A los 34 años se la ve realizada. Se nota que vibra con su trabajo en la cocina y con la propuesta que el Alma hace a través de su carta mixta.
Pero todo eso no impide que ella sienta que está pagando algunos costos. Tiene un hijo de 12 años, Tomy, y no poder dedicarle todo el tiempo del mundo, especialmente, en las noches la hace sentirse responsable.
“Es el club de la culpa, quitarle tiempo a tu hijo. Lo sienten todas las madres, todas las madres que trabajan son socias del club de la culpa, pero esa culpa que no sé… mi gente cercana me dice que mi hijo tiene más de mí que cualquiera con una madre tipo que trabaja en una oficina y los ve el fin de semana”.
-¿Por qué tanto?
“Yo trabajo al revés. Estoy a las 5 y media de la tarde en mi casa y me quedo con el Tomy hasta las 8 y media, cuando vuelvo al restorán. Siempre he sentido pucha, hoy día no lo acosté o hoy día pasé de largo, no pude ir. Es un tema de uno, porque el Tomy es un tipo súper sano, le va súper bien en el colegio y es súper regalón”.
Consciente de las necesidades de su hijo, resolvió regresar a Chile cuando él requirió entrar al jardín infantil, a los 3 años. “No seguí viajando porque cuesta, él no quiere dejar los amigos, el colegio. Olvídate de que le pueda plantear a Tomás irnos a vivir a Tailandia a pesar de que le encanta viajar, porque sembré eso en él”, narra.
La Vero, su nana desde hace 10 años, ha sido pieza clave en su organigrama familiar-laboral, al igual que su madre. “Cómo podís trabajar tranquila si sabís que tu hijo no está bien”, pregunta.
Para facilitarse las cosas prefiere mil veces, vivir en Ñuñoa que en Vitacura cerca del restorán, porque allá queda a pocas cuadras de la casa de su madre. “A mi me sirve mucho más vivir al lado de mi mamá por cualquier contingencia. Entre mi mamá y la Vero se cubren, se cubren los médicos, los dentistas”, dice.
-¿Y ahora que tu hijo está más grande?
“Muchas veces llego a la casa y no me da bola, prefiere estar con sus amigos. El proceso de crianza de chicos es más fuerte, pero cuando son adolescentes también te necesitan, son distintas facetas. Ahora, estoy pasando por una en que siento menos culpa porque él tiene más tiempo ocupado y yo lo aprovecho”.
-¿Has tenido la libertad necesaria para tomar proyectos por no estar casada?
“O sea, si hubiese estado casada cuando estaba en Asia mi marido tendría que haber sido cocinero también, porque si no, cómo nos íbamos. Tenía 22 años y era una oportunidad, claro, porque estaba sola, si hubiese tenido casa… creo que a lo mejor no lo tomo”.
-Hoy tienes pareja. ¿Te apoya?
“Tengo pareja hace 5 años y es director de cine por lo que también tiene una pega bastante diferente en cuanto a horarios. Me conoció haciendo catering y me ha visto todos estos años trabajar y ha sido un tipo súper bueno. Hemos estado siempre juntos, pero no revueltos y ha sido un apoyo”.
Cuenta que la paciencia de su pareja ha sido puesta a prueba más de una vez porque muchas veces la tiene que pasar a buscar al restorán a las 12 de la noche, pasada a comida. La mayor parte de las veces, la acompaña en el Alma, aunque ella no le presta atención hasta que se ha cerrado la cocina. Tampoco van a comer a otros locales porque como la reconocen, todo se vuelve más complejo.
Así las cosas, han optado por una vida más hogareña. Pamela no trabaja los domingos y si puede, se arranca a Tunquén, lo que le fascina. “Me gustan mucho las caletas de pescadores, donde tengo muy buenas migas, siempre me voy a Quintay o a Horcón. De hecho siempre he pensado que voy a terminar siendo pescadora”.
Para relajar el estrés juega golf y disfruta una mañana de un spa, ya sea sauna o algún masaje, incluso de cabello. También hace yoga tres veces por semana.
-¿Parte de tu conexión con el Oriente?
“No, no me gustan los gimnasios, me carga el tema del fisicoculturismo, la muñeca de malla. El yoga es una forma de vivir, tengo que hacerlo, me permite estar sana. Lo que aprendí en Oriente es que yo le debo a mi ser ciertas horas para que se pueda sentir en calma; hay que saber balancear, sino me acostaría pensando cuántas lechugas me faltan para el otro día”.
-¿Y cocinas en tu casa?
“Nooooo, y además se da la ley de Murphy. La Verito cocina pésimo, a pesar de que la he terapiado por años, pero no hay caso, tiene como dos especialidades. Yo le pregunto si no me quiere, porque le digo que eso es un acto de amor. El Tomy, que salió sibarita, muchas veces se hace él la comida”.