Su historia es interesante. Nació en Baldecina, VII región, como hija natural de una joven de 16 años que, cuando quedó embarazada, fue repudiada por su padre, el abuelo. La sabia abuela consiguió que su madre, en vez de ser expulsada de la casa, quedara recluida hasta el parto en el segundo piso. El abuelo no volvió a dirigirle la palabra a su hija hasta cuando la “Pancha”, como la llaman sus amigos, tuvo 13 años, pero el amor incondicional por su nieta surgió de inmediato cuando a los 6 meses de vida se la pusieron en los brazos.
Años después, su madre consiguió un trabajo en Santiago y se vino con ella a la capital donde entró a un liceo. A los 12 años, se plantó frente a su padre y le reclamó su paternidad; obtuvo su apellido y una relación filial.
Ya estudiando derecho en la UCV conoció a su primer marido, con quien tuvo a Francisca, cuando él -miembro del FMR- estaba en libertad y a su segundo hijo, Felipe, tras un encuentro en las visitas carcelarias. Su matrimonio fracasó, se trasladó a Santiago, se cambió de universidad, a su marido lo indultó el ex Presidente Aylwin y ella consiguió la nulidad religiosa.
Hoy está casada con el abogado Iván Millán, fiscal jefe de Delitos Económicos del regional norte, con quien tiene otros dos hijos, Paula y Baltasar. Todos viven en una parcela de Chicureo junto a la sabia abuela que hoy tiene 100 años.
-Llama la atención que hayas develado sin problemas tu historia. ¿Orgullosa de ella?
“¿Podría ser diferente?”
-Hay quienes sí pelean con su pasado.
“Me llama la atención que mi historia sorprenda. Una vez en Coquimbo me hicieron una pequeña nota y el título que le pusieron fue “aprendí a leer a la luz de las velas”, lo que era verdad. Después recibí varios correos (mails) y casi todos me decían oye que eres valiente y yo … (hace un gesto de subir los hombros). La única conclusión que puedo sacar es que esa historia, en términos generales, pareciera que se debe ocultar más que ser descubierta. Y si se espera que se oculte es porque de alguna manera se siente que es una desventaja para una persona que quiere ir muy bien parada por la vida y donde es mejor que no la cuente.
“Yo lo veo al revés, absolutamente; yo me creo la muerte, porque yo era una niña que camina en el campo a pata pelada con un pantalón de lana azul tejido, siempre muy bien cuidada; hoy voy a ese lugar y sigo viendo cabros corriendo a pata pelada y me da una alegría grande porque el salto –movilidad social lo llaman- a mi realidad es tremendo”.
-¿Te sientes afortunada? No eres la única que ha vivido eso, pero muchos no logran salir de ahí y es más, empeoran.
“Sí. Yo soy una demócrata de corazón, pero la naturaleza es lejos la más demócrata de todas, porque la naturaleza pone neuronas a diestra y siniestra y no se fija donde estás tú, dónde naciste y dónde creciste. La naturaleza me premió con un poco más de neuronas, probablemente, que el promedio.
“Ésa fue una ventaja objetiva, la segunda, fue la familia que tiene que ver con la formación ético-valorica y con esa cosa muy optimista, muy saludable que tú tienes en una crianza campesina; eso de ser pobre y no saber que eres pobre porque no había carencia, había fruta por todos lados botada, leche en la vaca. Esa pobreza te da magia, no problemas, yo vine a saber que era pobre cuando entré a la escuela. Tal vez lo único que lamento es no haber aprendido inglés y hasta el día de hoy lucho por aprender”.
-Algo has hecho tú también.
“Yo no he hecho nada, sólo he ejercido mi rol después de lo que la naturaleza me dio. Estudié lo que tenía que estudiar… (se ríe).
-Tu realidad de hoy es muy distinta…
“Sí claro, piensa tú que mi hijo de 14 años quiere ser pianista. O sea, yo le hubiera dicho a mi madre eso y creo que le da un ataque al corazón (se ríe de nuevo). Qué posibilidades había de que una persona en esas condiciones lo fuera”.
-¿Se logran comunicar las dos historias familiares?
“Desde luego que sí, aunque con dificultades porque Chile tiene una división social salvaje, de verdad, del día a día. No sólo está impedido a los pobres juntarse con los ricos, sino que está impedido a los ricos juntarse con los pobres y eso parte por los colegios”.
Señala que es obvio que quisiera que sus hijos fueran al mejor colegio posible y eso significó dejar afuera la otra realidad. “Por lo menos en Santiago es así y es muy marcado. No fue así en Vicuña, donde me fui de juez de garantía y en donde habían dos colegios, uno subvencionado pagado y otro municipalizado”. Cuenta que en el primero iban el hijo del alcalde y los mejor ubicados en el escala social y ella optó por el segundo, para darle una oportunidad a sus hijos de conocer la otra realidad.
“La unión de estas dos historias –continúa- tiene que ver con estar constantemente hablando de esto, con descaro, con naturalidad, haciéndolos partícipe del resto de la familia que no comparte mi mismo nivel económico; los obligo que compartan esa realidad con los hijos de la nana, tiene que ver con lo educativo, pero esa es la dificultad”.
-¿Otra dificultad es el tiempo, porque supongo que para educar tienes que estar presente?
“Ése es un tema complicado porque hago muchas cosas. El tiempo es un tema para las mujeres porque como queríamos hacer lo mismo de los hombres no sacamos el premiado, porque ahora tenemos que gerenciar la casa y todo. Para mí es dificultoso, pero los fines de semana son para los chicos”.
Preocupada de su facha, con unos llamativos visos de colores rubios y colorines, da señas de su coquetería al no revelar su edad. Menciona como sus pasatiempos dormir, leer y ver películas en la casa y reconoce que lo que la relaja es estar tirada bajo el sol.
Trata de darse algunos gustos como sus clases de equitación, a las cuales ingresó empujada por su hija mayor. “Una vez a la semana, pero casi me cuesta un mundo… ya estoy en trote uno (entre risas)”, dice.
-Casada con fiscal, ¿se somete tu marido a los dictámenes de la jueza?
(Se larga a reír) “En lo absoluto, mi marido es quien manda en la casa (acentúa la carcajada). No… mira, tuve la suerte de encontrar la horma de mi zapato, él es un hombre altamente intelectual y eso favorece mucho la relación de pareja; trabajamos, aunque en roles distintos, en la misma área, entonces siempre nos contamos los temas.
“Y en el ámbito familiar, no sabe prender el cálifont, entonces no hay choques a nivel doméstico. No es que alguno se quiere imponer, lo que pasa es que lo doméstico para él es un mundo que guía otro”.
-¿Eso lo transforma en machista?
“No para nada… simplemente es un inútil (larga la carcajada). Como es inútil en el área doméstica, yo gerencio la empresa matrimonial; un amigo me dice que lo mío no es un matrimonio, es una empresa”.