Recién acaban de terminar de pagar las cuotas del PC que los ladrones se llevaron.
A sus 33 años, Soledad Urzúa no puede negar que su vida dio un “giro en 180 grados” después de que la banda los asaltara y hoy, con sus hijas ya de 4 y 2 años, repasa los duros momentos.
“Mi vida era tranquila antes del asalto, era -entre comillas- normal; sin muchos sobresaltos. Estábamos con Gonzalo echando para adelante el proyecto que era formar nuestra familia, trabajando, encerrados, quizás, en nuestro propio mundo, criando a mis niñitas, feliz en mi casa nueva”.
-¿Y la delincuencia te era ajena?
“Sí claro, sabíamos que existía, pero no nos había golpeado”.
-¿Cuánto cambió tu vida después de ese momento?
“Un ciento por ciento. Gonzalo siempre ha sido más inquieto que yo, con una responsabilidad social mucho más desarrollada y busquilla en ese sentido. Yo estaba más centrada en lo mío y al pasar eso, se me abrió el mundo.
“Es una contradicción terrible, pero el asalto ha sido beneficioso… o sea, no el asalto en sí, sino que la manera cómo con Gonzalo y mi familia lo hemos enfrentado. Eso ha sido enriquecedor; el habernos hecho responsable de esto nos ha hecho crecer cualquier cantidad como seres humanos. Conocer otro tipo de realidades también”.
-¿Trataron de rescatar lo positivo?
“Obvio, lo más positivo y de alguna manera empatizar con una realidad que estaba ahí y a la cual mucha gente se hace la sorda y la ciega. Cuando empezamos con la ONG yo partí re tímida, pensando que cuando estuviera funcionando volvería al pincel, pero me he visto cada vez más involucrada… viene una víctima, te pega un apretón y se va algo mejor para su casa lo que hace que te sientas más ligada”.
-Tu forma de enfrentar la vida tiene que haber cambiado. ¿La sientes más frágil, la vives temerosamente?
“No, al contrario, creo que el miedo es el mejor amigo de la delincuencia. No tengo para nada miedo, al revés, me siento mucho más valiente para enfrentar la vida, mucho más segura. Antes también lo era, pero era más personal, en cambio ahora es más responsable para con los demás”.
-¿Pero no debe ser fácil olvidar la imagen de una pistola en la cabeza de tu hija?
“Sí, pero trato ya de no verla. Ese es el motor que me mueve. Sé que la fragilidad de ese momento provocó un daño, pero me siento sanada a través de lo que hemos hecho.
“Sé que fue terrible y estoy preparándome para cuando la Adelia enfrente miedos en la vida, porque me han dicho que los va tener aunque tuviera 8 meses, el tema es que no va a saber la causa de su temor… voy a tener que estar ahí. Es algo que les tocó vivir y lo mejor es enfrentarlo bien, el tema de la delincuencia no les va ser nunca ajeno. Creo que hemos salido fortalecido, pero más que nada también por el descubrimiento de muchas personas”.
Continúa: “Me hubiera gustado no vivirlo, que la Adelia nunca hubiera estado en riesgo de muerte y que no me la hubiesen quitado de los brazos e intentado matarla, o que la Paloma, también, aunque estaba durmiendo, no nos hubiese visto como nos vio en los días posteriores, fueron terrible y a ella la dañaron… pero despertar a esta realidad, por último, ha sido bueno. Hemos podido hacer algo”.
-¿Esta ONG te ha reparado mucho más que los 12 años de cárcel que le dieron a tus asaltantes?
“Sí, mucho más. Creo que ellos, lamentablemente, tienen que estar en la cárcel, dañaron a 5 familias. El único que quedó libre, el “Banano”, lo pillaron en Ñuñoa en un asalto igual de violento que el mío y le harán el juicio pronto. Cuando dieron la sentencia cerré el capítulo; el juicio es sanador, por eso les transmitimos a muchas víctimas que quieren testificar detrás de un biombo o caracterizarse que es mejor hacerlo de frente, de cara, los alentamos porque esa es la oportunidad para repararse, con la verdad se puede hacer ver el daño que provocaron. Uno sale liberado”.
-¿Qué necesitas hoy?
“Creo que, en lo personal, estoy tranquila, que el tema está solucionado. Estoy muy involucrada con este proyecto, me gustaría poder sacar adelante las ideas que tenemos, no sólo que la defensoría sea una realidad, sino que haya un marco reparatorio para las víctimas. Siento que me sané, pero me da impotencia que haya tanta gente dañada dando vuelta… quizás eso es lo que me falta, ver que podemos ayudar a más, abarcar más, pero con calidad”.
-¿La alegría no se pierde? ¿Ni la felicidad?
“No, en algún momento sí, pero ya veo como algo lejano el asalto. Fue ultra duro, nos remeció el piso en todo el sentido de la palabra con Gonzalo, pero, de alguna manera, cuando uno enfrenta las cosas, de cara, con valentía, sale a la larga beneficiada. Uno crece”.
-¿Volviste a pintar después del asalto?
“Traté, pero no pude, porque me salían imágenes muy relacionadas y no quiero compartirlo con más personas; quiero sanarme en el sentido expresivo porque para mí la pintura es color. Sigo haciendo clases para no perder el vínculo, pero no estoy pintando, cuando tenga algo que transmitir, como las víctimas reparadas, voy a hacerlo. Yo voy más por una pintura positiva, por la belleza y lo que viví no tiene nada de bello”.
-¿Esa fue una pérdida?
“Sí, de alguna manera, pero siento que en algún momento la voy a recuperar. Este es un paréntesis, la voy a retomar de todas maneras”.