SANTIAGO.- Hace exactamente una década Wolfgang Priklopil murió tras ser atropellado por un tren en Viena, Austria ¿El motivo? Natascha Kampusch, quien había permanecido más de ocho años cautiva y bajo su poder, había logrado escapar y vuelto a ser libre.
El 2 de marzo de 1998, Priklopil vio pasar a la pequeña Natascha de diez años. Como cualquier niña de su edad y al igual que todas las mañanas, iba camino a su escuela. Mirándola de cerca y desde su furgón de color blanco, ya estaba decidido: la tomó entre sus brazos, la subió al vehículo y se la llevó.
Wolfgang tenía 34 años cuando todo aquello sucedió. Era ingeniero de telecomunicaciones desempleado, pero había trabajado hasta hace poco en la compañía multinacional Siemens. Desde su origen, nada parecía indicar que tendría la intención de raptar a una niña.
Nació en la ciudad de Hainburg an der Donau, en Austria, siendo hijo único de Karl y Waltraud Priklopil, y creció en un ambiente familiar estable. Sus progenitores eran comerciantes: mientras su padre se dedicaba a la venta de coñac, su madre lo hacía a la industria del calzado.
Aún así, sus compañeros de trabajo lo describían como misógino y algunos aseguran que fue víctima de abuso escolar durante su adolescencia. Según el relato de la propia Natascha, era admirador de Adolf Hitler y se creía un rey o dios egipcio.
Tras la muerte de sus abuelos, heredó un terreno rural a las afueras de Strasshof. Allí viviría luego la pequeña Natascha. El técnico electrónico la encerró en un sótano de no más de seis metros cuadrados sin luz natural, espacio que él mismo había construido debajo del garaje de su casa.
La golpeó y torturó con electricidad; la mantuvo casi sin comida y sin agua; la violó cuando llegó su pubertad, y en varias ocasiones, le provocó tanto daño que la dejó al borde de la muerte. Además, había instalado todo un entramado técnico para controlar cada uno de sus pasos en el la pequeña habitación y le había asegurado que la puerta contaba con un dispositivo explosivo, para evitar que intentara escapar.
La llamada de un amigo
Natascha Kampusch volvió a ser libre el 23 de agosto de 2006, gracias a una llamada telefónica que distrajo a Wolfgang. Un suceso extraño, pues era extremadamente precavido, desconfiado y paranoico.
Por cerca de un año y medio, la mantuvo encerrada en la habitación sin ver la luz del sol. Tras percibir que las indagatorias sobre la desaparición de la niña amainaron e iban quedando archivadas, decidió autorizarla a subir al baño de la casa principal para que pudiera lavarse, pero sólo por algunos minutos.
Pasado algún tiempo, su desconfianza en Natascha fue disminuyendo. Le gustaba pasar las navidades y el año nuevo junto a ella, y paulatinamente la dejó estar más tiempo con él en la superficie. Antecedentes de la investigación aseguran que viajaron juntos de vacaciones a los Alpes y que la joven tenía acceso a diarios y revistas.
Incluso, uno de sus más cercanos amigos y gerente de una empresa constructora, Ernst Holzapfel, aseguró, poco después de conocerse el caso, que en una ocasión Wolfgang ya de 44 años, lo fue a visitar para que le prestara un remolque. Según recordó, lo recibió acompañado de Natascha, de 18 años. "Cuando abrí la puerta me presentó a la joven mujer como una conocida sin indicar ningún nombre", explicó y sostuvo que ambos actuaron de forma totalmente normal.
Poco tiempo después, Holzapfel también recibiría una llamada de su amigo pidiéndole ayuda. "Por favor, ven a buscarme. Es una emergencia. Ven, por favor inmediatamente", había dicho. Según él, estaba muy nervioso y le dijo que estaba huyendo de un control policial porque había bebido alcohol.
Ese mismo día, Natascha escapó de la casa de su raptor, corrió hasta la residencia de una vecina y logró que ésta llamara a la policía. Wolfgang la buscó desesperadamente por toda la ciudad, pero no logró encontrarla. Condujo hasta las vías del tren local y se suicidó. Pocas horas después, Holzapfel fue llamado por la policía local para que acudiera a identificar el cuerpo de su amigo.