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“No existe una pega aburrida, creo que uno se hace los trabajos entretenidos”

Empresaria por oficio, creó una marca que perdura y ahora se mueve en las grandes lides de la hotelería. Pertinaz, cree que la gracia está en formar buenos equipos y ambientes de trabajo. Como madre, sus hijos siempre han sido su prioridad.

18 de Mayo de 2006 | 09:59 |
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Ha desarrollado múltiples oficios a lo largo de su vida, entre ellos secretaria y cajera, sin haber estudiado para ello, pero su capacidad le han hecho construirse un nombre dentro del mundo de los negocios.

Se hizo famosa por sus contundentes sándwiches del café Mokka y hoy se mantiene vigente al frente de un hotel 5 estrellas en Santiago, el Kennedy, el cual asumió en 1995. Desde ahí comandó, por mucho tiempo y en paralelo, el otro negocio creado por ella, una amiga y su marido a comienzos de los ochenta y que vendió hace pocos años a los Said Yarur cuando el Mokka ya tenía más de 15 locales y 150 empleados en Santiago y Viña del Mar.

A los 52 años, Marta Pfeil, está satisfecha con todo lo construido y, sin proyectarse, sólo pide, ahora, más tiempo para su vida personal.

-Estudiaste dos años antropología en la Universidad de Chile, ¿qué pasó con eso?
(Se comienza a reir) “Nada, ahí quedó, guardado en el Piedragógico”.

-¿Cuál era tu vocación?
“Me encanta el cuento del ser humano, de saber para donde va y de adonde viene. Tenía 4 años y mi sueño era ir a las pirámides de Egipto; la historia del hombre me fascina, lo encuentro interesante y siempre estoy al tanto de los nuevos descubrimientos y la idea era eso, pero la vida me llevó por otros caminos”.

-¿Y cómo se dio ese camino? ¿Dónde surgió?
“Yo nunca tuve interés por los negocios, nada más alejado de mis intereses”.

-¿Y entonces, cómo partió hacerte cargo del Mokka?
“En mi vida nunca he podido elegir qué hacer, me ha tocado hacer cosas y le echado para adelante. Yo estudiaba y mi casé; después me puse a trabajar en distintas cuestiones –he trabajado en todo lo que te puedas imaginar- y después a mi marido (José Antonio Losada) se le ocurrió el cuento del Mokka.
“Él lo inventó y siguió haciendo sus cosas y yo me hice cargo del Mokka con la Angélica Correa y con las patas y el buche”.

-¿O sea, este camino ha sido súper intuitivo?
“Sí, a mi me han dicho tú tienes que hacer esto. Y claro, yo lo hago.
“Cuando me hice cargo del hotel (creado también por su marido), en octubre de 1995, casi me morí, fue como un castigo. Es como si te dijeran ahí tienes una fábrica de neumáticos y tienes que empezar ya” (se ríe).

-Siempre obligada a aprender en el camino.
“Eso”.

-¿Y es muy estresante?
“Sí, lo es, pero de alguna lo he sobrellevado”.

-¿Cómo calificarías tu experiencia en el mundo de los negocios?
“Creo que ha sido buena. De hecho el Mokka fue un súper buen negocio y lo veo funcionando y digo ¡qué rico haber armado una cuestión!, fueron 22 años. Creo que me ha ido bien, he sabido nadar hasta la otra orilla y, aquí en hotel, creo que también me ha ido bien”.

-¿Dices que no hay en ti una veta de empresaria, que te han traspasado responsabilidades?
“Claro, no fue por interés propio. Si tú me preguntas hoy qué me hubiera gustado ser… no sé, tengo la capacidad de encontrar bueno lo que me toca, soy un poco conformista, positiva, me carga quejarme y si me tocó hacer algo, lo tomó con alegría.
“Fui secretaria un tiempo y algunos podrían decir qué monótono, pero sorry, yo lo pasé bien, siempre había cosas nuevas para aprender. Creo que no existe una pega aburrida, creo que uno se hace los trabajos entretenidos. Está en uno latearse con las cosas, ser como quejoso ¡no! Uno puede sufrir más o pasarlo peor o mejor”.

Recordar sus tiempos al frente del Mokka hace que se emocione. Incluso se quiebra al decir que ella nunca quiso desprenderse de la cadena de cafetería. El negocio partió en 1982 en el recién creado mall Parque Arauco y se mantuvo en él, incluso cuando en 1994 asumió en el directorio del recién fundado hotel Kennedy.

