MOSCÚ.- Una vez fueron el orgullo de la industria espacial de la hoy fenecida Unión Soviética: las naves que esa potencia se proponía lanzar en órbita para competir con los transbordadores espaciales hoy se llenan de polvo en un hangar escondido en el desierto kazajo.
Las naves del programa "Buran" consiguieron éxitos notables, pese a que llegaron en segundo lugar frente a su competencia estadounidense y para muchos constituyeron simples "copias".
Lejos de ello, en su vuelo inaugural -y el último- una de ellas consiguió un impecable aterrizaje automatizado, sin necesitar cosmonautas a bordo.
También eran muy distintos a la versión estadounidense. No contaban con cohetes impulsores propios, pues debían ser enviadas fuera de la atmósfera a horcajadas de poderosos cohetes "Energía", mucho más potentes que los disponibles en EE.UU.
El enorme costo que implicaba -más de 20 mil millones de rublos de la época- y el fin de la Guerra Fría hicieron imposible la continuidad del proyecto.
Así, mientras uno de los aparatos usados en pruebas aerodinámicas protagonizó un extraño periplo en el que pasó de atracción turística a chatarra abandonada, para terminar en el museo técnico germano Speyer, el resto fue almacenado en apartados hangares.
Pasados 22 años del fin del proyecto, un bloguero que se identifica como Ralph Mirebs consiguió entrar a los enormes y desvencijados recintos que albergan a las astronaves.
"Su estado es lamentable", describe
en su blog, en el que aparecen fotografías de los transbordadores. "Los paneles termorresistentes han sido arrancados, el vidrio de la cabina luce roto y el fuselaje está cubierto con excrementos de pájaros", añade, citado por el medio ruso RT.
Pese a que las naves posiblemente han sido vandalizadas para obtener materiales escasos, una de las fotos muestra la cabina de un transbordador que todavía exhibe las pantallas y parte de los sistemas que debían manipular los cosmonautas, con el fin de poner en órbita a estos ingenios de más de 100 toneladas.
Fue precisamente el inmenso costo de los programas espaciales y militares emprendidos por la URSS el que constituyó uno de los factores cruciales que llevaron al desplome del sistema soviético en 1990, al convertirse en un peso imposible de sostener por su deteriorada economía, según coinciden numerosos historiadores.
Sus competidores estadounidenses también terminaron en tierra, guardados en museos luego de una serie de trágicos accidentes que costaron la vida a 14 astronautas, y que hicieron a los diseñadores espaciales volver a modelos análogos a los exitosos Apolo y Soyuz de los '60 y '70, los últimos todavía en servicio.