Jim Obergefel, celebró hoy el histórico fallo de la Corte Suprema de la legalización del matrimonio homosexual en todo EE.UU.
AFP
La historia de este hombre de 48 años que perdió a su marido en 2013 se transformó en uno de los símbolos de la brega por llevar adelante esta iniciativa. "Demuestra que el matrimonio encarna un amor que puede incluso superar la muerte", expresó.
El deceso de su pareja John Arthur en 2013, no evitó que siguiera peleando hasta hoy para que se reconocieran su derecho -y el de millones de estadounidenses- a sellar su unión como un matrimonio en cualquiera de los 50 estados del país.
Ohio negó su matrimonio en vida y no reconoció su unión en la muerte, ya que no permitió que, en el certificado de defunción, John constara como una persona "casada".
Portando una foto de su marido en todo momento, trajeado y tocado con un broche con la bandera de Estados Unidos,además recibió en su teléfono móvil la llamada del Presidente estadounidense,
Barack Obama, que le transmitió su felicitación.
"Tu liderazgo ha cambiado al país", le dijo el Mandatario, mientras las cámaras de televisión captaban el instante en directo.
Obergefell no se rindió nunca durante su batalla legal y hoy estaba el primero en la fila de acceso al Tribunal Supremo, porque era algo que debía a John, la persona con la que compartió su vida durante 21 años.
Como el estado de Ohio no reconocía el matrimonio homosexual, en 2013 Jim y John, que ya sufría los estragos degenerativos de la esclerosis que acabó con su vida, tomaron un avión y viajaron a Baltimore, Maryland, donde esa unión sí era posible.
Se dieron el "sí, quiero" dentro del avión una vez tocó tierra: no podían esperar a más retrasos sin que se les reconocieran los mismos derechos conyugales que a las parejas heterosexuales.
Obergefell confió en que el siguiente paso a esta histórica decisión judicial sea que el término matrimonio homosexual "sea pronto algo del pasado. Desde hoy, simplemente se llamará matrimonio".
Ahora, regresará a Cincinnati, Ohio, la que fuera una de las ciudades más conservadoras de EE.UU. y que como el resto del país, ha cambiado en solo una década para abrazar a la comunidad de la bandera arco iris y a una nueva era en el movimiento por los derechos civiles.