Cuando aterrizó en Santiago, en marzo de 2005, se fue a vivir a un departamento en el Parque Forestal. Durante varias semanas, mientras esperaba que llegaran sus cosas desde Holanda y también que su pololo abogado se instalara, no se preocupó mucho de armar un hogar, ni de comprar un auto, sacar el Tag y esas cosas.
Para preservar el placer de algunas cosas que consiguió en el país bajo, se trajo su bicicleta, la que hasta el día de hoy usa, a veces, para irse al canal. Añora el anonimato de la corresponsal, pero también reconoce que se desesperaba con el ritmo de algunos días en Amsterdam.
Se ríe al contar -con cierta vergüenza- que enviaba mails al departamento de prensa diciendo que iba a salir a comprar y que si la necesitaban en 10 minutos estaría de vuelta. La respuesta era un tremendo relajate, no te necesitamos, cuestión que para una hiperkinética como ella podía sonar hasta doloroso.
A los 32 años, Constanza Santa María, se ve más relajada. Trata, en lo posible, de ver a sus padres y a dos de sus tres hermanos que están en Santiago (uno vive en la India), entre ellos a la actriz que personificó a Sharon Jeannette en la teleserie “Brujas” y que le implicó pasar a ser denominada en Canal 13 como “la mona grande”.
-¿Tienes poco arraigo? Alguna vez te definiste como nómade.
“Sí, me gusta moverme mucho, me encantaría vivir en muchas partes en mi vida. No he tenido la sensación de que voy a abandonar Chile. No sé si soy desarraigada, porque tengo un nivel de arraigo a mi familia enorme y a mis amigas”.
¿Cómo lo explicas?
“Es que cuando uno vuelve tiene más lazos con la familia de uno. Hay algo en mi familia, que reconozco, que es como centrípeto y centrífugo a la vez. Mi papá fue el primero que me dijo ándate a estudiar, has una beca, lo que quieras, fue el primero que me dio el empujón, siempre ha sido como vuelen, pero hay una cosa súper fuerte que nos hace estar reconectados, es algo que está muy adentro.
“Cuando estas afuera hablas cosas que no hablas cuando estás en Chile. Salgo a trabajar a las 10 y media de la noche, así que almuerzo con ellos, pero no sé si estás tanto. He aprendido a balancear calidad con cantidad. Con los años, mi relación con mis amigos, siempre ha ido in crecento, esa es mi sensación”.
-Algunos dirían que eso es inestabilidad, ¿parece que tú lo ves más como estar inmóvil, estática?
“Sí, más de alguien me dice que soy inestable, puede ser (y se ríe), puede ser. Sí, soy Cáncer y todas esas cosas, a veces amanezco feliz y al día siguiente me quiero morir de la pena, soy súper temperamental…
“A mi me empiezan a picar las patas si me quedo mucho rato en un lugar. Suena ah es que se tiene que mover de país, pero no, me refiero a situaciones”.
No puede dejar de enumerar la serie de desafíos profesionales que tiene para cada día del año, pero la verdad es que tiene una larga lista de pendientes en su vida personal a los cuales también les quiere dedicar tiempo.
Sabe que se relaja cantando y por eso, quiere retomar sus clases de canto, pero además, quiere hacer más deporte y sobre todo, estar en su casa, en su terraza, con un vaso de vino blanco conversando con su pololo. También incluye en su agenda las idas al campo, aunque se reconoce urbana, porque si se queda en Santiago no se desenchufa y sigue leyendo diarios y viendo noticieros hasta tarde.
-¿Qué echas de menos de tu vida en Holanda?
“El tiempo. Yo despierto empilada y estoy empilada hasta que me duermo; eso significa que siempre hay que hacer cosas. Allá uno tiene menos presión, estás menos expuesta”.
-¿La exposición pública acá te conflictúa?
“No, lo único que me pasa es que siento un nivel de exigencia súper grande, no del resto, sino mío. Me pone un poquito así, aquí uno no se puede caer, aquí todos los días tienes que tratar de hacerlo perfecto porque es público y te pasan la cuenta. A lo mejor en otra pega, no tan pública, no te la pasan, pero en esto la gente te dice se equivocó en decir tal palabra, su ropa no era la adecuada. De repente me dan ganas de ahorcarlos a todos, pero la gente es súper cariñosa y lo agradezco ene”.
-Eres súper exigente, más de alguien te ha dicho cambia eso.
“Sí, pero más que nada me dicen sabís, baja la guardia un poco, porque con la autoexigencia uno deja de gozar ciertas cosas. Ahora yo no encuentro que sea así.
“Sí he aprendido a racionalizar que las cosas la mayoría de las veces no pueden ser perfectas; cuando tienes que salir al aire, si le pusiera mi nivel de exigencia, lo que me exijo a mí, a todo, a cada nota, el noticiero no sale, no sirve, para la pega que hago, no sirve”.
-¿Por eso ya no es para ti tan necesario encontrar el equilibrio? Ese era un tema para la Cony hace cuatro años.
“Sí, me reconcilie conmigo, soy una neurótica conmigo misma, no con el mundo, con mi pega, y está bien, pero bajo la guardia. Ahora, tampoco creo que haya que relajarse y que todo salga terrible.
“Bueno, ¿y quién tiene el equilibrio?”.
-¿Crees que algo te va arraigar alguna vez?
“Me imagino que tener hijos. No sé si los pueda tener, pero es lo que yo veo en gente parecida a mí, que los hijos sí los han arraigado.”
-¿El arraigo lo ves como una amenaza?
“No, es como aquéllos que pasan todo el rato arriba de un avión, es como la rutina, supongo que uno se cansa de un estilo de vida y quiere otro. Creo muchísimo en los ciclos naturales y que la vida es más sabia que uno y si se me da tener hijos, me imagino que me van a dar ese lado en el que hoy día me siento poco atada.
“Lo veo al revés, lo que veo como positivo, si un hijo logra hacer eso, que por lo que veo, sí lo logra, bueno, bien. Por supuesto, me he imaginado y no sé si resulta, que si uno tiene hijos ellos te debieran acompañar en la forma que uno vive”.
-Nómades como la madre.
“Claro (entre risas), aunque hay cosas prácticas como la educación… tampoco ser hippie, para que vamos andar con cosas”.
-Sí, pero los hijos de diplomáticos sobreviven.
“Sí, sí, como que no tengo rollo, como que ay, que tengo que cambiar mi vida. Yo veo en otros que los hijos te cambian no por una decisión racional, sino que naturalmente te sale. He visto mujeres que eran igual que yo y hoy, me dicen que no tienen tantas ganas de salir y eso es precioso.
“Si a mí me pasa, lo encontraría súper lindo, lo veo más por el lado positivo. Uno buscará la forma de cómo le resulte, tratando de seguir siendo uno mismo, pero tratando también de ser buena madre. Hay que ir viéndolo”.
-¿Lo ves muy lejano?
“Noooo, no, porque tampoco tengo edad para verlo tan lejano…” (lanza una carcajada).