Habla rapidísimo, como si siempre tuviera a un montón de gente aguardando en la sala de espera de su consulta. Sí, porque Vivian Muñoz es una médico internista que además de ver pacientes por diversas dolencias, dedica muchas horas de su agenda, como nutricionista, a guiar a las personas en sus procesos de control del peso.
Se la ve siempre alegre, con una sonrisa amplia y contagiosa y la verdad es que le puede subir el ánimo hasta al más profundo deprimido por su sobrepeso. Quizás eso es lo que también logra transmitir en televisión, cuando cada cierto tiempo es invitada a cumplir un miniespacio sobre nutrición en el programa “Buenos días a todos”.
A la pantalla llegó por casualidad. Una paciente le dijo que necesitaban a un médico para hablar de nutrición para el programa “Así somos” de La Red y tras una especie de prueba de cámara, quedó. En 1998, cuando el espacio salió del aire, fue contactada por TVN, donde partió respondiendo preguntas por teléfono y siguió como panelista estable.
Oriunda de San Antonio, recuerda con cariño sus estudios en un colegio de monjas fiscal, así como su paso por la Universidad de Chile, donde se recibió. “Soy provinciana, de una familia de clase media muy esforzada, con padres que estudiaron sólo hasta cuarto medio”, recuerda y agrega que “era súper matea”.
-¿Siempre te gustó medicina?
“Cuando era chica –cuenta con una sonrisa- lo único que quería era ser médico para salvar la vida de la gente pobre del puerto”.
-¿Cómo llegaste a la nutrición?
“Hice la práctica en Colina donde vi mucha gente obesa y ahí caché que lo mío era ayudar a la gente a mejorar, en forma integral, su calidad de vida. En el Barros Luco también atendí muchos partos y las mujeres que quedaban gordas se ponían a llorar, entonces, yo las ayudaba a recuperar la figura con recomendaciones.
“Así fue como decidí después, hacer una beca de medicina interna con mención en farmacología y después, sola, me metí en nutrición”.
Se entusiasma tanto con el tema que detalla con mucha precisión todos los experimentos que hizo, estando en la universidad, con ratas de laboratorio para ver cómo funciona el cuerpo frente al alimento. “Algunas eran desnutridas, otras híper nutridas, algunas las manteníamos híper estimuladas, les hacíamos cariño, le dábamos baños de tina caliente, le poníamos música y cuando el doctor les cortaba la cabeza veíamos las ramificaciones de las neuronas… rayé con ese tema”, confiesa como si no se le notara.
Después de trabajar cerca de cuatro años en el hospital J.J. Aguirre, Vivian optó por ejercer sus dos especialidades en una consulta privada, la que posee desde hace casi 10 años. A ella le dedica bastante tiempo, aunque se reserva un día a la semana para ella.
Lo anterior es entendible, pues es madre de siete niños. Casada hace 19 años con un cirujano plástico que se especializó en liposucción, se ríe cuando comenta las diferencias de opinión que tienen sobre el tema del control de peso. “Él es de la Universidad Católica, es otra onda”, afirma con la camiseta de la U puesta.
-¿Cómo se lleva una agenda tan sobrecargada con una familia tan numerosa?
“Influye mucho nuestra religión, somos mormones; de hecho nos conocimos en la Iglesia. Nos movemos en la fe, Dios nos ayuda para que nos vaya bien en la vida, la mano de Dios está siempre presente. Además, puedo tener muchos hijos porque tengo la ayuda de una súper nanas”.
-¿Eres trabajólica?
(Todos los días está en su consulta antes de las 8 de la mañana, atendiendo). Parto temprano porque me gusta lo que hago, soy súper engrupida con lo mío. A mis pacientes los persigo, los llamo, les pido los exámenes, soy como médico de cabecera de casi todos ellos”.
-¿En casa de herrero, cuchillo de palo? ¿Comes mal por tanto trabajo?
“En la semana tomo un buen desayuno y llevo a la consulta comida, aunque tengo poco tiempo para comer. El fin de semana me doy permiso y como como cerda porque me gustan los chocolates, los pasteles, todos los dulces”.
-¿Y en qué momento haces deporte?
“Nunca, casi nada”.
A pesar de todas sus actividades, es una madre súper preocupada aunque recibe harta ayuda de su marido. Sus hijos mayores van todos los días de la semana a seminario (clases de escritura) en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días entre 6 y 7 de la mañana y luego él los va a dejar al colegio. Ella, en cambio, se reserva para hacer tareas, “para los regaloneos” y de hechos sus hijos más chicos no se le despegan desde que llega a la casa.
-¿Te das tus tiempos?
“Mi marido me ha obligado. Desde hace algunos años me tomo un día, que al final igual está copado, porque lo dejo para hacer trámites”.
-Pero ¿regaloneos personales?
“Cuando puedo me levanto tarde y leo como animal todo tipo de libros sobre psicología, psiquiatría, arqueología y de autoayuda, pero de la seria”.