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La locura en que lo tienen inmerso las mujeres

22 de Agosto de 2005 | 12:13 |
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Lagos tiene muy clara la opinión que el público tiene sobre él, sabe que genera amor u odio, sin términos medios, pero ya no le preocupa. Tampoco siente culpas por no tener la energía de hace unos años, cuando se la jugaba cien por ciento en la televisión, ensayaba hasta las tantas con Marciano y después se levantaba temprano para seguir en su trabajo. Hoy establece tiempos claros, termina una cosa y se dedica a la otra.

¿Qué le respondes a quienes te acusan de desperfilarte con tus últimos programas?
"No me sorprende de Chile; acostumbramos a hacer reducciones muy básicas acerca de lo que es el otro, en general. Primero partimos por una sospecha incrustada en nuestra esencia respecto del otro, no hay un aprecio per se, como tienen los argentinos por ellos mismos.
"Creo que es súper normal y por eso me doy el tiempo para explicar por qué me interesó hacer este programa y no otro. Si yo quisiera dármelas de intelectual me sumaría a esta corriente de "high intelectual" que está tan de moda hoy día y que me parece "ondera", por no decir superflua".

Explica que en el país crece la opinología farandulera al mismo tiempo que esos seres bienpensantes que discursean sobre lo mala de la televisión abierta, pero no hacen nada por cambiarla. "Creo que la gente, los periodistas, los que estamos metidos en el tema de los contenidos y nos interesa, tenemos dos caminos: nos hacemos outsiders y trabajamos desde fuera o asumimos que hay que entrar y, desde adentro, tratar de cambiar o aportar en esta situación".

Agrega que ésa es su situación, que él trabaja desde la medianía: "Esa es mi condición, puedo asumir que se cuestione mi persona, porque se cuestiona, pero soy el eje central de un equipo que trata de poner “Mi mundo privado” al aire o, por lo menos, tratar de hacer algún esfuerzo de contenido".

-¿A qué te refieres?
"El año pasado, al programa mejor evaluado del canal, "Apasionados", le fue como el carajo porque no había reality que lo sostuviera. En cambio, este año, "Mi mundo privado", un programa de documentales bien bonito, marcaba veintitantos puntos, porque estaba la "Granja" después. Eso para mí es valioso, es contribuir desde la medianía".

-¿De dónde viene tanta reflexión y ese vocabulario tan correcto, muy distinto al de la mayoría de la gente de tu edad?
“Genética, yo creo. Mi viejo tenía energía para mil cosas, era un parlanchín y un gran orador; fue presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción desde el 68 hasta el 73 y después creó su propio Macondo en Lota; tal vez por eso, se murió tan joven, a los 57 años. Mi vieja era socióloga de la misma universidad y, hasta el día de hoy, es de una línea –comillas- intelectual, súper aguda, crítica.
“Por eso yo hablo como hablo, porque crecí escuchando sociólogos, sicólogos y artistas discutiendo en mi casa y yo estaba dibujando con lápiz de cera al lado; más encima no tenía hermanos”.

-¿Es muy simbiótica la relación con tu madre?
“Es potentísima, para bien y para mal. Es una mina bien interesante, muy jugada, muy fuerte. Dicen que la madre te da el mundo interno y el padre, el externo y esa lógica, en mi caso, funciona bastante bien”.

Cuando habla de sus padres, le brillan los ojos y el tono de cariño y admiración es evidente. Se siente un vulgar aprendiz de la agudeza y poder de oratoria de su papá y reconoce en su madre a una mujer aguerrida de una vocación social muy grande, que es de quien dice haber heredado “el contenido”.

De su relación de pareja, en cambio, no habla, dice que es un tema muy privado como para ventilarlo, sólo cuenta que lleva largo tiempo con ella y que se llevan muy bien.

-¿A esta relación te referías cuando hablabas del aporte de las mujeres de “Acoso Textual”?
“Claro, las mujeres viven en una terapia y un psicoanálisis constante entre ellas, es fuertísimo. Entré a la oficina donde ellas estaban y pensé que iba a jugar en su mismo juego. Puse mis temas personales, las discusiones con mi pareja en la mesa y fue ¡la zorra!, perdón el concepto, pero creo que fue la terapia más intensa que he tenido”.

-A lo mejor por eso la relación sigue en pie…
“Obviamente. Me daban consejos, me explicaban que cuando una mujer pelea por algo no está peleando por ese tema, sino llevándote a otro lado. Cuando una mujer te dice que le duele la cabeza, no te está diciendo que quiere una aspirina -¡estúpido!- te está pidiendo que la abraces.
“Es un universo simbólico bien raro. Los hombres crecemos desde lo mínimo, somos bien brutos, nos emocionamos con las películas de espadas, pero no entendemos porque la mujer llora con la historia romántica. Son otros escenarios. Fue delirante meterme ahí”.

Según él, las mujeres son como un partido político, que tiene reglas y estrategias, se traspasan información de unas a otras, se dan recetas, son cultas y leen para mejorar sus relaciones. “Los hombres no tienen idea de nada de eso, porque no expresan, pero somos más racionales y por lo tanto, más transparentes. Con la mujer uno no sabe… ¡me tiene loco el tema!”, dice casi histérico.

-¿Percibo un dejo de machismo?
“No, no, para nada. Las mujeres son las que pueden provocar un cambio de calidad de vida en esta sociedad y creo que vamos por ese camino, porque trabajan desde el amor”.

Aunque sabe hacer de todo, porque vivió solo desde muy joven, se declara “flojazo” y agrega que tiene una mujer que es el polo opuesto: “le encanta el espacio y es casi frenético, porque los muebles no pueden estar en el mismo lugar más de una semana”.

Por supuesto, le encanta la música, desde el rock más brutal a la sinfonía más delicada. “Le tengo mucho respeto a la música y a los músicos. Ella es la que más me une con el espíritu; tengo a Dios más claro en la música que en las palabras”, dice.

Su mayor sueño es dedicarse completamente a la música cuando termine con la vorágine en la que está envuelto, porque es el espacio más libre que conoce. “Me relaciono muy intuitivamente con la música, no soy un tremendo ejecutante, ni nada de eso; además estoy al lado de un tremendo genio: Rodrigo es un genio”.

Lee menos que antes, pero se ha dado el tiempo para revisar completa la obra de Henry Miller en estos meses y leer algunas novelas menores. Le gusta reírse en compañía de sus amigos y celebrar (“pasarlo bien, que es una de las esencias del chileno; la otra es la rigidez”). También se considera “afortunado con las chiquillas, aunque soy un poco guataquiento”.

-¿Vicio privado?
“Lo que más me gusta es acostarme con ella, arroparla y dormir muy juntos”.
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