Escucharla hablar de su profesión con la pasión que lo hace sólo confirma los méritos que le valieron el galardón. De hecho, cuando cuenta detalles de los arduos 8 meses que dedicó al reportaje sobre el imán o sheik Reda Shata la imagen que se viene a la mente es la de una reportera autoexigente, ordenada, sensible, paciente y muy comprometida.
Andrea Elliott partió como reportera en “The Miami Herald”, luego de estudiar periodismo en la Universidad de Columbia, donde se graduó primera en su clase. En ese periódico debió cubrir desastres naturales, crímenes, problemas de inmigración e incluso el polémico recuento de votos en la elección presidencial de 2000.
Después se fue a la Gran Manzana donde continuó como reportera de ciudad para “The New York Times”, hasta que se dio la oportunidad, últimamente, de sumarse al equipo de investigación.
-¿Qué te llevó por la senda del periodismo? ¿Alguien de tu familia te impulsó?
“Tenía 15 años y estaba en el colegio sin tener idea qué quería hacer con mi vida, cuando un día se presentó la oportunidad de trabajar en el diario de los estudiantes. En la primera reunión me asignaron un tema y con esto me sentí liberada; me dije ésta es la mezcla perfecta de desafíos para mí. Soy una persona de mucha curiosidad, me encanta observar a la gente y me encanta escribir, así que enganché con esto. Me dio una licencia para entrar en la vida de las otras personas y después poder escribir sobre ellas (lo dice con una sonrisa). Desde ese momento tuve claro que quería ser periodista”.
Narra que al tiempo de haber entrado a la universidad descubrió el cine documental y estuvo un tiempo importante en esa área. De hecho, en Chile trabajó como productora en terreno para la serie “La tierra en que vivimos” y en Estados Unidos, escribió y co-dirigió el documental “It´s all good”.
“Al fin del día regresé a mi primera pasión, el periodismo escrito”, afirma.
-Partiste como reportera de calle, ¿tuvo algo de especial esa etapa, porque es de mucho sacrificio?
“Uno pierde control de su vida. Mis primeros años en periodismo fueron muy importantes para mi desarrollo profesional. Estaba cubriendo crimen y noticias en Miami, una ciudad que nunca duerme. El día que empecé a trabajar en el Herald, vino un huracán. Después, la historia de Elían (el niño cubano cuya madre murió en la balsa, camino a Florida), el recuento de votos en la elección presidencial, al asunto del ántrax.
“Todo era sin parar y aprendí mucho. Esos aprendizajes se aplican en todos los niveles de periodismo que vienen después, cuando uno va asumiendo otros cargos, a lo mejor, menos histéricos, más calmados, enfocados por más tiempo en un sólo reportaje en vez de estar sacando tres al día. Los mismos instintos se aplican y además, me convencieron de que siempre hay que estar ahí. Eso es lo primero, hay que ir, llegar al lugar; no recuerdo una vez en que me haya arrepentido por no ir”.
-¿Te gusta mucho la adrenalina que te produce eso?
“Es muy adictiva, pero también es agotadora. Si uno está en un trabajo muy demandante por mucho tiempo necesita un cambio de ritmo; eso me pasó cuando cubría crímenes de noche en Miami, llegó un momento en que ya no podía ver un cuerpo más en la calle, ni más sangre”.
-¿Te consideras trabajólica?
“Sí (y se ríe), no hay duda”.
Aquí, Andrea hace una confesión; reconoce que nunca se siente satisfecha con lo que consigue o escribe y siempre tiene “hambre” por hacer algo mejor. “Uno se puede perder fácilmente en eso y mi desafío más grande es salir de un reportaje diciendo ya tengo bastante información, mucha más de la que nunca voy a poder usar y al mismo tiempo sabiendo que nunca voy a entender eso perfectamente", dice. Quizás esto explica que, además del Pulitzer, tenga otros 11 reconocimientos de otras entidades.
-¿Eso hace que nunca te puedas desconectar? Que mientras te haces un café al desayuno estés pensando en el reportaje.
(Se demora) “Yo vivo mucho con mis historias, especialmente cuando estoy en el proceso de escribir. Muchas veces me he olvidado de bajarme en la estación del Metro correspondiente porque estoy re-escribiendo un pasaje en mi cabeza; la gente me mira pensando que estoy loca, porque voy en la luna editando una frase que no funciona.
"Creo que no soy diferente a otros periodistas, creo que hablo por muchos de ellos que se sienten consumidos por sus historias”.
-¿Te gustaría bajar el ritmo? Quizás un cargo de editora, en el escritorio.
“Nunca diré nunca, pero lo que amo más que nada es reportear, me encanta estar fuera de la oficina, en el mundo”.
-Nosotros decimos ‘paren el mundo que me quiero bajar’. ¿Tú no?
(Se ríe con ganas) “No, estoy feliz con este ritmo de la vida”.