Sin duda su vida cambió determinantemente ese 29 de marzo de 1985. Ella, las otras dos viudas y su suegra (la actriz maría Maluenda), entre muchos otros, dieron una guerra sin cuartel para averiguar quién había asesinado a los tres profesionales comunistas y muchos supieron de su historia, aunque siempre había estado ligada a la defensa de los derechos humanos durante el régimen militar.
Nunca pensaron en irse de Chile después del '73?
"Ehhh… no, por opción. Mira, a mí y al Jose nos plantearon muchas veces la posibilidad de irnos, porque nos allanaron muchas veces, nos destruyeron la casa, qué se yo. Pero la verdad es que nuestra opción fue quedarnos acá, porque creo que no podíamos irnos, teníamos que tratar de hacer lo posible para que no sufriera la gente, para que se terminara (traga saliva, hace una pausa), nunca nos quisimos ir y el costo fue éste.
"De repente pienso si fue una buena opción o no… no sé; ya está, así fue y hay que asumirlo".
-¿Ni siquiera por tus hijos?
"También tengo que asumir la opción frente a mis hijos, porque ellos crecieron sin su padre y esa es una ausencia que los marcó para el resto de su vida y que tiene que ver con ellos y con lo que son hoy día.
"No es fácil, yo tengo la suerte –y diría que el 99% de los que sufrimos la represión más dura- de tener hijos sanos: cabros que estudian, que trabajan; puede que sientan rabia, pero no les marca la vida ni lo cotidiano; son todos adultos incorporados a la sociedad y creo que eso es fantástico".
A medida que recuerda su historia, hace esfuerzos por mantenerse serena y seguir con su tono dulce, sin alzar jamás la voz; pero los ojos se le llenan de lágrimas una y otra vez y un silencio frío, el dolor profundo se hace presente en la conversación; es inevitable sentir escalofríos y preguntarse cómo ha podido mantenerse siempre de pie.
-De nuevo entregándote a los demás ¿qué significa este nuevo desafío?
"Estoy feliz, es un tremendo desafío. Son dos, en realidad; uno que tiene que ver con la infancia, las metas y todo lo demás, y el otro, que tiene que ver con esta institución. Tal vez este es el más difícil para mí, porque cuesta innovar en un lugar que lleva 36 años funcionando con malas prácticas laborales".
-¿Militas ahora?
"No. Cosa que tampoco es buena, por la cosa de los cupos y todo eso, pero creo que una de las características buenas de este gobierno es que ha sido inclusivo, de verdad".
-¿Por qué dejaste el PC?
"Porque no estaba de acuerdo con su política en cuanto a su participación en lo que iba a ocurrir en este país del '90 para adelante. Pensé – y no me he equivocado- que la crítica tenía que ser constructiva y desde adentro de lo que estábamos empezando a construir y no estaba de acuerdo con el planteamiento más confrontacional con los gobiernos de la Concertación que adoptó el PC".
Estela se siente orgullosa de haber sacado adelante a sus hijos. La mayor, Javiera está de vuelta en Chile tratando de reinsertarse en la actuación; Camilo vive en Barcelona, se casó y la hizo abuela de Nahuel y Maïa ("ya me perdí sus primeros años"); Juan José es sociólogo y cineasta y trabaja en gestión y liderazgo; Antonio también terminó cine y está trabajando en una película. El menor, Martín nació de una nueva relación que la llevó a vivir unos años a Francia y que concluyó al poco tiempo; tiene trece años y está en séptimo básico en un colegio cercano a su casa de siempre en "El Arrayán".
-¿La misma casa donde viviste siempre con José Manuel?
"La misma. Es que yo no puedo cambiarme de ahí; tengo que reconocer que mis raíces están allá; mi paz, mi espacio… es como mi mundo propio, me encanta".
-¿Cómo fue esto de educarlos sola, en medio del dolor y del miedo, también?
(Toma aire) "No sé. Miro para atrás y no sé cómo pude y, seguramente, cometí miles de errores, pero, de verdad, creo que hubo dos cosas que fueron fundamentales para mí en esa época: encontrar a los asesinos de José Manuel y mis hijos. La pega, el volver a trabajar, me dio esto de poder sostenerme en pie.
