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“Estoy muy contento en Chile y no me arrepiento de nada”

26 de Noviembre de 2007 | 18:18 |
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Alto (1,84 metros), corpulento (pero no excesivo para poder volar por los aires), moreno y de rasgos varoniles y arábigos, Marko Zaror Aguad le hace honor a su ascendencia palestina.

Nació el 10 de junio de 1978 en Santiago y desde pequeño, su mamá (Gina), instructora de karate y cinturón negro, lo llevaba a sus entrenamientos y así fue adquiriendo una inminente pasión por las artes marciales.

Ya de adolescente y mientras estudiaba en el colegio Craighouse, era cinturón negro en karate y tae kwon do y a los 18 se convirtió en campeón nacional, ganando medallas de oro por estas disciplinas. También formó parte de la selección nacional.

-¿Por qué, si siempre estuviste tan inserto en el mundo de las artes marciales, decidiste al egresar del colegio estudiar ingeniería comercial?
“Entré por lo que la gran mayoría de los chilenos va a la universidad; porque hay que estudiar algo, aunque no estés ni ahí, pero si no lo haces no serás nadie. Es una realidad lamentable pero es la de muchos. Quise entrar a la universidad menos cabezona (la desaparecida Las Condes) y que estuviera al lado de un gimnasio para que cuando no me gustara la clase pudiera entrenar. Eso fue lo primero en que me fijé para elegir la universidad. Imagínate, esa era mi mentalidad. Yo sabía que no iba a ser feliz, pero tenía que hacerlo, porque así funciona el sistema y no podía ser rebelde y tuve que asumirlo. Alcancé a estudiar un año, hasta que me fui a Méjico”.

-¿En ese minuto ni te imaginabas que terminarías haciendo películas de acción?
“Siempre supe que me quería dedicar a las artes marciales de alguna forma. Pensé en competir o en tener una escuela. Pero acá es difícil vivir del deporte e ingeniería es lo más fácil para tener un negocio. Pensaba que me serviría para algo en la vida. Jamás imaginé que podría hacer cine. Ahora ha cambiado mucho la cosa pero antes hacer cine en Chile era casi imposible, un sueño”.

-¿No te llamaba la atención estudiar teatro?
“En Méjico, en Televisa y en L.A. tomé muchos cursos. Siempre estoy preparándome como actor sobre todo cuando tengo un proyecto más definido y debo preparar un personaje específico. Acá no he podido encontrar un lugar ni he tenido mucho tiempo. Pero allá hay muchos talleres que te preparan para el cine. No pensaba estudiar una carrera pero sí tomar talleres”.

-Tu mamá karateka debe chochear con tus logros.
“Está súper contenta, mi papá y mis hermanos también. Imagínate que ella me llevaba desde súper chico a los entrenamientos... Le encanta, pero ya no practica, sólo hace yoga”.

-¿Extrañas tu vida en L.A.? Mal que mal viviste más de seis años allá.
“Sí, a mí me gusta la vida en L.A. hay hartas cosas que echo de menos. Pero estoy muy contento acá. No me arrepiento de nada de lo que he hecho y quizás tenga que volver, no sé. Igual siempre estoy viajando para allá”.

-¿No te proyectas acá?
“No, cuando estaba allá, recién a los cuatro años empecé a imaginarme que me quería quedar y no alcancé a pensar eso y ya estaba de vuelta en Chile. En esta carrera es difícil definir dónde quedarse”.

-¿Pero no te tira quedarte?
“Es que nunca me he sentido acá. Siempre pensé que después de “Kiltro” me iba a devolver. Después salió “Mirageman” y ahora hay que promocionarla. Pero hay posibilidades de hacer cosas afuera, entonces no sé…”.

-¿Estás satisfecho con lo que has logrado hasta ahora?
“Estoy súper contento y satisfecho con mi vida en general. Ahora estoy pololeando y eso me tiene muy feliz. Estoy tranquilo y me atrevo a decir que no me arrepiento de nada de lo que haya hecho en mi vida”.

-¿Y qué pasa con el pololeo si te vas?
“Ah, me la llevo no más” (risas).

-¿¡Y en qué minuto pololeas si te la pasas todo el días entrenado!?
“Es que eso depende de las temporadas. Hay veces que entreno más de cinco horas, pero otras sólo una horita. Es clave ir variando la rutina porque el cuerpo tiene un poder de asimilación muy grande y se va acostumbrando. Por eso hay que ir alterando la intensidad”.

-¿Y de carrete ni hablar?
“Mi día gira en torno al entrenamiento, entonces casi no salgo en la noche. Especialmente acá en Chile, donde aún la ley del fumadores no es muy efectiva y ¡me carga! Eso es lo que más echo de menos de L.A. De hecho, allá se puede salir todos los días a comer y después quedarse a bailar un ratito y no terminar inhabilitado al otro día. Acá si voy a un evento al otro día me siento mal con tanto humo de cigarro. Soy muy selectivo con los carretes, no me voy a sacrificar para entrenar al otro día”.

-¡Pero allá hasta salías de juerga con el mismísimo Leonardo Di Caprio!
“Ah, pero es que eso allá es normal, todos los famosos viven ahí. A él lo conocí por su hermano y un tiempo salíamos con más amigos. Pero no pude seguirle el ritmo. Al principio me dio mucha curiosidad todo ese mundo, venía recién llegando y me sorprendía por la vida que llevaban, tan loca y diferente a lo que uno conoce. Pero eso me duró súper poco. Fue justo después de que él filmara “Titanic” entonces era una etapa en que estaba todo el día saliendo, mucha fiesta y vicios pero a mí después no me dio más el cuero”.

-¿Hablando de vicios, tienes alguno… privado?
“No sé si será muy fome la respuesta pero es que no tengo vicios, sólo que soy fanático del chocolate, pero ¡de forma impulsiva!”

-¿Y puedes comer chocolate? Me imagino que debes llevar una dieta bien estricta.
“Es que dentro de mi dieta, que es bien estricta, trato de controlarlo. Me dejo un día a la semana para poder comerlo, porque de verdad, me fascina. ¡Me supera!” (dice riendo y moviendo la cabeza de un lado a otro).
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