Después de 20 años, hace poco María Olga Fernández vendió todas sus pertenencias en Miami y arrendó la casa en la que vivió con su ex marido y sus tres hijos. Tras 30 años de matrimonio con Francisco de Pablo, resolvieron la separación y el proceso ha resultado fuerte y difícil.
Hace un mes que tiene casa en Santiago –estuvo alojada donde una hermana- y se la ve moverse como si nunca hubiera partido.
Estupenda, se ríe del hecho que ella no ha necesitado hacerse ninguna estiradita y muestra con gran soltura las arrugas de la cara, que son bien pocas para sus 55 años.
-La decisión de volver está muy ligada a la crisis que viviste…
“Sí, muy ligada a mi separación…”
-Pero, ¿qué te decidió finalmente?
“Entender que mi matrimonio se había terminado, aceptar eso, mirar todo lo lindo que viví con mi marido y ver que el sentido que tiene mi vida es estar más con los míos. Ahora estoy sola, porque los niños están, cada uno, en un estado distinto –la María José en California, la Andrea en Nueva York y Panchito en Miami- y no tenía sentido quedarme en Miami.
“Me pregunté qué hago yo acá si toda mi familia, amistades, están en Chile. Acá estoy llena de cojincitos”.
-¿Y es un regreso definitivo?
“No, en mi vida nada es definitivo. Por el momento estoy poniendo un ancla, con cadenas, o sea, levantarla tan rápido no va a poder ser”.
-¿Y eso es porque, a pesar de que te adaptaste a Miami, igual añorabas Chile?
“No es que… añoraba esta cosa de sentirme en casa, que ante cualquier problema que yo tenga no me siento huérfana”.
-Y en Miami, a pesar de estar 20 años, ¿siempre te sentiste extranjera?
“No extranjera, pero tenía a mi marido y a mis hijos; y a mis amigas, pero no son las amigas de la vida entera, las personas con las cuales te vas a vaciar. Encontré muchas buenas amigas, maravillosas, que cuando digo voy, me ofrecen casa donde quedarme, porque ya no tengo donde llegar.
“Si no me acostumbro o estoy en otra, a lo mejor, vuelvo a Miami o me voy a Europa, anda saber qué me tiene deparado el destino. Lo lógico es que me quede aquí”.
-¿Hemos cambiado mucho como para que no te acostumbres?
“No, además he estado viniendo cada cierto tiempo. Todos los cambios han sido paulatinos.
“He escuchado mucho que el chileno ha cambiado; que está menos hospitalario, más ensimismado, que tiene mucho menos tiempo, pero es entendible. Yo no lo he sentido, pero llevo un mes… ahora, cuesta encontrarnos”.
-¿Fue mucho más difícil tomar la decisión de partir el ’86 con toda la familia, con niños chicos, un marido dispuesto a acompañarte?
“Los dos estamos expectantes, ver nuevos horizontes y recibir un cheque en blanco en nuestras vidas. Pancho fue un puntal fantástico, no siento que me siguieron porque él iba con sus proyectos”.
-Pero fue un desarraigo.
“Sí, pero con la excitación de tener que afiatarnos como familia, de que no nos teníamos más que a nosotros. Fueron etapas muy bonitas y difíciles. La María José tenía 9 años y es la mayor”.
-¿Cuáles fueron los costos que pagaste entonces?
(Piensa un poco) “Todavía no he sacado la suma para la resta. No me atrevería a decir qué es lo que he pagado”.
-¿No será un costo tener a tus hijos repartidos por el mundo?
“No creo, porque… a ver, físicamente no los tengo así (se acurruca), pero somos un clan. Hablo por Skype tres veces al día con cada uno. Vengo recién llegando, quizás va a ser un costo, pero versus qué; la María José ha hecho una preciosa carrera gracias a la partida”.
-La Cote es actriz (ha participado en una sinnúmero de series de TV americanas y en Broadway). ¿Sientes que influiste en su vocación?
“No, nunca manifestó interés por ir al set; de la noche de la mañana ella empezó a cantar con un talento maravilloso y la descubrieron en la preparatoria, por lo que la llevaron a grabar. El colegio la encausó para que ingresa a un college como “Fama” y después entró a una muy buena universidad de teatro musical”.
-¿Qué te provoca que ella esté metida en el medio?
“La María José es fuerte, y sabe exactamente el terreno que pisa, no se cree el cuento. Creo que aminoras mucho el golpe si no te lo crees, ella sabe que esto es por ahora. Está trabajando para que sea más largo, sigue preparándose porque es como hormiguita, estudiosa, responsable, pero sabe que esto se le puede ir en cualquier momento. Tiene cabeza, la veo bien encaminada… igual no la puedes proteger”.
-Profesionalmente estás dispuesta a reinventarte y en lo personal lo estás haciendo después de un terremoto como es un divorcio…
“Separación”.
-¿Qué hay en ti que te tiene de pie?
(Se emociona) “Ganas de vivir, sentir… soy un poco como esos monos porfiados que le pegan y pegan y se enderezan. No sé que es lo que hay, tengo ganas de sentir que cada día es importante… es amor a la vida, tengo la sensación que si te dejas caer te puedes morir de pena. Algunas veces me ha costado mucho más que otras levantarme”.
-¿Tu próximo proyecto es ser abuela?
“Ayyy, sí, no tengo ningún miedo de serlo, ojalá, pero tampoco los quiero apurar, no quiero ninguna sorpresa” (se larga a reír).