A lo largo de su experiencia profesional, el siquiatra Hernán Montenegro ha visto que han cambiado los escenarios sociales y culturales chilenos, pero los mismos conflictos familiares siguen repitiéndose. Casi como un patrón inamovible. Por ello decidió reunir los más frecuentes en un libro que acaba de publicar, y que bautizó precisamente como "Problemas de Familia" (Editorial Mediterránea).
El profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Santiago y del Instituto de Terapia Familiar de Santiago quiso, sin un afán pretencioso, sistematizar los conflictos familiares desde una mirada global para que las familias entiendan cómo por ejemplo, los problemas sexuales de la pareja impactan en las relaciones familiares, o cómo detrás de un mala relación con los hijos suele esconderse una enorme falta de afectividad. "A riesgo de simplificar diría que detrás de la gran mayoría de los problemas familiares está el tema de los afectos, que incluso cerca del 90% de las consultas tiene que ver con déficits de este tipo, porque sin duda la percepción de no sentirnos queridos es la que más nos hace sufrir".
En su libro distingue seis grandes problemas que se producen durante el ciclo de vida familiar, al mismo tiempo que plantea su convencimiento de que cada familia tiene el potencial para resolver por sí misma gran parte de sus conflictos. "Lo que podemos hacer los especialistas es aportar en una suerte de coaching o empoderamiento de las personas para que ejerzan su rol parental y conyugal". Por eso, de una manera amplia repasa no sólo los problemas, sino también estrategias de prevención.
El desacuerdo en la forma de disciplinar a los hijos
Es una de las situaciones más frecuentes de conflicto entre los padres, y que a la vez impacta a los hijos, pues éstos se sienten culpables de ser la causa de las discusiones. Según Montenegro, lo que provoca el problema es el enfrentamiento de dos estilos de educar que no logran un punto intermedio. "La pareja, en vez de converger, van polarizando sus posiciones, uno hacia la permisividad y el otro hacia el autoritarismo, y muchas veces lo hacen no porque están convencidos de que tiene que ser así, sino por compensación del otro".
El siquiatra cree que muchas veces detrás del desacuerdo se encuentra el temor a decir no a los hijos, "que lo que produce es reforzar el poder de la generación joven para oponerse a las normas y dictados del adulto". La situación se ve potenciada por las culpas de los padres por dedicar poco tiempo a sus hijos, "la que es aliviada permitiéndoles cosas que de otra manera no harían". Plantea la importancia de establecer límites como única vía de solución. "Múltiples factores influyen en la eficiencia de la autoridad parental y, ante todo, el acuerdo entre padre y madre en tres asuntos fundamentales: qué le vamos a permitir a nuestro hijo, qué no le vamos a permitir y qué haremos cuando transgreda las reglas".
La dificultad para negociar y definir roles entre la pareja
Según el siquiatra, vivimos un modelo de transición en que aún coexisten patrones 5tradicionales de estructura familiar con otros modernos. "Al no existir un modelo de normalidad para ser imitado por la pareja actual, el gran desafío es desarrollar nuevas habilidades para crear su propio modelo". Entre los acuerdos que se necesita negociar están, por ejemplo, qué tiempo asignar a la relación padres-hijos y a la de pareja, y en qué orden; a qué hijo atender primero y por cuánto tiempo, etc. "La tarea es difícil, pero no imposible, y muchas veces genera conflictos debido a la lealtad primaria irracional con la familia de origen.
Cada uno se incorpora a la familia con su mochila y dice a mí me educaron de esta manera entonces, yo replicaré este modelo porque estoy convencido de que es bueno".
Hay etapas más críticas en la definición de roles, como cuando la mujer se siente con más tiempo libre porque los hijos crecieron, y decide retomar su trabajo, o cuando hay mucha disparidad en el desarrollo emocional y afectivo de los miembros de la pareja. Otro factor que complica la definición de roles tiene relación con la pugna por quién tiene el poder dentro de la pareja y la familia, lo que se termina "en una competencia permanente de quién tiene la razón, quién manda en cualquier cosa, en el desautorizar al otro delante de los hijos, en rebatir casi por principio lo que el otro dice, sobre todo delante de terceros". Un factor conciliador en la negociación es el que los interlocutores se consideren pares. "Aquí no puede haber uno más sabio o más maduro o más sano síquicamente. Hay quienes han comparado la familia con el mundo de las empresas. Y la necesidad de constituir una "sociedad parental y conyugal" es indispensable en el mundo que nos toca vivir".
La causa más común de consulta: falta de comunicación
A estas alturas, es casi un cliché hablar de falta de comunicación dentro de la familia, pero para el siquiatra Hernán Montenegro es un problema real y extremadamente común. Y aclara que le interesa desmitificar el concepto, porque comunicarse no es lo mismo que conversar. "Hablamos para ser escuchados, pero lo que decimos y lo que escucha el otro es distinto, porque detrás está la interpretación. Muchas veces escuchamos lo que queremos escuchar, y eso bloquea la comunicación".
Plantea que algunas veces la familia es tan desligada que simplemente no hay espacios para comunicarse. "Cada uno vive su vida independiente sin hacerse demasiado caso. Los hijos tienen que caer en conductas disruptivas y riesgosas para que el sistema acuse recibo de que algo pasa".
