EMOLTV

“Quería más que ayuda, quería vivirla”

07 de Abril de 2005 | 09:30 |
imagen
Después de trabajar en una consultora, en un banco y en una importante compañía, Cristina de la Sotta dejó hace varios años el mundo laboral para dedicarse a su casa y sus hijos; una vez que el menor creció, buscó nuevos horizontes que le permitieran combinar ambos roles y se dedicó al tema de “familia y trabajo” en la corporación Chile Unido.

Abogada de la Universidad de Chile y una de las mejores egresadas de su promoción, explica que su pasión por este tema nace netamente de su experiencia personal. Estudió en el Villa María y, aunque siempre tuvo claro que iba a tener varios hijos, salió del colegio buscando conquistar el mundo. “Me acuerdo de una conversación que tuvimos con una pareja de amigos, yo decía que la mujer tenía que estar presente, tenía que trabajar y me negaba a aceptar que no fuera posible. Ella veía difícil compatibilizar familia y trabajo; eso me hacía cuestionar como persona, me molestaban estas limitaciones que a uno le ponían, me parecía mal”, cuenta.

Sus tres hijos nacieron mientras estudiaba; de hecho, juró como abogado embarazada del menor. Como era buena alumna, se le presentaron excelentes posibilidades laborales. A pesar de su carrera, trabajó siempre en empresas, con horario de 8:30 a 6 de la tarde y ahí empezó a vivenciar lo que esto significaba para ella. “El tema de todo lo que te pierdes, los niños, no estar presentes en momentos importantes, y eso que tengo un marido que siempre me ha apoyado mucho. Él, además, ha ejercido siempre libre la profesión, entonces le era más fácil llevar al pediatra o a las vacunas; mi mamá también me ayudaba, pero -de a poco- me empecé a dar cuenta que quería más que ayuda, quería vivirlo; no quería que lo hicieran por mí”.

En ese tiempo, vivía en La Reina y trabajaba en el centro; cuando volvía a su casa, los niños estaban cansados y ya no había tiempo para la vida familiar.

-Y uno está cansado también.
“Bueno, yo tenía como harta energía, pero notaba que no era el momento, definitivamente no era el momento. Es una época en la que uno está construyendo pareja, hay que darse espacio para salir a comer, para poder estar solos y empecé a darme cuenta que había algo en el sistema que estaba mal, que esto no podía ser.
“Era súper curioso, porque en la medida que iba aumentando mi frustración desde el punto de vista personal, me iba yendo mejor desde el punto de vista laboral, entonces empecé a caer como en esta espiral de tú puedes, lo haces bien, eres eficiente”.

-Y tomabas cada vez más responsabilidades.
“Sí y ves que cada vez te tira, te tira y empiezas a sentir como un desgarro y la familia se aleja, se aleja. Por otro lado, la gente, la sociedad te ayuda súper poco, incluso la gente que a uno la quiere, te ayuda súper poco, porque piensa que el éxito está en el puesto que tengas, en la cantidad que ganes, en definitiva tú eres lo que tú haces y, obviamente, es lo que haces fuera de la casa; lo que haces dentro no tiene ningún valor.
“De repente, comentaba que quería estar más en la casa y renunciar y todos me decían pero… ¡por favor!, cómo se te ocurre”.

-¿Era una reacción social o familiar?
“Mi papá nos educó a las dos mujeres –somos cuatro hermanos- para ser profesionales y trabajar. Por un tema de seguridad, era muy importante para él que así fuera. Encontraba más eco en mi mamá, entendía mi problema, pero la solución estaba en mis manos”.

Asegura que durante un tiempo tuvo la sensación de que alguien tenía que venir a salvarla. “La verdad es que el salvador o la salvadora no apareció nunca e hice crisis cuando mi hija, que tiene hoy 17, tenía como 12 años, estaba entrando en la adolescencia y me di cuenta que se estaba transformando en otra persona, que ya no era mi niña. Un día me puse a llorar y me di cuenta que la solución pasaba sólo por mí. Definitivamente, tenía que asumir mi realidad, asumir lo que quería y tomar una decisión”.

-¿Renunciaste?
“Sí, pero mi jefe me dio la posibilidad de trabajar media jornada, hasta las dos de la tarde. Al principio estaba feliz, pero el problema era el sistema, porque, a pesar que hubo una rebaja en el sueldo, la carga de trabajo siguió siendo la misma. Además, a la gente le parecía pésimo esto de que yo no fuera en la tarde y me transformé en una de las mujeres más odiadas de la empresa por las otras mujeres.
“Llegó un minuto en que dije esta cuestión no da para más, no tiene ningún sentido; cada día me importaba menos hablar de millones o de inversiones extranjeras y de una pila de otras cosas. Me di cuenta que estaba en el minuto de mi vida que tenía que optar, también por mi carácter, soy mala para hacer las cosas a medias, soy bien apasionada, me meto, soy perfeccionista, entonces quedarse para marcar el paso –había gente que me decía que no importaba, que hablara dos horas por teléfono con mis hijos- pero esa no es mi forma de ser, no podía, porque me importaba”.

-¿Una carga valórica?
“Claro, y entonces dije ¡esto se acabó! Y renuncié definitivamente el primer día hábil de noviembre. La verdad es que fue un terremoto en todas partes. Mi marido siempre fue partidario de que yo trabajara, era importante desde el punto de vista económico y, ¡amoroso!, encontraba que lo hacía tan bien que tenía que hacerlo. Pensaba que debía ejercer y por eso, me ayudaba tanto, me facilitaba harto las cosas, pero yo quería mucho más.
“En esa época mi Agustín, el menor, iba a entrar al colegio y yo tenía ganas de irlo a buscar, de hacer lo que no había hecho nunca, de hacer las tareas, no sabía si iba a tener más niños, sentía que se me estaba yendo mi última oportunidad”.

-¿Cómo reaccionó tu entorno?
“Mi jefe directo fue súper acogedor, no sé si lo entendió mucho; más arriba, no tuve acogida y el resto de la gente respetó mi decisión, pero me queda súper claro que consideró que era una locura”.

-¿Lo conversaste con tu marido antes?
“Sí, lo conversamos, pero yo esperaba que me dijera que me fuera para la casa y me quedara tranquila y eso no pasó.
“Se ha producido un cambio importante en los últimos cinco años en el mercado laboral, pero en ese minuto pensar en una pega medio día o en cualquier cosa de ese tipo -más flexible o más ingeniosa dentro de los rangos establecidos- era complicado, sobre todo para un abogado y me retiré no más”.

-¡Y te fuiste a la casa!
“Sí, así de radical, a la casa. El primer año hice todas las cosas que no había podido hacer nunca, los iba a dejar y a buscar al colegio; hacíamos tareas; me puse casi como parvularia, toda la energía del trabajo la volqué en los niños, con muchas ganas. Así estuve un tiempo hasta que Agustín iba a pasar a primero básico, con cambio de horarios y de todo tipo”.

-¿En ese minuto te integras a Chile Unido”
“Sí, para defender la opción de las que no tienen voz, porque existe una cosa que a mí me marca: creo que las mujeres donde estamos hacemos hogar y, desde esa perspectiva debemos enfrentar el mundo laboral”.
EL COMENTARISTA OPINA
¿Cómo puedo ser parte del Comentarista Opina?