La baja de la natalidad en Chile es preocupante. Las cifras indican que nos encontramos bajo el nivel de la tasa de reposición de la población, concretamente en un 1,96 %, cuando el límite está puesto en el 2%.
Todos expresan su preocupación por ello, debido a que en muy pocos años –a más tardar el 2020-, la población chilena mayor de 60 años será igual o mayor a la menor de 15 años y ello redundará en una alta demanda a los sistemas previsionales y de salud.
Ya hay muchos estudios sobre la mesa que explican el fenómeno, que se registra a nivel mundial. Casi todos apuntan al ingreso de la mujer al mercado laboral, la escasa conciliación entre el mundo del trabajo y la paternidad y, obviamente, a la aplicación de políticas de control de la natalidad.
No obstante, otros han querido ir más al fondo. Según una encuesta elaborada por el Programa de Políticas Públicas de la Universidad del Desarrollo dos variables aparecen como preponderantes a la hora de decidir tener más o menos hijos: la calidad de educación que se les pueda ofrecer y el tiempo disponible para cuidarlos.
Durante el seminario “Baja de la natalidad, ¿qué hacemos?", organizado por esa casa de estudios, María Paz Lagos, encargada del programa políticas públicas y familia graficó lo anterior en cifras: un 56% de los chilenos afirma que tendrá el número de hijos que pueda educar; un 51% suma a esto el tiempo que disponga para cuidarlos, mientras que sólo un 7% reconoce que también influye el hecho de contar o no con ayuda doméstica.
La educación es, según los expertos, el factor que en Chile determina la movilidad social y por ello, estos datos son acordes con el hecho de que sean los sectores medios los que más planifiquen su familia.
Sin embargo, no pasa lo mismo en los sectores altos, porque teniendo ellos mejores posibilidades económicas para dotar de buena educación a sus hijos, son quienes registran la tasa de natalidad más baja, de un 1, 2%.
El economista Rodrigo Cerda confirmó las tendencias anteriores con el siguiente cuadro referido a la cantidad de hijos por mujer dependiendo el cuartil educacional de ellas. En el cuartil de educación más baja, en el 2002, el promedio de hijos era de 2,67; en el cuartil siguiente (II) es de 2,41; en el cuartil III es de 2,01 y en el IV cuartil, o sea, el más educado, alcanza sólo 1,78 hijos por mujer.
Otro dato interesante es el aumento que ha sufrido el costo de la educación en Chile medido en variación del IPC. Entre 1986 y 2003, la educación aumentó su precio en más de dos veces.
María Paz Lagos planteó que los chilenos parecieran ampararse en el concepto “hijos de calidad”, es decir, pocos, pero bien educados ya sea por recursos o tiempo.
¿Y qué pasó con el 'Dios proveerá'?
Con los datos sobre la mesa, la psicóloga Pilar Sordo y el abogado Álvaro Ferrer refutaron las razones por las cuales los chilenos dicen tener hoy menos hijos que en el pasado, considerando que en 1950, el promedio de hijos por mujer era de 5,4.
Pilar Sordo no trepidó en señalar que los argumentos esgrimidos –educación y tiempo- más parecen excusas. Para ella, la explicación está más bien en una cuestión valórica que denota una falta de amor y confianza en la vida; una falta de generosidad y entrega.
Según ella, las parejas de hoy están convencidas que la felicidad se compra y es cara y por lo tanto, antes de tener hijos hay que tener una casa, un auto, una carrera, un post grado, viajes. “Sólo cuando esto cambie va a cambiar la sensación de vértigo, de riesgo que implica tener hijos”, dijo.
En la misma línea se planteó Álvaro Ferrer, quien aseguró que la generación de los 35 años ha postergado la decisión de tener hijos o ha decidido no tener muchos hijos por razones que parecen muy loables, pero que en el fondo son excusas.
Indicó que las parejas jóvenes argumentan que desean ser padres responsables, pero ello es sólo una intención y como tal no basta. “Se habla de prudencia, pero se trata más bien de ausencia de riesgo y complicaciones”, afirmó.
Ferrer manifestó que entre los jóvenes hay un ansia de seguridad (trabajo estable, pareja estable, situación económica estable), pero ello se traduce en una falta de disposición de apertura hacia la vida.
“La educación de calidad no es una causa eficiente de la felicidad de las personas”, sostuvo y agregó que sólo en familia y especialmente en familias numerosa es donde se aprende a vivir la generosidad, entrega, austeridad, caridad. “Por ser prudentes se transforman en pusilánimes”, dijo.
“Para tener hijos se necesita generosidad y correcto sentido de la responsabilidad, no más metros cuadrados, más doctorados”, concluyó.
¿Qué hacemos?
La pregunta no tiene una respuesta fácil. Antes de poder decidir sí se adoptan o no políticas públicas, según el economista Osvaldo Larragaña, del PNUD, hay que definir por qué se desea tener una tasa de natalidad más alta, una mayor población y cuáles son las causas que motivan los índices.
Indicó que se pueden adoptar medidas de conciliación del trabajo remunerado con la paternidad como proveer servicios públicos de cuidado de los hijos, flexibilizar los permisos paternales y la jornada de trabajo (en Chile la mujer todavía trabaja en promedio 44 horas semanales), pero estas son medidas caras.
También se puede avanzar por el camino de los incentivos monetarios como las asignaciones directas, la liberación de impuestos, los subsidios o el mejoramiento de la calidad de los servicios.
E igualmente se pueden adoptar medidas para favorecer la seguridad económica, ya que la vulnerabilidad es un factor que determina la decisión de tener hijos.
El sociólogo Eugenio Guzmán, sostuvo que todas las medidas anteriores –políticas de bienestar social- siguen sin asegurar un aumento en la tasa de natalidad o sus impactos pueden no ser significativos por lo que es conveniente preguntarse si tener hijos compite con otros bienes de consumo como viajes o post grados.