"Seguramente hubo momentos en que no los miré mucho; otros en que los miré más, en que traté de darles seguridad en medio del horror. Fue un momento muy, muy duro y no sé si fue bueno lo que hice, ah. No sé cómo les afectó a ellos en el primer período estar día y noche con autos fuera de la casa y que los iban a dejar al colegio y avisaban que había bomba y sabían que me habían detenido a mí… no sé… no sé".
-Pero están bien, así que tan mal no lo hiciste ¿o no?
"Les entregué todo el amor que me pude estrujar y todas las posibilidades… ¡me saqué la mugre!"
-¿Es cierto que ni pensión tenías, porque no estabas casada legalmente con José Manuel?
"Sí, eso fue súper fregado y lo arregló el gobierno de Lagos. Fue súper discriminatorio, incluso la pensión Rettig que recibía era de 40 lucas, al final, cuando fui considerada viuda de frentón.
"Es un tema, pero como decía el Jose, nos casamos por amor y no por libreta, y yo siento que el hogar que construimos y la relación de pareja fueron mucho más sólidos que veinte libretas".
- Después tuviste una nueva pareja, un tiempo.
"Tú lo has dicho, tuve una nueva pareja, nació Martín que me hizo muy feliz, que nos hizo muy felices a todos y que tiene muy buena relación con sus hermanos; después nos separamos, cuando volví a Chile".
Respecto al tema de los derechos humanos en Chile, Estela piensa que, indudablemente, se ha avanzado, tanto con las medidas que se han tomado como con los procesos que los Tribunales están llevando a cabo. "La amnistía en los hechos y en la práctica, no está corriendo", dice.
-¿Te parece suficiente?
"No. Tenemos que avanzar en dos sentidos; uno, un país que se haga cargo de su historia con bastante más claridad, y, dos, que haya justicia y verdad. Siempre he dicho que mientras no haya eso, cada vez que aparezca algo va a ser un gran problema nacional y político; ahí hay una responsabilidad que, de una vez por todas, tenemos que asumir".
-¿Crees realmente que se pueda llegar a la verdad después de tanto tiempo?
"Sí, aquí hay gente que participó y que sabe. Si se rompe el pacto de silencio es posible llegar a la verdad".
Varias veces ha dicho que perdió dos veces a su padre: cuando desapareció y cuando solo encontró un dedo y un diente en la Cuesta Barriga, pues los restos fueron removidos a fines del gobierno militar. Pone como ejemplo de su creencia de que se puede llegar a la verdad ese operativo. "Es impresionante dónde estaban, cómo era esa mina; para sacarlos tuvieron que ser especialistas. Hay que averiguar quienes eran los expertos que pudieron hacerlo; hay que querer romper el pacto y encontrar respuestas".
Agrega: "Creo que no es sólo sano para nosotros, sino para ellos, para quienes participaron; los libera ¿entiendes? No puedes vivir con esa culpa y no puedes morirte con ella, porque están tus hijos, está tu mujer, tu familia. Es un tema que si no se aborda, nos va a perseguir por muchas décadas más, como ha pasado con los nazis. Las generaciones posteriores tienen que hacerse cargo y a mí me encantaría que mis nietos no tuvieran que hacerse cargo de mi historia, que vivan tranquilos en su país".
-En ese contexto, ¿qué sentiste cuando la Presidenta inauguró el monumento de las tres sillas?
"Por una parte, un proceso reparatorio al que se comprometió el Presidente Lagos; es historia, pues, lo que hablábamos antes. Después –se mezclan cosas que son como extrañas- mi amiga, que me había acompañado siempre (me acuerdo de ella con la Sofía en brazos, chiquitita, cuando recién volví de Francia, a mi lado), ahora, como Presidenta, iba a inaugurar. Entonces, fue fuerte, porque son muchas cosas, tantas, que no tengo palabras para explicarlas.
"Actualmente, que salgo tanto a regiones, esas tres sillas se ven desde los aviones… cuando alguien pregunta, ahí estamos recuperando la historia y haciendo justicia".