El Mercurio (Archivo/Imagen referencial)
Un registro genético de ADN de antiguos habitantes de Roma ha revelado la encrucijada genética que Europa y el Mediterráneo representaron desde el Mesolítico hasta los tiempos modernos. Se trata de la historia genética en torno al Imperio Romano, una duda que ha comenzado a ser resuelta gracias al trabajo de la arqueóloga Margaret Antonio, quien ha presentado un registro genético que se remonta hasta casi 12 mil años.
En su apogeo, el antiguo Imperio romano se extendía por tres continentes, y abarcaba todo el Mediterráneo y las vidas de decenas de millones de personas en Europa, Oriente Próximo y África del Norte. El tamaño de la capital del Imperio, Roma -la primera ciudad que superó el millón de habitantes en el mundo antiguo-, no sería igualado en Europa hasta el inicio de la revolución industrial, casi 1.500 años después.
Mucho antes del surgimiento de la Roma imperial, la región ya era una importante encrucijada cultural entre Europa y el Mediterráneo. Sin embargo, si bien la antigüedad de Roma y del centro de Italia está bien documentada gracias a un rico registro arqueológico e histórico, se sabe poco sobre la historia genética de la región.
El trabajo de Antonio, de la Universidad de Stanford, y sus colegas han presentado un nuevo registro genético, construido a partir de datos del genoma de 127 individuos antiguos procedentes de 29 sitios arqueológicos de la propia Roma y de sus cercanías, y que abarca casi 12.000 años de prehistoria e historia romanas.
El equipo ha desvelado dos cambios importantes en la ascendencia prehistórica: uno que se produjo cuando los agricultores neolíticos reemplazaron a los cazadores-recolectores mesolíticos hace aproximadamente 7.000 años, y un segundo cambio durante la Edad del Bronce, que probablemente coincidió con un mayor desarrollo del comercio y de las interacciones con poblaciones de todo el Mediterráneo.
Los resultados sugieren que en la época de la fundación de Roma, la genética de la antigua Italia central era muy similar a la observada en las poblaciones modernas.
Sin embargo, a lo largo de todo el período histórico (los últimos 3.000 años), la ascendencia genética fue muy diversa, con aportaciones genéticas de individuos de todo Oriente Próximo, Europa y África del Norte, con cambios que, según los autores, reflejaron en gran medida los principales acontecimientos históricos romanos.