Soledad Teixidó no puede dejar de reírse cuando se le pregunta qué hace una educadora de párvulos al frente de una fundación que se relaciona más con el mundo empresarial y estatal, porque la verdad es que primero estudió ingeniería química en el entendido de que esa era su vocación por el solo hecho de que era buena para las matemáticas.
Así optó por una carrera del área social, que debía cumplir con la condición de ser corta, porque ansiaba salir para afuera. Después de graduarse en la Universidad Católica, trabajó cuatro años en jardines infantiles municipalizados donde se vinculó estrechamente con el tema social y además de voluntaria de Odeplán en la encuesta Casen. Por eso, terminó viajando a Estados Unidos, entre 1991 y 1993, donde sacó un magíster en fundaciones sociales de la educación en la Universidad de Maryland.
-¿Qué bichito te llevó a inclinarte por estos temas?
“Lo que pasa es que históricamente he tenido una preocupación por ellos. Desde chica me preocupaba el tema de la justicia social, como generar condiciones de igualdad para las personas. El tema de la equidad me ha preocupado siempre y darse cuenta que uno nace en situaciones privilegiadas también me reforzó”.
Una vez que terminó su magíster, se ganó una beca de la Fundación Kellogg sobre liderazgo que inclinó definitivamente la balanza de sus intereses, porque por tres años estudió desarrollo social y además, ejecutó un programa educativo en La Pintana. Desde ahí se vinculó al tema de las donaciones, de la RSE y al poco tiempo, en 1994, ingresó a Participa.
“Entré a Participa a trabajar el tema de educación cívica que es mi gran pasión, la educación en valores. Todo como que se fue armando; no pasaba nada en Chile con el tema de educación cívica, pensé que en esto había que moverse más rápido y me planteé hacer algo. Así en 1997 me propuse hacer una investigación sobre el estado del arte de la filantropía en Chile y la Fundación Ford se interesó”, explica.
Vinculada a las dos fundaciones y los contactos que hizo, un grupo de tres personas se puso a trabajar en una pequeña oficina sin ni siquiera preocuparse de tener un nombre. “Un día me di cuenta que nos decían las chicas Ford y me dije parece que tenemos un problema de imagen”.
-¿Y qué hiciste?
“Hablé con mis hermanos que son mis consejeros que me confirmaron que eso no estaba bien. Partieron por preguntarme si tenía tarjeta y de ahí en adelante, tuvimos que crear una marca que al año y medio de partir fue PROhumana. La historia es súper bonita porque nosotros íbamos por la libre, incluso ya habíamos armado seminario y todo.
“Al principio le habíamos puesto Programa de Investigación para la Promoción Humana; imagínate qué latero, cualquier comunicador nos habría dicho que estamos pérdidas. Ahí sacamos personalidad jurídica y entramos en el cuento de armar una institución (lanza una carcajada) y contador, cuentas…”
-Pero tu currículo dice que fuiste secretaria ejecutiva de Amnistía Internacional.
“Sí, eso fue después de trabajar en Participa, hacia media jornada en Amnistía y media en PROhumana. Ahí estuve 8 meses, fue súper lindo el trabajo, pero me salí”.
Con una personalidad extrovertida muchas veces no se ha medido en hacer comentarios, como cuando le espeta a algunos empresarios que no puede ser que todavía le tengan miedo al tema de los derechos humanos o a personeros del Gobierno que no es posible que no se den cuenta de algo que está pasando. “Todo en buena”, dice, entre risas.
-¿Qué proyecto tiene PROhumana a futuro?
“Nos estamos transformando en una organización de lo que se denomina del cuarto sector, que son organizaciones sin fines de lucro que se hacen cargo de sus sustentabilidad económica, o sea, dejan de ser dependientes de otros. Puede seguir recibiendo aportes, pero cambia su concepto. Estamos creando distintos negocios para tener independencia, que para nosotros es súper importante. Nos dicen de todos los sectores que las mantengamos”.
-¿O sea, cada vez más lejos de las chicas Ford?
(Entre risas, casi carcajadas) “Pero lejos, absolutamente. Bueno, creamos un área de asesoría e investigación, donde estamos apoyando a las empresas en hacer reportes de sustentabilidad, diagnósticos y también tenemos en barbecho la idea de crear una tienda de productos responsables.
“También estamos viendo un proyecto latinoamericano de reconocer iniciativas empresariales que a través de negocios ayudan a la superación de la pobreza y estamos buscando el nombre. El tema ahí es que hay 4 mil millones de personas que no están entrando a la repartición de la torta por ningún lado y la idea es generar negocios inclusivos, que lo hagan parte de la cadena.
“También estamos viendo el tema como pedagógico, cómo capturamos y la crítica que nos hacen es que tenemos que simplificar más el mensaje de responsabildad social para que la gran mayoría nos entienda. Nosotros sostenemos que es un estilo de vida y todos lo podemos implementar; esto parte desde pedir la boleta para que no haya evasión a no tirar papeles a la calle y cerrar bien la llave para que no se pierda agua”.
-O sea, quieren apuntar a que todos pueden hacer, todos los días, una acción que..
“Contribuya al bienestar de todos. Dejar la llave corriendo tiene un impacto ambiental multiplicado por miles… Es esa acción, el aporte chiquitito”.
-¿Ustedes casi parecen movimiento religioso?
(No puede dejar de lanzar una carcajada) “Se trata de valores mundiales, de cómo hacer una sociedad más sustentable” .
-¿Les han dicho que parecen predicadores?
“O sea, a mi me han dicho tú querís ser monja y me ataco de la risa. Es verdad que andamos repitiendo y repitiendo y uno que como que se convierte un poco en eso. Cuando estoy con los privados siempre les digo que voy a ser su cura confesor (entre sonrisas)”.