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Entre la moda y la fe

Una ola oriental nos invade. Está hecha de bambú frágil y anhelos de espiritualidad fashion. Buscamos algo de realidad entre el feng shui y la meditación. Encontramos pocos orientalistas de cepa y muchos de pose.

01 de Julio de 2005 | 14:35 |
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De aquel orientalismo de las flores, de los conciertos en Katmandú y las peregrinaciones discográficas a la India poco quedó en Estados Unidos. Menos en Chile. Si es que alguna vez llegó. Tal vez los palitos de incienso y alguno que otro buda mezclado entre ponchos, zampoñas y retratos del Che. Viajar a la India era impensable, y reemplazar la parroquia por el partido resultaba más práctico que ponerse a meditar con cánticos de extraño origen. Pero las décadas pasaron, y ciertos signos hablan de un orientalismo en ciernes. Signos que huelen a moda en la mayor parte de los casos.
Turbantes blancos
De raíz sánscrita la palabra yoga significa literalmente la unión con Dios. La enseñanza de esta disciplina - que tiene como objetivo el equilibrio físico, mental y espiritual- se ha transformado en casi la única fuente de ingreso para Amrit Kaur Khalsa y Hari Nam Kaur Khalsa, dos mujeres sikhs - una chilena y la otra norteamericana- que por compromiso con su fe les es casi imposible encontrar trabajo en otra cosa. Las opciones son enseñar meditación, yoga o montar una empresa independiente. ¿La razón? Visten siempre de túnica y turbante blancos. No todos los sikhs lo usan, vestirse así es un decisión no una obligación, pero para quienes deciden hacerlo no hay vuelta atrás. El rechazo no es explícito, pero para ser honestos, en nuestra sociedad pocos se acostumbrarían a una socióloga o una fotógrafa - en su gran mayoría los sikhs son profesionales- vestidas con lo que el común consideraría un disfraz. Eso aunque no haya mucha diferencia con un hábito de monja o una sotana.
Con raíces en el hinduismo y el sufismo, la religión sikh es más bien nueva, quinientos años. Monoteístas y con un espíritu a todas luces práctico - son el 3 por ciento de la población de la India, pero aportan gran parte del ingreso nacional- , se llaman a sí mismos "soldados de Dios".
El sikh nació en parte para defender a la India de los mongoles y su calidad como soldados sería reconocida por los británicos durante el imperio. En Chile su existencia pública se da a través de dos organizaciones: una puramente religiosa y otra dedicada a la enseñanza del yoga. De reducidísimo número,"nuestra religión no es proselitista", son fáciles de distinguir en la calle por el uso de turbantes y las largas barbas en el caso de los hombres. "Uno de nuestros anhelos es que en Chile se dé una integración real de las religiones no cristianas. Que la tolerancia sea efectiva", sostiene Amrit.
Una frase que no deja duda que el orientalismo en Chile sólo es aceptado por la mayoría cuando se trata de feng shui o palitos de incienso, y muy escasamente cuando se trata de un sentido religioso profundo.


Que sustantivos de lejano origen como rei ki, tai chi y yoga sean de uso común no significa que en la sustancia el budismo o el hinduismo sean parte importante de nuestro más bien limitado crisol religioso. Tampoco los nuevos aires decorativos traídos de Oriente ni mucho menos los libros de Coelho.


Milles de chilenos se declaran de "otra religión", que no es ni cristiana ni judía ni musulmana. Tomando en cuenta esto, la cifra susceptible de rendirse a filosofías y prácticas orientales resulta importante. Pero el fenómeno no es tal. "No conozco a más de 50 budistas practicantes", dice Humberto Barahona, quien desde los 80 comenzó a acercarse a la filosofía oriental. La comunidad sigue siendo pequeña, aunque los simpatizantes sean muchos.

Barahona, como la gran mayoría en Chile, pertenece a la rama tibetana del budismo y se formó sin maestros, "el propio Dalai Lama nos dijo que una buena manera de empezar era a través de los libros". Traumas de conversión no hubo. El fundamento ético budista se puede traducir en no hacer daño a otros seres, lo que supone una gran concordancia con el cristianismo. "La mayor diferencia es el tema de la disciplina de la conciencia, el entrenamiento de la mente". El periodista Pablo Montes añade a esto el concepto de iluminación, la existencia de un Dios no antropomorfo y - lo más popularmente conocido- la reencarnación.

"En el budismo el vivir y el morir se ve como un todo, donde la muerte es el inicio de un nuevo ciclo", explica Margarita Wills, socióloga colombiana casada con chileno, y con años de residencia en Oriente. Porque pasar por Calcuta no es lo mismo que vivir en Vietnam. Y es que la diferencia sociocultural quizá sea el mayor impedimento para que un occidental - o más bien un chileno- comprenda la concepción religiosa de Oriente. Para buscar razones no hay que hilar muy fino.

En el Diccionario de las Religiones de Paul Poupard la definición misma de "religión" ocupa 6 páginas, partiendo por Durkheim - que la definió como "un sistema solidario de creencias y las prácticas relativas a las cosas sagradas"- y desarrollando la idea desde la Grecia Clásica. Todo bien lejos de la cuenca del Ganges, lugar en donde en el siglo IV antes de Cristo apareció el budismo. Con fundador histórico y poderoso esparcimiento por Asia, el budismo nació en el seno del hinduismo, "que según afirman los propios hindúes no es una religión, sino un haz o conjunto de religiones en una", afirma Poupard. Tradiciones de abismante añosidad (que van desde el 2000 antes de Cristo), que obviamente no se inoculan sólo con un par de posiciones de yoga.

"Efectivamente no se distingue claramente entre las distintas religiones orientales, que con frecuencia son muy distintas entre sí. Yo asistí a un Congreso Mundial del Jainismo en Filadelfia. Hubo diez mil asistentes, aunque me imagino que muy pocos de ellos sabían qué era el jainismo", sostiene el sacerdote jesuita español, Carlos Vallés.


Marca registrada

"Llegó el hombre que hace dormir mejor", habría titulado un diario de San Francisco cuando Maharishi Mahesh llegó a Estados Unidos. El moreno y barbón personaje terminaría consolidando su fama a través de Los Beatles y fundando una organización que a través de 108 países promueve la Meditación Trascendental, Marca Registrada.

En Santiago, "Meditación Trascendental" tiene sede en varias comunas y su quehacer es el mismo que una consulta profesional: enseña técnicas de meditación sin contenido religioso alguno. Maharishi relacionó sus estudios de física con textos indios milenarios que hablaban de los estados de conciencia. Desarrolló un método que validó científicamente en Occidente, lo patentó y transformó en una terapia que actualmente ayuda a cientos de miles de personas a curar sus problemas de estrés y trastornos de salud relacionados.

Rafael De la Puente, a cargo de la sede de Las Condes, comenzó con la meditación trascendental en 1974, y pese al decorado de la oficina, de la Puente sigue siendo, católico.

Según un estudio de la BBDO, los más asiduos a la práctica creada por Maharishi son los profesionales, de preferencia ingenieros y las dueñas de casa. Quienes tal y como Carlos Vallés no ven en estas prácticas de origen oriental una incongruencia con las creencias cristianas: "Estas prácticas suelen estar en congruencia con la doctrina católica, pues son oración, desprendimiento, ayuda al prójimo y adoración a un solo Dios". Así lo deben entender muchos de este lado del mundo, si no en India no dirían que son más los extranjeros que los indios quienes practican yoga.




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