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"No puedo creer que estamos vivos": El relato de los pasajeros del avión que se estrelló en México

Después del accidente de la aeronave en Durango, donde no se registraron fallecidos, sus protagonistas cuentan la angustia vivida y por qué califican la situación como un "milagro".

02 de Agosto de 2018 | 10:56 | The New Yrok Times
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AP
DURANGO.- El reverendo Esequiel Sánchez se sentía inquieto incluso desde antes de que despegara el vuelo de Durango hacia Ciudad de México a las 15:30 horas (16:30 en Chile). Había empezado a llover cuando el avión de pasajeros rodaba por la pista y las gotas caían cada vez con mayor fuerza.

Le sorprendió que el avión lograra despegar. "Sentía que iba a ser un vuelo turbulento", dice.

La aeronave empezó el ascenso y el padre Sánchez notó desde la ventana de su asiento, el 1D, que ya no había nada de visibilidad. Entonces el avión empezó a descender y los pasajeros a gritar.

El reverendo afirma que no estaba seguro si morirían todos a bordo, pero él decidió "preparase por si acaso". Rezó en silencio: "Señor, ayúdanos por favor. Y perdónanos, a todos los que estamos en el avión".

Unos momentos después el avión golpeó contra la tierra, primero con la nariz. Sin embargo, las 103 personas a bordo sobrevivieron: cuatro integrantes de la tripulación y 99 pasajeros, entre ellos dos menores de edad.

El vuelo AM2431, un jet Embraer ERJ-190AR, se detuvo a casi trescientos metros del aeropuerto General Guadalupe Victoria.

Entre el humo y el olor ácido de combustible, la tripulación jaló las puertas de emergencia mientras otros escaparon por un agujero cerca de un ala. Sánchez, apodado el padre Zeke por su congregación, ayudó a un auxiliar de vuelo a escoltar a la gente hacia afuera del jet. Vio al piloto en el piso: estaba herido pero vivo.

"Si el avión hubiera ido más rápido, la cantidad de personas que salió con vida sería mucho menor. Entonces, sí, lo atribuyo a un milagro"

Esequiel Sánchez
"Si el avión hubiera sido más largo creo que no estaríamos hablando", dice vía telefónica mientras se alista para una intervención quirúrgica; le van a instalar una placa de titanio en su brazo izquierdo debido a fracturas. "Si el avión hubiera ido más rápido, la cantidad de personas que salió con vida sería mucho menor. Entonces, sí, lo atribuyo a un milagro", afirmó.

"Todavía no creo que todos salimos vivos"

Otro sobreviviente es Rudy Díaz, un mexicano-estadounidense de 36 años dueño de un camión que vive en Chicago y que viajó a Durango para el bautizo de la hija de un amigo, Chris Korsch, quien también iba en el vuelo.

"Todavía no puedo creer que todos salimos vivos", reconoce Díaz, desde el vestíbulo de un hotel en Durango. "Nunca te imaginas que algo así te pueda suceder y que puedas vivir para contarlo. Gracias a Dios, que nos dio una segunda oportunidad y no dejó que voláramos más alto. De otro modo no estaríamos aquí", agrega.

Díaz, quien iba en la fila 7 del avión, recuerda haber escuchado un fuerte estallido que provocó que el jet se sacudiera hacia arriba y hacia abajo. Se golpeó la cabeza con el fuselaje y, al ver que había llamas, se desabrochó el cinturón de prisa.

"Fue horrible, la gente gritaba y los niños pequeños estaban llorando; las mujeres mayores no podían caminar por el lodo y yo intentaba ayudar a que quedáramos lo más lejos posible del avión que ya estaba en llamas", afirma. "El avión se estaba despedazando desde que despegamos; se escuchó el 'bum' y ya había partes sueltas".

Cuando se le pregunta si está de acuerdo con aquellos que describen como un milagro el hecho de que todos hayan sobrevivido, Díaz dijo: "No sé si creía en los milagros antes, pero ahora claro que sí".

La prima de Díaz, Ruby Rodríguez, de 37 años y que también vive en Chicago, reconoce que estaba segura de que iba a morir. Recuerda que gritó los nombres de sus tres hijos y declaró en voz alta que los amaba (ellos estaban en Chicago).

Pero después escuchó a alguien de la tripulación que les pedía a todos que corrieran y salieran del avión. Eso fue lo que hizo.

"Fue horrible, la gente gritaba y los niños pequeños estaban llorando; las mujeres mayores no podían caminar por el lodo y yo intentaba ayudar a que quedáramos lo más lejos posible del avión que ya estaba en llamas"

Rudy Díaz
Rodríguez, una gestora de herencias que estaba en Durango para una reunión familiar, admite que pasó horas llorando e intentando lidiar con varias emociones distintas.

"Estoy triste de lo que ocurrió, de que hubo gente que vivió esa experiencia traumática, pero a la vez estoy muy feliz de estar viva", sostiene.

"Hace que aprecies más la vida y que pienses: 'Sigo aquí, entonces ¿cuál es mi propósito?'. Te hace pensar en qué es realmente importante y qué ya no lo es".

Rodríguez, como otros pasajeros, describió el despegue como "inusualmente inestable". Estaba sentada en la parte de atrás del avión, cerca de los baños.

"Heroismo" del piloto

En Durango, una ciudad del centro-norte de México, los habitantes dijeron que rezaban por la recuperación del piloto, Carlos Galván Meyran, de 38 años, quien sufrió heridas graves y la tarde del martes fue sometido a una operación cervical.

La intervención fue exitosa y Meyran está en recuperación, aunque los funcionarios locales dijeron el miércoles que su situación aún es delicada.

En redes sociales y en medios locales varios enaltecieron a Galván y su conducta "heroica" al considerar que sus maniobras previnieron una tragedia.

103personas iban a bordo del avión
Los funcionarios locales dijeron que la causa de la caída fue una ráfaga inusual de viento que se azotó contra el jet y precipitó su caída, impulsándolo hacia la izquierda de la pista.

El padre Sánchez asegura que las condiciones climáticas parecían una microexplosión, una corriente intensa a pequeña escala producida por una torménta eléctrica o una lluvia. "Bajamos muy rápido", explica.

Aviation Safety, un sitio web que revisa los accidentes e incidentes aéreos, reportó que ambos motores se desprendieron durante el deslizamiento en tierra y que el avión se detuvo justo después de la parte asfaltada de la pista.

El reverendo Sánchez, el cuarto de siete hijos nacidos de migrantes mexicanos en Chicago, fue ordenado en 1995. Celebró su cumpleaños número 50 el sábado pasado, con sus amigos y familiares, en La Purísima, de donde son oriundos sus padres en Durango. Dijo que estaba ansioso por regresar a su casa, en el suburbio Des Plaines de Chicago, donde es rector del Santuario Nuestra Señora de Guadalupe. Ese sitio, nombrado en honor de la Virgen María, es un destino muy popular para peregrinos de todo el mundo.

Antes de entrar a la sala de operaciones, el reverendo Sánchez, quien tenía un fuerte dolor de espalda y varios huesos fracturados, estuvo acompañado por su hermano menor Jaime. Ante la pregunta de qué dirá en su primera misa cuando regrese a Chicago, recalca: "Se los dije: hay que rezar con fervor. Uno nunca sabe".
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