero 13 años más tarde resurgió como cantante.
"Cuando regresó al escenario, en el cabaré El hábito se paró en una columna y lloró por una hora. Ya en el camerino pidió tequila porque nunca cantaba sin beber y mi esposa le dijo que si tomaba, no cantaba. Chavela se asustó; ahí la vi crecerse, subir al escenario y tener éxito por los siguientes 20 años", recuerda Rodríguez.
"Cuando la vi por primera vez en el Zócalome recorrió ese escalofrío que sientes cuando estás frente a un gran artista"
Mónica Maristain
Fue amiga de escritores como
Gabriel García Márquez,
Carlos Fuentes y Carlos Monsivais. Además, le gustaba vestirse como hombre, con una pistola y un tabaco y un poncho rojo.
No fue hasta que tenía más de 80 años cuando habló por primera vez sobre su preferencia sexual hacia las mujeres, en una entrevista para la televisión colombiana, según informa El Sol de México.
Los pequeños ojos que estuvieron a punto de quedarse ciegos nunca desarrollaron una agudeza visual de 20-20, pero a cambio se hicieron sensibles a la belleza hasta que el primer domingo de agosto de 2012 el corazón de María Isabel Anita Carmen de Jesús Vargas Lizano, así la bautizaron, se detuvo.
Su cómplice Jesusa Rodríguez cree que eso ocurrió solo en apariencia. "Morir es nacer a la vida porque nos convertimos en una partícula eterna del universo. Eso es ella una partícula presente", asegura.