En el otro polo e igualmente disfuncionales son las familias aglutinadas, que ante cualquier mínima sospecha de un problema acuden a un especialista. "Si hay uno con problemas, todos viven angustiados. Conversan, porque están muy juntos, pero no necesariamente se comunican. Crían niños tímidos, inseguros y con pocas habilidades sociales". Una forma privilegiada de comunicación con los niños es el juego y no la conversación, como suelen preferir los adultos. "Otro momento de intimidad es antes de dormir. Los niños suelen revelar asuntos importantes que les tienen preocupados y es cuando están más dipuestos a contar algo".
Falta de tiempo familiar
A Montenegro le impacta escuchar con mayor frecuencia de lo que quisiera a los hijos decir "mi padre no me conoce". "Para conocer a alguien hay que dedicar tiempo a esa relación, y el tiempo compartido en familia es una forma concreta de demostrar el amor que sentimos por los otros".
A diferencia de los otros problemas, éste no es reconocido por los miembros de la familia, y rara vez es motivo de consulta, "pero tiene enorme relevancia para la calidad de vida familiar". Lo que atenta contra ella es el estilo de vida actual, que implica largas jornadas laborales, "sin mencionar lo complicado que resulta para algunas personas obtener permisos para cuidar a un hijo enfermo. A esto se suma una sociedad marcada por el indivualismo. Diría que hoy el núcleo fundamental de la sociedad no es la familia, sino el individuo".
Según el siquiatra, hay tiempos de convivencia familiar intransables, como la comida familiar. "No debería ser pospuesta, porque para estrechar los lazos con los hijos se necesitan espacios de interacción".
Manejo del dinero
Los problemas relacionados con el dinero suelen estar ligados con los roles dentro de la familia. "Un mayor riesgo de conflicto se da cuando ambos trabajan, por el símbolo de poder que implica el dinero. Otro problema es simplemente no hablar del asunto platas porque se considera que se está poniendo en tela de juicio la confianza y honestidad del otro".
Montenegro señala que relacionado con este tema se encuentra la necesidad de diseñar un proyecto de vida en donde se compatibilicen las expectativas y valores de los miembros. "Esto va a determinar la calidad de vida a que puede aspirar la familia; supone explicitar las metas materiales que se pretende alcanzar, las posibilidades de ahorro, el barrio en que se desea vivir o el colegio al que se enviará a los hijos".
Está consciente de que suele ser particularmente difícil abstraerse de una cultura en que primen el individualismo y el exitismo, "pero el dinero no satisface las necesidades emocionales de los miembros de una familia".
Problemas sexuales
Si el tema de la sexualidad es tabú en la sociedad, Montenegro señala que lo es aún más al interior de la familia. "Por eso no es de extrañar que aunque es una forma privilegiada de comunicación, se transforme con tanta frecuencia en una fuente inagotable de conflictos". Y no se refiere sólo al acto sexual, sino a todo lo que ocurre cuando se establece una relación entre personas de distinto sexo. Para ejemplificarlo, habla del "romance familiar". "Es normal que el niño se "enamore" de su madre y llegue incluso a decirle que quiere casarse con ella. La niña por su parte experimenta este romance familiar hacia el padre.
Estos triángulos amorosos suele desvanecerse cuando los niños tienen 5 o 6 años, pero una resolución no adecuada puede reactivarse durante la adolescencia. Así, pueden darse interacciones en que la madre o el padre vuelca todas sus energías afectivas sobre el hijo o hija, mientras el otro se siente excluido, lo que afecta la relación con el hijo".
Por otro lado, evidentemente los problemas en la pareja también repercuten en la familia: "Un conflicto en esta área trasciende y genera distanciamiento afectivo, frustración, penas y rabias, ya que la sensación de rechazo que se siente por parte del otro no es gratis para la armonía de los miembros".
Decálogo de una familia
Hay ciertos consensos entre los especialistas en que las siguientes variables de alguna manera ayudan a que una familia viva con agrado.
-Los límites generacionales están delimitados del tal manera que la estructura jerárquica es clara y definida. Los padres son padres y no hermanos ni hijos de sus hijos.
-Los hijos no son utilizados para resolver problemas conyugales ni involucrados para hacer alianzas para algunos de los adultos.
-Los padres están bien diferenciados como adultos y tienen una identidad definida con sus respectivas familias de origen: así mantienen una lealtad mayor con su familia actual que con su familia de origen.
-Hay expectativas realistas de los padres en relación con sus hijos y entre ellos.
-Primero se es pareja y después se es padre. Esto significa cuidar y privilegiar el espacio conyugal sin dejarlo invadir por los hijos.
-Se estimula el desarrollo de la identidad y autonomía de cada uno de los miembros de la familia. Existe espacio para el crecimiento de todos y se fomenta la independencia gradual de los hijos aceptando sus diferencias.
-Existe una cohesión, intimidad y sentido elevado de pertenencia que se nutre al expresarse constantemente el afecto y la calidez de sus miembros, cultivando además el sentido del humor.
-Existe una comunicación abierta, franca, directa y explícita para tratar cualquier asunto, distinguiendo entre sentimientos y conductas. No existe miedo al conflicto ya que es inherente a las relaciones interpersonales. Se acepta que las diferencias entre los adultos son sólo eso y no hay una visión mejor que la otra, o una verdadera y otra errónea. Esto permite desarrollar pautas de complementariedad que posibiliten a cada uno de los cónyuges ceder parte de su individualidad para lograr un sentido de pertenencia y de lo "nuestro".
-La familia posee la flexibilidad para adaptarse a los cambios que son propios del ciclo de vida familiar y las contingencias que deparan el vivir.
-Existe la posibilidad de mantener relaciones abiertas con personas extrañas a la familia, tales como parientes, amigos, compañeros.