SANTIAGO.- El 5 de septiembre de 1972 ocho hombres ingresaron a la Villa Olímpica de los JJ.OO. de Munich y asesinaron a once atletas israelíes. Una fatídica noche que este mes vuelve a la memoria de la opinión pública, a días de que comience la cita deportiva en Río de Janeiro.
Y es que la sombra de un eventual atentado alerta a las autoridades que buscarán evitar que el evento se transforme en una vitrina del terrorismo. Aún más, cuando una serie de ataques han afectado a ciudades de grandes países como Francia, Bélgica y Alemania en los últimos meses. Uno de ellos precisamente en Munich, al igual que aquel ocurrido hace 44 años atrás.
"Septiembre negro"
Eran las 4:30 de la madrugada, cuando un comando armado de origen palestino denominado "Septiembre negro", saltó la reja lateral de la Villa Olímpica con una bolsa de granadas y fusiles AK-47 e ingresó a las habitaciones de los deportistas de Israel.
Moshé Weinberg de 33 años, entrenador del equipo de lucha libre, alertó a los deportistas. Nueve de ellos lograron escapar, pero once fueron tomados como rehenes. Weinberg y el luchador Joseph Romano fueron los primeros en morir. Tras intentar reducir a los asaltantes, ambos fueron acribillados y fallecieron ante los ojos de sus compañeros. Entonces, el comando de los ocho terroristas hizo su exigencia y dio un ultimátum: la liberación de 234 presos árabes detenidos en cárceles israelíes.
No obstante, desde Israel se comunicó que no se negociaría con los terroristas. "Si negociamos y cedemos, ningún israelí estará seguro en ninguna parte del mundo", había dicho en aquella ocasión la entonces Primera Ministra de Israel, Golda Meir.
La situación se extendió hasta las 17:00 horas de esa jornada y a pesar de ello, los Juegos continuaron con normalidad hasta las 15:00. Tras cinco horas de negociaciones, los terroristas solicitaron un helicóptero para ser trasladados al aeródromo de Fürstenfeldbruck y luego despegar en un avión hacia El Cairo. Se habían enterado por la televisón que la policía alemana ingresaría al recinto y terminaría con la toma de rehenes.
Las autoridades accedieron, pero con un plan de seguridad que pretendía tenderles una trampa cuando intentaran abordar la nave hacia Egipto. Pero el plan resultó ser un fiasco: no se contaba con suficiente personal especializado y se integró a funcionarios policiales mal entrenados.
El resultado fatal ocurrió cuando los sujetos se percataron de que su vuelo no contaba con tripulación. Se produjo un tiroteo y a la medianoche explotó una granada dentro de uno de los helicópteros. El saldo fue de un policía, cinco de los ocho terroristas y todos los rehenes, muertos. Los otros tres palestinos fueron detenidos y tras realizarse una conmemoración durante la jornada siguiente, los Juegos Olímpicos continuaron con normalidad.
Temor en Brasil
El trágico atentado volvió a la memoria, luego de los últimos ataques en Europa. El 22 de julio pasado,
nueve personas murieron a manos de un tirador ultranacionalista alemán en un local de comida rápida en Munich. Después, un hombre mató con un hacha a un pasajero de un tren en la localidad de Reutlingen. Y semanas previas, Francia fue víctima de un nuevo acto de violencia donde murieron
84 personas en la ciudad costera de Niza. Todos ellos ocurridos a pocos días de que se lleve a cabo una nueva versión de los Juegos Olímpicos y mientras un grupo acusado de ser una célula yihadista era detenido en Brasil.
Con dichos antecedentes, el país latinoamericano desplegó
85 mil efectivos de las fuerzas militares y policiales para resguardar la ciudad carioca. Asimismo, el Gobierno decidió desvincularse de la empresa privada que había contratado para la seguridad de las sedes olímpicas. Tras la decisión, se reemplazó a sus funcionarios con miembros especializados de la policía federal y estatal que blindarán cada uno de los locales de competición.
En tanto, se desarrollará un aparato de inteligencia que hará seguimiento a los individuos identificados como miembros de células terroristas del país. Así, aunque la amenaza sigue latente a cuatro días de que comience el gran evento deportivo, las autoridades continúan reforzando la seguridad para apaciguar el temor de que Río de Janeiro se convierta en un nuevo Munich.