El 10 de diciembre de 1999, el hoy fallecido Fernando De la Rúa vivió el día más importante de su larga carrera política: se convirtió en Presidente de Argentina. Lo hizo con una alta popularidad y confiando en la alianza entre los radicales y la centroizquierda. Jamás imaginó que a pocos meses de su llegada al poder todo comenzaría a derrumbarse y que, solo dos años más tarde, presenciaría la más dura de sus jornadas: la de su caída.
Cuando el reloj marcaba las 19:45 horas del 20 de diciembre de 2001, el Presidente anunció su renuncia y salió de la Casa Rosada en un helicóptero. Afuera, en la Plaza de Mayo, las violentas protestas y la represión policial, desatadas por una de las peores crisis económicas de la historia del país trasandino, alcanzaban su punto más crudo. Entonces, solo una palabra resonaba en la cabeza de los argentinos: "Corralito".
"Corralito", el jaque mate de la crisis
De la Rúa llegó al sillón presidencial precedido por una carrera como legislador y trajo consigo grandes expectativas. El radical ponía fin a 10 años de hegemonía del Partido Justicialista (peronismo) e instalaba en la Casa Rosada a la "Alianza", conformada por su colectividad, la Unión Cívica Radical (UCR, socialdemócrata), y el Frente País Solidario (Frepaso, centroizquierda).
Sin embargo, todo comenzó a debilitarse el 6 de octubre del año 2000, cuando su vicepresidente Carlos "Chacho" Álvarez (Frepaso), dio un portazo a la "Alianza" y renunció a su cargo. La salida se produjo en respuesta a las denuncias sobre un supuesto pago de sobornos de miembros del Ejecutivo a senadores opositores, para aprobar una cuestionada ley laboral, y supuso el fin de la coalición oficialista.
A este quiebre, De la Rúa debió pagar los platos rotos del endeudamiento de la llamada
"fiesta menemista" que, como lo dice su nombre, fue heredada de su predecesor, el peronista Carlos Menem. Según consigna el diario trasandino La Nación, el radical asumió el Gobierno con un
déficit fiscal de unos 10.000 millones de dólares anuales.
Esto llevó a su primer ministro de Economía, José Luis Machinea, a acordar, en diciembre de 2000, un plan de ayuda por US$40 mil millones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y bancos internacionales. El denominado "Blindaje" pretendía dar certeza sobre la capacidad de pago de Argentina, pero el programa no trajo los resultados esperados y la fuga de capitales se acentuó. Machinea renunció en marzo de 2001.
Luego fue el turno de Ricardo López Murphy, quien a solo días de llegar a la cartera anunció su programa de ajuste fiscal, que incluía recortes de fondos para áreas como salud o educación. La medida desató las primeras protestas ciudadanas contra el Ejecutivo, que terminaron por costarle el cargo a López Murphy en menos de un mes.
Ante el clima de inestabilidad, De la Rúa convocó a su equipo a Domingo Cavallo, considerado el mentor de la convertibilidad. A modo de "salvador", el ex ministro de Economía de Menem asumió el desafío de encarrilar, precisamente, la convertibilidad que se había visto afectada por las crisis de México, Rusia y Brasil, y cuya estabilidad había sido eje de las promesas de campaña del radical.
Cavallo firmó primero un nuevo acuerdo con el FMI, el denominado
"Megacanje", y luego hizo efectiva su más polémica medida: el
decreto de necesidad y urgencia 1570, que pasó a la historia con la denominación de
"Corralito".
La iniciativa fue puesta en marcha el 3 de diciembre de 2001 e implicó una restricción a la extracción de dinero en efectivo de los depósitos de plazos fijos, cuentas corrientes y cajas de ahorro. Principalmente, permitía retirar solo 250 pesos argentinos por semana en efectivo (lo mismo en dólares), prometiendo un libre uso del dinero acreditado en las cuentas a través de transferencias bancarias y electrónicas únicamente.
Pero los argentinos no estaban acostumbrados a las transferencias ni a las tarjetas de débito, por lo que la medida desató el pánico entre los ciudadanos y el caos en los bancos. Así, con el desempleo por sobre el 18% (octubre de 2001, citado por La Nación); la pobreza en 38,3%; el FMI restando su ayuda y la indignación por el "Megacanje" y el "Blindaje" en ascenso, el "Corralito" terminó por colmar la paciencia de los argentinos y fue el empujón que lanzó al abismo al Gobierno de De la Rúa.
Protestas y salida en helicóptero
Las revueltas populares y huelgas generales se tomaron el país, llegado a su clímax el 19 diciembre de 2001. Ese día el Ejecutivo declaró estado de sitio como respuesta a la explosión social marcada por masivas marchas, cacerolazos, quemas de vehículos, ataques a sedes gubernamentales y saqueos al comercio, mientras que Cavallo presentó su renuncia.
Pero la medida solo empeoró la crudeza de las protestas. La mañana del 20 de diciembre, en las calles trasandinas se vivió una batalla campal entre policías y manifestantes. La represión dejó más de 30 muertos en el país, cinco de ellos en los alrededores de la Plaza de Mayo, pleno centro de Buenos Aires.
30personas murieron en las protestas del 19 y 20 de diciembre
A esas alturas, De la Rúa ya había tomado su decisión y escribía su carta de renuncia. A las
19:45 horas, cuando el humo y las piedras aún inundaban el centro de la capital,
el entonces Presidente divulgó la misiva e hizo oficial su retirada. Según el diario Clarín, solo siete minutos después subió al helicóptero, siendo captado por las cámaras fotográficas en una imagen que terminó dando la vuelta al mundo.
La caída de De la Rúa fue un duro golpe para la UCR, hasta entonces una de las dos principales fuerzas políticas argentinas del siglo XX, y significó el fin de la carrera política del ex Presidente. En su libro "Operación política. La causa del Senado", el radical se considera víctima de un "golpe civil" y de "una intensa persecución judicial, mediática y política".
Pero su ascenso y posterior salida fueron solo el comienzo de una larga incertidumbre para Argentina: cinco presidentes pasaron por la Casa Rosada en diez días, hasta que el Senado proclamó a Eduardo Duhalde (peronista) para que asumiera al frente de una transición.