Al momento de enumerar cuáles son las grandes quejas de las parejas que se sienten insatisfechas con su relación, la mayoría de ellas parte culpando de su desazón a un gran primer problema:
la falta de comunicación. Para los terapeutas, en cambio,
la clave de los desajustes está en los mitos y creencias sobre lo que es ser pareja.
El problema de estas expectativas es que son en su mayoría estereotipos de género, que no se corresponden con la realidad:
"Las parejas llegan frecuentemente a consultar pensando que el otro está mal, porque no está haciendo lo que le corresponde a su género y a su pareja: por ejemplo, proveer, estar presente para los hijos, para los quehaceres domésticos, estar de buen humor, que a uno le guste todo lo del otro - ¡vaya mito!- y que al otro le encante cómo soy y que no se enrabie", ejemplifica la terapeuta de la Universidad Católica Ana María Vial.
Ese escenario de expectativas, en todo caso, no tiene relación con los cambios que han sufrido los roles de hombres y mujeres en las últimas décadas.
Pero, aunque los especialistas coinciden en observar que muchas parejas chilenas han sido capaces de adaptarse a nuevos cánones en el ámbito laboral y social, esto no ha ocurrido así en la construcción de su espacio más íntimo. De ahí que los hombres se quejen porque la maternidad aleja a las mujeres de la vida en pareja; y las mujeres, a su vez, siguen lamentando de los hombres su mutismo, su incapacidad de expresar no sólo sus sentimientos, sino también de construir un momento de intimidad emocional.
Las otras fuentes de insatisfacción |
No sólo la maternidad y el mutismo masculino aparecen a la hora de hablar de insatisfacción. La terapeuta de pareja Paula Vergara describe otras quejas frecuentes para graficar el malestar que sienten con su relación:
- Que uno o ambos miembros de las pareja estén centrados más en requerimientos del otro que en sus propias necesidades. Cuando uno está en el encantamiento puede estar muy a disposición del otro, pero eso termina produciendo tedio. Lo importante es que cada uno tenga espacios individuales y no necesariamente en función del otro. No quedarse con esta idea de que somos pareja, entonces somos uno.
- No tener la capacidad de acuerdo respecto a personas, lugares e instancias que uno quiere compartir. Muchas parejas no han aprendido a negociar en cosas cotidianas. Si no hay negociación siempre habrá uno que cede, y el otro se sentirá vulnerable, enrabiado e insatisfecho.
- La rutina, y la falta de disposición para cambiar e interferir en la rutina. Hay falta de disposición al cambio. Se aburren, se quejan de que hacen siempre lo mismo, que ya no pueden conversar y no tienen tema.
- Dificultad para explicitarle a la pareja qué es más placentero en el área de la sexualidad. La mujer de hoy se siente con derecho a tener una sexualidad plena, pero les falta ser más explícitas. Muchas subliman su sexualidad porque no quieren que los hombres se sientan menos potentes, no quieren frustrarlos. Repiten las pautas de sus madres. |
El sicólogo Pablo Isakson, terapeuta de parejas del Instituto Chileno de Terapia Familiar, resume: "Seguimos apegados a modelos de nuestros padres, que no tienen que ver con cómo se vive ahora.
Las madres de hoy todavía quieren ser como sus madres, súper mamás, que tenían todo el tiempo para estar con sus hijos. Pero tienen un prenatal y un posnatal que les marca un principio y un término en la primera etapa de la maternidad, y sicológicamente no asumen ese término, entonces
eso les deja una frustración y una cierta culpa que termina afectando la vida en pareja. Por otro lado, a
los hombres de hoy se les exige mucho más tomar decisiones, involucrarse en el hogar, expresar sus sentimientos. Pero, ¿cómo aprenden a hacerlo si antes no era socialmente necesario?".
Los conflictos que nacen con la maternidad
El siquiatra Sergio Barroilhet, terapeuta familiar y profesor de la Facultad de Sicología de la Universidad de Los Andes, sostiene que la idiosincrasia de las chilenas frente a la maternidad y crianza es el punto de partida para las diferencias al interior de la pareja.
"Las chilenas como madres sienten la necesidad de generar mucha dependencia de sus hijos. Con bastante frecuencia se sobreinvolucran y les cuesta elaborar los procesos de proximidad y distanciaLes cuesta diferenciar sus propias necesidades de las de sus hijos, sienten que si no están encima de ellos los hijos se van a angustiar"., describe. Una tendencia que, explica Barroilhet, suele acrecentarse en aquellas mujeres que sólo tienen uno o dos hijos.
A eso se suma el que la maternidad de por sí transforma por completo las prioridades femeninas. Barroilhet describe que, una vez que llega el hijo,
para la mujer se produce un terremoto, una crisis vital que también se ve arrastrada hacia la pareja. "Se abre una caja de Pandora de la cual es difícil saber qué va a salir. Para poder asumir la llegada de un hijo, el vínculo con el hombre tiene que ser muy armonioso". Debe existir, necesariamente, una adaptación por parte de la pareja. "Sin embargo, el hombre muchas veces se queda esperando a esta mujer que tenía antes de la maternidad, la compañera con la que tenía una suerte de joint venture. Pero la mujer se desvincula unilateralmente. Hace un golpe de timón y dobla a la derecha, y el hombre se queda solo, imprevistamente, sin planificación", ejemplifica el terapeuta.
Se encuentra con una mujer que deja de ser una compañera, y que espera que el hombre también se ponga al servicio de las necesidades del hijo.
Los hombres no siempre son capaces de explicitar los sentimientos que les genera la exclusión, acota Pablo Isakson. "Explicitarlo significa hablar de algo que puede sonar injusto.
