Douglas Tompkins y su esposa en su creación, el parque Pumalín.
La Segunda (archivo)
SANTIAGO.- Un vuelo en avioneta sobre la Patagonia en la década de 1960 marcó la pasión que el empresario estadounidense Douglas Tompkins, según él mismo recordaba después, sentía por la naturaleza casi virgen del extremo austral de América.
Cuatro décadas después, las tierras de las que el ecologista se había enamorado y cuya naturaleza se había comprometido a proteger se convirtieron en su tumba.
El hombre de negocios, quien tenía 71 años de edad y cuya fama se cimentó en la creación de marcas de ropa deportiva tan célebres como The North Face y Esprit, combinó el emprendimiento con el entusiasmo por los deportes al aire libre y la escalada: en 1968 trepó junto a un grupo de exploradores al monte Fitz Roy, una aventura cuyo registro quedó en el filme "Mountain of storms".
Poco más de 20 años más tarde, buscando "jubilarse del hiperconsumismo", según confesó en una entrevista, otro recorrido en plena naturaleza, esta vez en un bosque de alerces en el sur de Chile, marcó su destino. Llegó hasta allí invitado por un fotógrafo de la revista "National Geographic" y aprovechó la oportunidad de adquirir un predio arbolado con especies nativas que estaba en venta.
Poco a poco, Tompkins comenzó a aplicar "en terreno" sus concepciones centradas en la llamada "ecología profunda" y expandió sus propiedades en la Patagonia chilena y argentina con el alegado objetivo de impedir la explotación de los alerces y conservarlos para la posteridad.
Pronto, la creciente extensión de sus tierras, bautizadas luego como el parque Pumalín, comenzó a despertar inquietud y resquemores en Aysén y más allá.
El punto álgido de las críticas contra el empresario vino a partir de la década de 1990, cuando autoridades del gobierno encabezado por el ex Presidente Eduardo Frei encabezaron una ofensiva destinada a limitar la expansión de Pumalín.
Uno de los adversarios más enconados del ecologista estadounidense fue el ex subsecretario y luego ministro del Interior -más tarde, en el primer gobierno de Michelle Bachelet-, Belisario Velasco, quien lo acusaba de virtualmente dividir el país con la extensión de sus posesiones.
Los elementos claves del conflicto entre las autoridades y Tompkins se centraron en la construcción de un camino destinado a complementar la Carretera Austral que debía pasar por terrenos del extenso parque, y más tarde con la hoy desechada construcción de la central HidroAysén, que exigía la instalación de un tendido eléctrico que atravesaría los bosques australes.
En ambos casos, el empresario ecologista planteó su rechazo, centrado en la convicción de la necesidad de proteger de la intervención humana una de las últimas extensiones boscosas vírgenes del planeta.
"Los locales siempre son resistentes a la preservación, porque se tocan intereses y prevalecen otras visiones sobre el desarrollo", declaraba.
En Argentina, donde también adquirió extensas propiedades, Tompkins fue acusado de intentar apoderarse de importantes fuentes de agua dulce cordilleranas, una acusación que el empresario rechazaba de plano.
Sin contradicción entre capitalismo y ecología
En 2014, el empresario inició el proceso de donación del parque Pumalín al Estado chileno. "Es una fundación chilena la que lo hace, y es un regalo para el país", señaló entonces el ecologista.
En tanto, una de las polémicas más recientes que enfrentó se relacionó con el control de la población de caballos asilvestrados en la zona de Yendegaia, donde existe un parque nacional que Tompkins también donó al Estado.
El empresario Andrés Cox denunció que los animales eran cazados para eliminarlos, acusación que el ecologista desmintió tras asegurar que los equinos eran retirados vivos, aunque sedados, con el fin de evitar los daños que causaban en la flora nativa.
En marzo del año pasado, un incendio que se desencadenó en la hacienda Estancia Chacabuco, propiedad de la viuda del magnate, Kristine McDivitt, fue afectado por un incendio que destruyó unas 3 mil hectáreas.
Durante toda su carrera como ecologista, Tompkins insistió en que su único objetivo fue la protección sin condiciones de la naturaleza virgen que todavía conserva el planeta de la depredación humana, sin otros condicionamientos ideológicos.
"Cuando tenía 16 años comencé a ser parte de una ONG ambiental. Partí en los movimientos sociales y luego en el ambientalismo. Quiero decir que no es incompatible trabajar dentro del sistema capitalista y tener sentimientos ambientales", declaraba.