El 4 de septiembre de 1970, Salvador Allende Gossens, candidato de la Unidad Popular (UP), obtenía la mayoría relativa en las elecciones presidenciales. Con el 36,2% de los sufragios —en unos comicios donde participó el 34,74% de la población—, lideraba las preferencias frente al candidato independiente apoyado por la derecha Jorge Alessandri Rodríguez (que obtuvo el 34,9% de los votos) y al democratacristiano Radomiro Tomic Romero (27,8%).
De acuerdo con la Constitución vigente, como ningún candidato había obtenido la mayoría absoluta, el Congreso pleno debía decidir quién asumiría el gobierno entre las dos primeras mayorías. Y después de intensas negociaciones con la Democracia Cristiana —esta aportó con 74 de los 153 votos a favor que obtuvo el postulante de la UP—, el 24 de octubre el Poder Legislativo ratificó a Allende, quien recibiría la banda presidencial de manos del mandatario DC Eduardo Frei Montalva.
De esa manera llegaba al gobierno la alianza de izquierda integrada por socialistas, comunistas, radicales, el Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU) y la Acción Popular Independiente (API).
Eran tiempos convulsionados, no solo en Chile. El mundo vivía una Guerra Fría que dividía al globo entre el bloque capitalista de Occidente, bajo la influencia de Estados Unidos, y el liderado por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), de ideología comunista.
En el país, Allende prometía la "vía chilena al socialismo" abriéndose paso en las urnas. Era una experiencia sin precedentes y el mundo miraba expectante.
El diagnóstico
La cuestión internacional era un tema de importancia para la Unidad Popular. Según relata en su libro "Reencuentro con mi vida" (de 1987) el socialista Clodomiro Almeyda —quien sería ministro de Relaciones Exteriores, de Defensa y vicepresidente de la República durante la administración de Allende—, el proyecto de la UP tenía una "clara dimensión internacional".
Lo anterior, según Almeyda, porque "la realización en Chile de una transformación democrática avanzada, orientada hacia el socialismo, afectaba intereses extranjeros de significativa importancia, alteraba también en algún modo el statu quo político latinoamericano, introducía un elemento conflictivo y perturbador en el sistema interamericano y, por tanto, influía también en alguna medida en el panorama político mundial, determinado esencialmente por la pugna entre el mundo capitalista liderado por Estados Unidos y el conjunto de Estados socialistas encabezado por la Unión Soviética".
De hecho, el Programa Básico de Gobierno de la Unidad Popular —documento aprobado el 17 de diciembre de 1969 por los partidos del conglomerado— destinó un apartado a la política internacional que se llevaría a cabo en caso de llegar a la presidencia.
En esas páginas, que durante 1970 circularon en distintos folletos, la UP afirmaba que "lo que ha fracasado en Chile es un sistema que no corresponde a las necesidades de nuestro tiempo. Chile es un país capitalista, dependiente del imperialismo, dominado por sectores de la burguesía estructuralmente ligados al capital extranjero, que no pueden resolver los problemas fundamentales del país".
Asimismo, en el documento se criticaba la explotación imperialista —apuntando principalmente a Estados Unidos— y se acusaba que las "recetas 'reformistas' y 'desarrollistas' que impulsó la Alianza para el Progreso e hizo suyas el gobierno de Frei no han logrado alterar nada importante. En lo fundamental, ha sido un nuevo gobierno de la burguesía al servicio del capitalismo nacional y extranjero, cuyos débiles intentos de cambio social naufragaron sin pena ni gloria entre el estancamiento económico, la carestía y la represión violenta contra el pueblo".
De esa forma, el diagnóstico concluía que "la tarea fundamental que el Gobierno del Pueblo tiene ante sí es terminar con el dominio imperialista de los monopolios, de la oligarquía terrateniente e iniciar la construcción del socialismo en Chile".
Definiciones estratégicas
Los ejes del programa de la UP en materia de relaciones exteriores eran claros: abandonar una relación de dependencia y explotación con los países imperialistas y fortalecer lo nacional y latinoamericano. Esas ideas estarían presentes en la gestión del gobierno y en los discursos que pronunciarían las autoridades, como la intervención del Presidente Allende en la Asamblea General de Naciones Unidas en diciembre de 1972, donde afirmó que "el imperialismo y su crueldad tienen un largo y ominoso historial en América Latina, y está muy cerca la dramática y heroica experiencia de Cuba".
La política internacional del gobierno de la UP estaba dirigida a "afirmar la plena autonomía política y economía de Chile", según el programa de la UP, que también indicaba que “se promoverá un fuerte sentido latinoamericano antiimperialista”. Asimismo, el documento explicitaba que se defendería el principio de autodeterminación de los pueblos y no intervención, y rechazaría "todo intento de discriminación, presión, invasión o bloqueo intentado por los países imperialistas".