Dice que lo que más le encantaba del Mokka era abrir un nuevo local. “Si tú me preguntas, lo que más me gusta es partir un negocio nuevo, inventarlo, armar el local, estar en la construcción, fijar los estándares de servicio y ver cómo parte. Después la cuestión se pone más latera, pero, obviamente, ésa como adrenalina de sentir una cosa nueva, de hoy día se abre, me encanta”.

-¿En qué momento se te ponía difícil la pista?
“Yo me río cuando la gente dice voy a poner un restorán. No hay nada más complicado que el negocio de comidas, siempre. Hay miles de riesgos, hay problemas con el personal, piensa que son súper demandante. El Mokka funcionaba de lunes a domingo, no terminábamos nunca y con el horario de los malls, ¡una cosa de loco! Además, tienes que cumplir con la ley, con los horarios, los turnos”.

-Sí, tú dices que él que no cumple la ley, mejor que no haga un negocio.
“Obvio, si el negocio no da para hacerlo dentro de la ley no lo hagas. Y a veces es súper complicado. En el Mokka el sábado y domingo eran los días que más vendíamos y estaba el tema de tener que darle al personal dos domingos libres en el mes. Imagínate como se tenían que armar los turnos, pero eso me parece absolutamente bien. Soy contraria a eso de oye, trabajo muchísimo; perdón, lo encuentro atroz”.

-Pero tú has trabajado muchísimo, estuviste casi 10 años al frente de dos negocios. ¿Por qué mantenerse en paralelo?
(Se le quiebra la voz) “Pucha, a mí me costo mucho desprenderme del Mokka, muchísimo, era mi negocio, pero las cosas se dieron así. Me tuve que hacer cargo del hotel de un día para otro y no tuve la oportunidad de decir me quedo con esto y no lo otro. ¡No!, esto es lo que hay y tienes que echarle para adelante, pero llega el minuto en que te cansas y dices quiero tener un poco más de tiempo”.

-¿Esa fue la razón para venderlo?
“Sí, calidad de vida, nada más. Me costó mucho porque además el negocio me daba seguridad”.

-¿Pensaste alguna vez armar una marca como el Mokka?
“No, el Mokka partió porque partió, no más. Nunca pensé lo que iba a pasar, la gente hasta el día de hoy lo reconoce. Igual creo que hice las cosas bien, que funcionó; no cuesta nada hacer un negocio, pero permanecer 22 años sin decaer y situado en un segmento con buen nombre… (sigue emocionada)

-¿Orgullosa?
“Claro, me siento súper orgullosa. Encuentro que resultó, sirvió. Lo quiero, pero no me provoca añoranza. Fue una cosa redondita”.

-¿Has pensado qué te hace ser una mujer de negocios, qué cualidades?
“Eso me da como… no sé, yo soy una mujer no más. No me siento mujer de negocio, ahora creo que si tengo algunas capacidades; sí sé administrar, armar equipos de trabajo y la gente que está conmigo está contenta porque así me lo han dicho. El ambiente de trabajo que genero es agradable y eso es súper importante, eso me encanta, porque al final, buenos equipos de trabajos hacen que el trabajo salga bien”.

-¿Hacia dónde te proyectas?
“No me proyecto mucho, no soy de planificar, mi vida no lo ha sido, a pesar de que soy una persona que necesito saber lo que estoy pisando, no me gusta tanto la aventura”.

¡Qué contradictorio con ser empresaria!
“Sí, pero como que necesito ciertas certezas en mi vida, saber que voy a poder pagar la isapre. Supongo que seguiré trabajando, aunque espero que un poco menos para tener una mejor calidad de vida”.

-¿Y te dan ganas de empezar otro negocio?
“A veces sí (comienza a reírse), me dan ganas y me paran”.

-Porque también es contradictorio con querer tener una mejor calidad de vida”.
“A veces me veo pensando en algo y digo estoy rayando la papa, pero es que al final yo todavía tengo ese entusiasmo. Te juro que tengo uno pensado con mis hijos, pero por otro lado, estoy aburrida de levantarme a las 6 de la mañana, ya no estoy en edad. Yo llego a mi casa estoy flat, lo único que quiero es echarme en mi cama, no me iría a tomar un trago a las 9 de la noche ni aunque me invitara Julio Iglesias”.

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