La conversación se desarrolla entre risas; son inevitables las carcajadas con algunas de sus reflexiones o con las caras que pone. El sarcasmo es su sello y reconoce que siempre fue así, desde chico, tal vez como una manera de defenderse. "Yo no era muy bueno pa' los combos, en colegio de hombres, así que me defendía mejor con la lengua que con las manos".
También le asigna responsabilidad de su ironía a sus antepasados aragoneses: "Dicen que son famosos por la 'mala leche', así que también debe haber una cosa medio heredada; en mi familia la ironía se daba mucho. Se decían las cosas 'pan pan, vino vino', no había muchas sutilezas ni sicólogos de por medio".
Está por cumplir 38 años; nació el 21 de noviembre de 1968. Es el cuarto de seis hermanos; los cuatro mayores hombres del primer matrimonio de su madre y luego, otro varón más y una mujer, del segundo.
Perdió a su padre muy niño, cuando tenía apenas 4 años, así que la experiencia que está comenzando a vivir es absolutamente novedosa, en diciembre llegará Lourdes, la primera hija de Ángel y su pareja de hace siete años, Alejandra Neumann.
-¿Cómo te sientes?
"Tranquilísimo. Buen momento, éste, además, para criar esta edad, como que uno está más tranquilo. Más chico hubiera estado más ansioso, con pánico, pero ahora no, estoy tranquilo, estable, menos ansioso… puedo criar yo creo".
-Alguna vez dijiste que si tenías uno, vendrían cinco más, ¿eso sigue en pie?
"Ojalá, si podemos biológicamente".
En los ratos libres se arranca a una parcela que arrendó en Huelquén, un poco más al sur de Paine, pero hacia la cordillera. Ahí aprovecha de jardinear, que es una de las cosas que más lo relajan, aparte del yoga que ahora ha dejado un poco de lado.
- Pero tú estuviste casado antes, bien joven.
"Más o menos, me casé como a los 28 y me separé en Londres. Fue bien triste, porque nos llevábamos súper bien, pero allá todo hizo agua. El dinero salió por la puerta, el amor por la ventana y todo se fue el diablo.
"Llevábamos mucho tiempo viviendo juntos acá, éramos los dos pendejos, lo pasábamos chancho y en Londres estábamos solos los dos y pagó el pato la relación. Nos fuimos bien ingenuamente, como cargados de sueños y nos dimos contra la pared: al país más caro del mundo, sin manejar el idioma… era una apuesta bien irracional, sin ningún tipo de lógica. El costo fue que la relación se desgastó; muy triste, pero, nada, volví a Chile, conocí a la Neumann y me aguaché de nuevo".
-¿Cómo fue criarse sin padre?
"Uno se acostumbra, no más. Nos criamos harto en la calle, porque mi madre tuvo que ponerse a trabajar. Fuimos muy libres en ese sentido".
Vivían en el Barrio Brasil, en pleno centro y estudiaban en el colegio Alonso de Ercilla, de los Hermanos Maristas. Su madre los puso ahí por la cercanía, pues no eran precisamente católicos: su abuelo materno era anarquista y el paterno, socialista; habían llegado en el Winnipeg. "Todos pagamos el pato de esa educación que era muy estricta y bien intensa; uno se vuelve como una especie de sobreviviente, aprende a salir adelante", dice.
Todos los hermanos se fueron temprano de la casa, porque no tenían muy buena relación con el nuevo marido de su madre. A los 18 años, Carcavilla ya vivía solo y, desde ese tiempo, se moviliza en micro o en bicicleta.
-¿Te gusta el deporte?
(Se ríe a carcajadas) "No, soy pésimo, ni veo fútbol, ninguna de esas cosas. Hacía deporte en el colegio por obligación… horrendo, me supera".
En cambio, la lectura lo apasiona; se ha leído todo lo de Paul Aster y hoy está en las crónicas, unas antiquísimas de Edwards Bello. También le encantan las columnas de Roberto Merino y las novelas que caen en sus manos. "Por tiempo, estoy un poquito descompensado, llego a la casa medio agotado, así que he disminuido mis niveles de lectura", dice.
Le gusta todo tipo de comidas –"la verdad es que no le hago el quite a nada- y cocina. "Me gusta la comida española, la japonesa, me gusta todo y cocino casi de todo… ¡rico! Las lentejas me quedan exquisitas, el pollo a la cacerola, de todo".
-¿Alguna frustración?
"Bueno, uno siempre se frustra cuando se separa… no haber peleado más las cosas. Pero, después, lo mirai con la distancia y ves que fue lo mejor. No tengo muchas frustraciones, la verdad que he podido hacer lo que quiero, trabajar con gente con la que me he llevado bien, he tenido harta libertad, tengo esta agencia que es pequeña, pero a la que los clientes llegan a apostar y son mucho más entretenidos… tengo suerte también en eso".
-¿Vicio privado?
"Me gusta salir, me gusta irme al campo; me voy los viernes y llego el lunes. En la semana salgo mucho, voy a comer, a almorzar; me junto con el Rafa Gumucio, con la Carola (Delpiano), con Álvaro (Díaz), con Pedro (Peirano)… mis amigos de siempre, los de la Rock & Pop; nos juntamos mucho, mucho, mucho".