Almeyda, en el libro antes mencionado, afirmó que enfatizar en el principio de no intervención tenía una razón estratégica: mirando la experiencia de Cuba, "las posibilidades de que se provocara, con mayor o menor estímulo norteamericano, el aislamiento político y económico de Chile en América Latina aparecía como un riesgo que debía evitarse a toda costa, con solo el límite del respeto al Programa de Gobierno. La política chilena en el hemisferio se dirigió fundamentalmente a conseguir ese objetivo".
En el programa de la UP, a la Organización de Estados Americanos (OEA) se le tildaba como "agencia del imperialismo norteamericano", y se llamaba a denunciarla y "luchar contra toda forma de panamericanismo implícito de esa organización".
El texto iba más allá y planteaba que era indispensable "revisar, denunciar y desahuciar" tratados o convenios que supuestamente comprometían la soberanía del país y establecía que "la ayuda foránea y empréstitos condicionados por razones políticas, o que impliquen la imposición de realizar las inversiones que deriven de esos empréstitos en condiciones que vulneren nuestra soberanía y que vayan contra los intereses del pueblo, serán rechazados y denunciados por el Gobierno. Asimismo, se rechazará todo tipo de imposiciones foráneas respecto a las materias primas latinoamericanas, como el cobre, y a las trabas impuestas al libre comercio (...)".
Lo último era importante, considerando que en materia económica el programa postulaba "liberar a Chile de la subordinación al capital extranjero" y la nacionalización de riquezas y empresas estratégicas, entre otras medidas.
Lazos fuera de las fronteras
Si bien el escrito explicitaba que existirían relaciones con todos los países, "independiente de su posición ideológica y política, sobre la base del respeto a la autodeterminación y a los intereses del pueblo de Chile", se añadía que "se establecerán vínculos de amistad y solidaridad con los pueblos independientes o colonizados, en especial aquellos que están desarrollando sus luchas de liberación e independencia".
Así, se mencionaba que "la política internacional chilena debe mantener una posición de condena a la agresión norteamericana en Vietnam", "se reforzarán las relaciones, el intercambio y la amistad con los países socialistas" y "se solidarizará en forma efectiva con la Revolución Cubana".
De hecho, una de las primeras medidas del gobierno de la UP fue restablecer relaciones con Cuba, anuncio realizado por el Presidente Allende el 12 de noviembre de 1970. "Las medidas de la OEA contra la nación cubana no sirven a los intereses de la paz y de la amistad entre los pueblos", dijo el mandatario, según recogió la prensa de la época. Su administración, además, inició relaciones con China, Corea del Norte, Vietnam del Norte y Alemania Oriental.
"El Gobierno Popular propugnará una política internacional de afirmación a la personalidad latinoamericana", se lee en el programa. En ese sentido, se proponía crear un organismo "realmente representativo de los países latinoamericanos" y una integración regional "levantada sobre la base de economías que se hayan liberado de las formas imperialistas de dependencia y explotación".
En materia vecinal, el documento sostenía que actuaría "para resolver los problemas fronterizos pendientes en base a negociaciones que prevengan las intrigas del imperialismo y los reaccionarios, teniendo presente el interés chileno y el de los pueblos de los países limítrofes".
Extractos del Programa básico de gobierno de la Unidad Popular:
"La posición de defensa activa de la independencia de Chile implica denunciar a la actual OEA como instrumento y agencia del imperialismo norteamericano, y luchar contra toda forma de panamericanismo implícito en esa organización. El Gobierno Popular tenderá a la creación de un organismo realmente representativo de los países latinoamericanos".
"Se establecerán vínculos de amistad y solidaridad con los pueblos independientes y colonizados, en especial aquellos que están desarrollando sus luchas de liberación e independencia. Se promoverá un fuerte sentido latinoamericano y antiimperialista por medio de una política internacional de pueblos antes que de cancillerías".
"La política internacional chilena debe mantener una posición de condena a la agresión norteamericana en Vietnam (...). Del mismo modo, se solidarizará en forma efectiva con la Revolución Cubana, avanzada de la revolución y de la construcción del socialismo en el continente latinoamericano".
"Se considera indispensable revisar, denunciar y desahuciar, según los casos, los tratados o convenios que signifiquen compromisos que limiten nuestra soberanía y, concretamente, los tratados de asistencia recíproca, los pactos de ayuda mutua y otros pactos, que Chile ha suscrito con los EE.UU.".