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En defensa de los acuerdos privados que parecen sumisión

28 de Diciembre de 2005 | 12:34 |
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Claudia Bobadilla estudió derecho en la Diego Portales y ejerció varios años como abogada comercial vinculada al tema forestal y las relaciones con el Asia Pacífico. En ese mundo fue que trabajó con Edgardo Boenninger, quien se transformó en su primer jefe.

“Imagínate el lujo de jefe que tenía”, dice entre risas.

Después de eso, aterrizó por casualidad en el mundo tecnológico. Fue a una reunión en Reuna (Red Universitaria Nacional) donde habían puros ingenieros que le enseñaron lo que era un router y un switch. Al final, como era de los pocos abogados que conocía ese lenguaje fue contratada por el estudio Philippi para hacer asesorías a empresas de telecomunicaciones, entre ellas, Terra Networks, en donde terminó.

Promotora de muchas ideas, éstas las canaliza a través de Gestar Valor, una empresa unipersonal que genera políticas públicas desde el mundo privado. Desde ahí logró armar varios proyectos como un portal educativo que IBM implementó para sus trabajadores-padres en 5 países y otros con el Sernam sobre guardadoras de niños y la Junji sobre el sello de calidad de los jardines infantiles.

Su nombre está también vinculado estrechamente a ComunidadMujer. Junto a Esperanza Cueto, dio vida a esta organización hace más de cuatro años, pero se desligó de ella hace dos.

“Mi intuición entonces, fue que se venía un cambio gigante en las mujeres. Que la influencia, posición, que la mujer iba a ejercer en nuestro país iba a cambiar radicalmente y tenía razón, aunque en ese momento parecía ridículo”, explica.

Y asegura que la idea era poder abrir puertas que antes permanecían cerradas para plantear una serie de temas de la mujer sin la necesidad de llegar pateando sillas. “Había que buscar una estrategia para llegar a ámbitos de influencia para ahí generar cambios. Si uno llega con un discurso confrontacional lo que se logra es que las puertas se cierren”, dice.

-Has planteado que los problemas que afectan a la mujer tienen que ver con ‘un problema de construcción’, o sea, que el mundo del trabajo fue diseñado por los hombres para ellos. ¿Se han dado pasos para terminar con la tensión casa-trabajo?
“Creo que sí. Lo primero, es que al hablar de esto dentro de una empresa ya no te mirar con cara de qué está hablando. Es una realidad y es una realidad que les va a tocar a los hombres también y fuerte, ellos van a tener los mismos conflictos porque tienen que ir ahora a las reuniones de cursos de sus hijos, a la entrega de premios; ya no es políticamente presentable que el padre no llegue. Lo que antes no era tema de su agenda lo está siendo, entonces puede ser mucho más solidario.
“Hay más mujeres también que están en cargos gerenciales y eso hace que se produzcan cambios dentro de la organización porque van detonando ciertas formas de trabajar que son diferentes”.

-Pero pareciera que algunos pilares de la construcción están demasiado enterrados y son difíciles de mover como la norma de sala cuna sólo a partir de la trabajadora 20.
“Sí, y la misma flexibilidad laboral. Hay varias cosas que dependen sólo de lo privado o de lo personal que han ido cambiando. Incluso a nivel gremial… que este año lleváramos 30 mujeres a Japón fue impactante para la Sofofa, no fue algo así como qué entretenido, vamos, tuvimos que negociar. La otra área tiene que ver con temas legislativos, con reformas”.

-Como la flexibilidad del pre y post natal.
“Sí, por qué no puedo yo trabajar hasta el último día en que me sienta bien si tengo buena salud y alargo, de paso, el postnatal”.

-E intenta flexibilizarlo a la mala… se pierde el beneficio.
“Claro, por eso, hay una serie de áreas que tienen que ver con lo legislativo, son otros los poderes del estado que tienen que intervenir”.

A mediados de año, Claudia junto a Karen Poniachick, presidenta del Comité de Inversiones Extranjeras, encabezaron el grupo de 24 mujeres que viajó a Japón para establecer contactos a nivel empresarial con sus pares de ese país.

La experiencia fue muy bien comentada por todas quienes tuvieron la oportunidad de conocer esa singular cultura. Y se llevaron grandes sorpresas como que el encargado del
Ministerio de Igualdad de Género, una especie de Sernam, era un varón.

Esta profesional no puede esconder lo apasionante que le resulta ese mundo. Y todos los misterios que encierra, como que la mujer es la que maneja el patrimonio familiar, es decir, el hombre le debe entregar todo su sueldo, cuestión que tiene más de una explicación ancestral. Lo mismo pasa con la visión de casarse sólo para tener hijos y criar. “Es como crear una unidad económica eficiente”, puntualiza Claudia.

-¿Qué cosas rescatas del sistema de vida japonés?
“Ellos tienen sistemas de funcionamiento que tienen un fin y uno los puede entender como una medida razonable de tomar. Por ejemplo, la separación de un matrimonio es claramente una medida antieconómica para ambas partes porque se arman dos casas y ellos lo ven así”.

-¿Pero ellos tienen tasas de estrés muy altos, igual que de violencia intrafamiliar?
“Sí, y recién en este gobierno se convirtieron en tema. La violencia, el acoso sexual se convirtieron en un tema público y decidieron intervenir”.

-¿Crees que logran unir el mundo de la tradición tan arraigados con la súper modernidad?
“La visión nuestra, occidental, nos hace ver a las japonesas como pobres mujeres, ellas que salen del ascensor después del hombre o caminan un paso atrás. Yo creo que son ultra prácticos, los japoneses son esencialmente eso y tienen sus campos de acción claramente delimitados. En lo privado, la mujer administra y trapea el piso, pero son sus acuerdos y les funcionan bien”.

-¿Puede responder al hecho de que la japonesa no pierde su condición de mujer y que para hacerse un espacio no necesita asumir patrones de conducta masculinos?
“Puede ser… nunca lo había pensado así. Tienen esa gracia de lo femenino y para ellas no es tema caminar con la cabeza gacha, para nosotros parece sumisión y para ellas es parte del acuerdo.
“No hay nada más agradable que un hombre te abra la puerta del auto y, aunque me encanta trabajar, también me encanta que me paguen la cuenta. Por qué tenemos que asumir todo en un plano de igualdad.
“Es mucho sabio, por qué hay que confundir todos los planos; el trabajo es una cosa y lo personal otra”.
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