SANTIAGO.- Hombre fuerte de Panamá, halcón de la CIA y el último dictador del país centroamericano. Así se le describía a Manuel Antonio Noriega, de 83 años, que este lunes murió luego de que se le extirpara un tumor cerebral benigno y mientras cumplía una condena de más de 60 años por violación a los derechos humanos.
Dirigió el país entre 1983 y 1989 a pesar de nunca ostentar el título de Presidente. Le pusieron el apodo de "Tony, el breve", por lo sucinto de sus comentarios y su mirada que infundía temor. Los ciudadanos, en cambio, lo conocían como el "Cara de Piña", debido a las marcas que habían dejado el acné en su cara.
Su origen es más bien humilde. Nació en la Ciudad de Panamá el 11 de febrero de 1935 y se crió en el seno de una familia del barrio de San Felipe, uno de los más pobres del país. En tanto, sus estudios los cursó en el Instituto Nacional, el más antiguo del país, y luego en la Escuela Militar de Chorrillos de Lima (Perú). En esta última se dice habría ocurrido su primer acercamiento con los servicios de inteligencia estadounidenses, que lo habrían contratado como informante.
Tras su graduación, con 22 años ingresó a la Guardia Nacional. En 1970 apoyó el golpe militar que llevó al poder al general Omar Torrijos, quien lo nombró jefe del servicio de inteligencia: el G-2.
Con la muerte de Torrijos en un extraño accidente aéreo en 1981, Noriega continuó ascendiendo. Alcanzó el generalato dos años después y sólo once días más tarde fue nombrado comandante jefe de la institución, es decir, gobernante de Panamá.
Halcón de la CIA y vínculos con el narcotráfico
Si su relación con los servicios de inteligencia estadounidenses surgió mientras recién se formaba como alférez de ingeniería en la capital peruana, cuando llegó al liderazgo del G-2, los vínculos se hicieron mucho más fuertes. En plena Guerra Fría y con su ascenso al poder, su validación con el organismo norteamericano se consolidó y Washington optó por no dejar que el aumento de las acusaciones en su contra influyera en su estrecha cooperación.
Sin embargo, los rumores sobre su supuesta relación con el crimen organizado, que al comienzo eran insipientes, pasaron a hacerse cada vez más concretos. Su principal declive se produjo en 1987, a raíz de las acusaciones de un compañero de armas: el ex jefe del Estado mayor del ejército panameño, el coronel Roberto Díaz Herrera, quien afirmó que Noriega era cercano a agrupaciones de tráfico de armas y drogas.
Además, afirmó que el dictador planeó la muerte de Torrijos y le atribuyó la responsabilidad por casos de tortura, desaparición y muerte de una serie de dirigentes políticos contrarios a la dictadura. Entre éstos últimos, se encuentra la orden de decapitación del líder opositor Hugo Spadáfora en 1985.
Noriega se defendió de las imputaciones denunciándolas como maniobras de quienes querían desprestigiarlo, pero para ese entonces, la crisis ya había tocado a su puerta.
Su caída
Las revelaciones causaron protestas multitudinarias en todo el país, pero éstas fueron violentamente reprimidas y, en 1988, el Congreso estadounidense lo acusaba de narcotráfico y de tener vínculos con el cartel colombiano de Medellín. El aliado fiel de la CIA, pasó a ser un enemigo vinculado al crimen organizado.
Un año después, tras unas fraudulentas elecciones y un intento fallido de golpe de Estado, el 20 de diciembre el ex Presidente estadounidense, George H. W. Bush (1989-1992), ordenó invadir Panamá para capturar a Noriega, en una operación conocida como "Causa Justa". Según consigna la BBC fueron cerca de 24 mil los soldados que llegaron al país centroamericano. Datos oficiales afirman que al menos 500 personas murieron en el enfrentamiento, pero organizaciones no gubernamentales elevan la cifra a varios miles.
Sin más oportunidad, Noriega se entregó el 3 de enero de 1990. Fue condenado en EE.UU. a 40 años de cárcel por narcotráfico y blanqueo de capitales, aunque cumplió solo la mitad al adquirir el beneficio por buen comportamiento. En 2010 fue extraditado a Francia para ser juzgado por el delito de lavado de activos y sentenciado a siete años de presidio.
Finalmente, en 2011, el país europeo decidió enviarlo para ser enjuiciado en Panamá. Llegó a su país en silla de ruedas, anciano y fatigado, aparentemente enfermo, pero fuertemente custodiado, y fue encarcelado en una prisión de seguridad media en uno de los márgenes del Canal de Panamá. Se le castigó a cumplir tres condenas de 20 años cada una.
Precisamente se encontraba cumpliendo esta sentencia cuando se le diagnosticó un tumor cerebral benigno. En enero de este año, debido a su delicado estado de salud y a que debía realizarse la operación pertinente, se le concedió la prisión domiciliaria. En la audiencia de solicitud de la medida, dio la que sería su última declaración ante un tribunal: "Con mi corazón, bajo el nombre de Dios, no tuve nada que ver con la muerte de ninguna de estas personas".
Cuatro meses después de ello, el último dictador de Panamá moriría producto de una "hemorragia cerebral importante", según dijo su hija, en un hospital en Panamá, 26 años después de su caída.