SANTIAGO.- Al hablar de Margot Honecker, es inevitable hablar de la República Democrática Alemana. Catalogada como la mujer fuerte del lado oriental del Muro de Berlín, pasará a la historia por haber sido la esposa del ex jerarca Erich Honecker en los últimos años de la Guerra Fría.
Al lado del ex gobernante, la imagen de la entonces primera dama no pasó desapercibida, donde su personalidad fuerte y golpeada se hizo notar. De ahí el apodo de "la bruja púrpura", por su carácter duro y su pelo teñido de ese color.
Hoy, tras su muerte a los 89 años en Santiago, el recuerdo de esta mujer que llegó con su marido a nuestro país en medio de numerosos cuestionamientos se hace latente, no sólo en Alemania, sino que en el mundo entero, convirtiéndose en el último vestigio de la RDA.
Vida política
Margot Honecker nació el 17 de abril de 1927 en la ciudad alemana de Halle en medio de una familia pobre encabezada por su padre zapatero y su madre trabajadora en una fábrica de colchones.
Su vínculo con la política comenzó en 1945, al integrar el Partido Comunista Alemán, el que luego se transformó en el Partido Socialista Unido. De ahí, empezó su ascenso en ese mundo, lo que la llevó a ser miembro de la Cámara Popular Provisional en 1949, y un año después, con sólo 22 años, fue elegida como la parlamentaria más joven de la Cámara del Pueblo.
Fue en ese tiempo cuando conoció a Erich Honecker, 15 años mayor que ella, con quien comenzó una relación. En 1952, quedó embarazada de su hija Sonja, lo que motivó al líder político a divorciarse de su primer matrimonio y casarse con su pareja actual.
En 1963 se convirtió en ministra de Educación, donde encabezó el sistema socialista uniformado en todos los establecimientos primarios, secundarios y superiores.
Pero fue en 1973 cuando, además de seguir como titular de esa cartera, Honecker se transformó en primera dama, luego que su marido fuera designado líder de la RDA, cargo que ejerció hasta 1989.
Fue en esa época donde la ministra impartió una de sus medidas más controvertidas, al introducir clases militares obligatorias en los colegios, incluyendo el uso de armas.
Su compromiso con el gobierno era evidente: "Para mí, la República Democrática Alemana era mi vida. Yo trabajé, colaboré, desde el primer momento, por la construcción de ese país. Dediqué toda mi vida a ello y es verdaderamente trágico que ya no exista", decía en un documental elaborado por el canal público alemán ARD, divulgado en 2012.
La caída y el exilio
El gobierno de Erich Honecker será recordado por las violaciones a los derechos humanos cometidas ahí y también por las numerosas muertes ocasionadas en los intentos de aquellos que querían a Alemania Occidental.
Fue así como, poco antes de la caída del muro de Berlín, los Honecker dejaron el poder y comenzaron los cuestionamientos y los enjuiciamientos al ex jerarca. En el caso de Margot, las acusaciones tienen que ver por fomentar adopciones forzosas, lo que siempre fue negado por ella.
Así, el matrimonio abandonó Alemania para refugiarse en la embajada chilena en Moscú en 1991.
Un año después, llegaban a Santiago en calidad de asilados, en respuesta también por el rol que tuvieron en los 70 tras acoger a los chilenos perseguidos por la dictadura de Augusto Pinochet.
En 1994, Erich Honecker fallece, quedando su esposa Margot sola en su casa de La Reina. Tras ello, la mujer se mantuvo bastante alejada de la vida pública sin hablar con los medios de comunicación y participando de vez en cuando en actividades del Partido Comunista.
Pasaron los años y la otrora mujer fuerte de la Alemania comunista no se arrepentía: "¿Cuáles fueron los crímenes de la RDA? ¿Que la gente haya vivido en libertad? ¿Que las personas tuvieran perspectivas en su vida? ¿Que las personas pudieran ganar un sueldo honestamente? ¿Que tuvieran una buena educación, un buen sistema de salud? ¿Que las personas pudieran opinar? ¡Que me expliquen dónde está el delito!", decía a la televisión alemana.
Asimismo, respecto a las muertes ocasionadas por el muro de Berlín, recalcó que "para nadie es indiferente que una persona joven pierda la vida de esa manera, porque es una muerte innecesaria. Esa persona no tenía para qué haber saltado por encima del muro. Pagar con la vida por esa estupidez es algo terrible".
"Se cometieron errores y eso se debe lamentar, pero aquellos que exigen que nosotros pidamos perdón por eso, primero deben pedir perdón ellos de que durante siglos se haya explotado a la humanidad, se la haya mandado a la guerra, y que la humanidad siga siendo explotada y bombardeada (...) Nosotros no tenemos que pedir perdón. Ellos tienen que pedir perdón", agregaba.
"Vivo en una sociedad capitalista, no estoy de vacaciones en Chile. Tengo que manejar la vida diaria y esto requiere de mucha fuerza. Y esta fuerza no la gasto en preocuparme de cuánto me habrían odiado. Yo nunca me he dado cuenta", cerró.