Estudios muestran que el promedio de salario de las mujeres, en comparación con el de los hombres, es siempre menor. En 14 años la brecha se redujo apenas en un 3%, mientras que la participación de la mujer en el mercado en ese período creció casi 10 puntos.
La comparación por hora promedio es más exacta, ya que las mujeres tienen jornadas más cortas, y aunque así la brecha se reduce, no deja de haber diferencia, siendo un 26,4% en 1990 para llegar a 20% en 2003, según la Casen.
Hay quienes sostienen que la jornada de la mujer es más corta porque suele preferirlo así, como también la jornada parcial, o que como lleva un "salario secundario" al hogar puede trabajar menos. Pero todos los estudios dicen que desea jornada completa, que no considera su ingreso como secundario y que el problema está en que las tareas del hogar están directa o indirectamente a su cargo, por lo que no tiene tiempo para una jornada más larga.
Si comparamos el ingreso por hora promedio, vemos que en el primer quintil la brecha hombre/mujer es casi cero, pero en el quinto, donde se concentran los mejores trabajos, la diferencia llega a 34%. Por otra parte, en los niveles con menor escolaridad la brecha es de 18%, y en el nivel opuesto, 52%.
Nadie discute hoy que esta brecha existe. El debate comienza al buscar las causas. Ciertos economistas hablan de la brecha salarial "no explicada", otros aducen la menor experiencia laboral de la mujer. Pero sabemos que la razón, vergonzosamente, está en la discriminación que enfrenta en el mercado, a lo que se suma la brecha en el acceso al trabajo y a la promoción a puestos más calificados.
En fin, se oyen muchas razones que pretenden explicar o justificar la existencia de una brecha salarial entre hombres y mujeres, pero lo que queda claro es que nuestro deber como sociedad y como Gobierno es poner término a esta inequidad laboral que afecta a las mujeres, en directa relación a su calificación profesional.