Tienen miedo de que se interprete como quiero que estés más conmigo y no tanto con nuestro hijo". Sin embargo, inconscientemente el hombre lo va asumiendo como una carga, "como alguien que lo va alejando de su mujer. Entonces, muchas veces los hombres no quieren que vengan más hijos, o bien no acogen al hijo como padre, se excluyen y la mujer termina potenciando su instinto de cuidado para compensar este sentimiento de abandono", complementa Sergio Barroilhet.
El problema de las mujeres, afirma el especialista, es que
se produce una confusión entre las necesidades del hijo y el vínculo de pareja. "Y la primera intervención que se debe hacer sobre esa pareja es explicarle que su vínculo es lo más importante. Explicarles que, desde el punto de vista antropológico,
la pareja es un hombre y una mujer que se funden en una sola estructura, mientras que la madre con el hijo deben diferenciarse para formar dos individuos separados".
Un segundo distanciamiento de los hombres hacia las mujeres se produce durante la etapa de crianza, especialmente si no han sido capaces de resolver el primer conflicto y además no hay una clara conciencia sobre los roles compartidos.
"A las mujeres les cuesta mucho delimitar los espacios durante el período de crianza. El primer año de vida del hijo se vuelcan a él y los hombres se sienten muy solos. Si ella no ayuda a que él se integre, este primer año es causal de un fuerte distanciamiento", describe la terapeuta de parejas Paula Vergara, del Instituto Neuropsiquiátrico de Chile (INC).
¿Cómo puede una pareja aprender a delimitar espacios propios y para los niños? Según la especialista, hay que tener un cierto horario delimitado para los hijos. "Plantearse: de las nueve en adelante este espacio es de nosotros.
Como hay menos espacios de intimidad, ir una vez a la semana a caminar, a comer, ir a ver a un amigo, nutrirse de la pareja. Lo que yo siempre trabajo con las mujeres cuando tienen este conflicto de no poder desprenderse de los hijos, es explicarles que hicieron una elección anterior a la de los hijos, y esa elección fue con su marido, quien se supone las acompañará hasta el final, mientras que los hijos se van a ir.
No es que haya que abandonar a los hijos, pero tampoco descuidar la relación de pareja. Hay que intentar un equilibrio".
Ese espacio para la pareja no sólo debe ser físico, sino también necesariamente tener una intimidad emocional.
"Puedes llevar al niño todo el fin de semana donde los abuelos e irte a la playa, pero puede no haber espacio de pareja porque hay tensión en la intimidad. Por eso es importante entender que construirlo no significa sólo excluir a los niños. Hay un espacio sicológico que no necesita de tantas maniobras para compartir con la pareja, sino con el compartir la intimidad personal", ejemplifica Pablo Isakson.
El mutismo de los hombres
"Me siento solo en la relación", es la frase más habitual que los terapeutas escuchan de labios de los hombres, especialmente después del comienzo de la maternidad de sus mujeres.
"Los hombres aún están entrenados para no expresar sus emociones, entonces les cuesta mucho trabajo pedir cercanía emocional. Y como no saben hacerlo, terminan descalificando a sus mujeres, relacionándose de manera más corrosiva, cuando lo que está pasando en realidad es que sienten pena por sentirse abandonados", grafica Pablo Isakson.
Pero la queja, advierte el sicólogo, no aparece de improviso, sino que se devela a partir del reclamo femenino.
Son ellas las que se quejan de que su pareja ha caído en el mutismo, está poco motivado para tomar decisiones dentro de la familia y de la propia pareja, lo que finalmente las hace sentir excluidas. "La maternidad pudiera estar generando una exclusión mutua, un círculo vicioso donde no se tiene muy claro quién comienza primero. Por un lado,
los hombres tienen la sensación de ser excluidos de esta diada tan vital que es la pareja, por lo que reaccionan con el mutismo. Y las mujeres, al sentir este mutismo, se sienten también excluidas, lo que es muy corrosivo para la relación", sostiene Isakson.
La clave para superar este conflicto está en no culparse mutuamente, sino entender cuál es la causa de esta reacción de ambos y poner los sentimientos sobre la mesa. "De lo contrario se forma una resistencia pasiva que da la sensación de que ninguno de los dos está presente, y eso sí que es dañino".
Otra queja que evidencian las mujeres respecto de los hombres, generada a partir del mutismo,
es la incapacidad de los hombres para ser ejecutivos en sus decisiones. "Por lo general, durante el pololeo y el primer tiempo del matrimonio, estos hombres pudieron haber sido muy independientes y resueltos, pero llega un momento en que se convierten en un hijo más, dejan sobre los hombros de la mujer el peso de todas las decisiones", explica la terapeuta Paula Vergara.
. Pero muchas veces son ellas mismas las causantes de esta actitud masculina, al excluirlos conciente o inconcientemente del proceso de crianza y de mantención del hogar, por no creerlos lo suficientemente capaces de llevar a cabo esta labor.
Responde Pablo Isakson: "A la mujer se le está pidiendo que sea todo terreno, que lo haga todo, que trabaje, que estudie, que sea una excelente mamá. La exigencia es muy grande. Entonces, darse permiso para pedir ayuda es muy difícil. En vez de pedir ayuda, exigen, descalifican, se burlan, y eso hace que los hombres se replieguen y se vuelvan menos ejecutivos en sus decisiones. Esto ocurre especialmente en las parejas que tienden a juntarse de manera competitiva. Pensemos en el siguiente escenario: la guagua está llorando, la mamá está desesperada tratando de tranquilizarlo. Llega el papá y la tranquiliza. Eso intimida a la mujer". Por eso, para salir adelante de ese conflicto es bueno explorar los dos lados, dónde está compitiendo la pareja. "Porque lo más importante es lo que construyen - una casa, un buen pasar económico, o la crianza del hijo- y no quién gana", concluye.