Treinta años lleva la sicóloga Carmen Luz Méndez realizando terapias de pareja. En estas páginas analiza cómo llegan a su consulta ("con una sensación de impotencia, por un dolor que no han podido subsanar por ellos mismos"), y en qué momento los da de alta ("cuando el humor y la capacidad de reírse de ellos mismos aparece de manera natural"). Además, asegura que "el porcentaje de parejas que se separa después de la terapia es bajo, porque están motivados por resolver sus problemas".
11 de Enero de 2008 | 09:41 |
Llegada: La sensación de impotencia
Lo más interesante de la terapia de parejas, según la terapeuta Carmen Luz Méndez, es darse cuenta de que los mundos de cada matrimonio son muy únicos. "La interacción de dos personas distintas da una resultante que es absolutamente personal. Por eso es sumamente difícil hacer generalizaciones.
Pero, podría decir que es común para todas las parejas que lleguen a la consulta con un dolor que no han podido resolver por ellos mismos. Es una sensación de gran impotencia respecto de algo que los está haciendo sufrir".
Lo que les provoca el terremoto puede ser un problema puntual, o un tipo de interacción dañina que en algún momento se les intensificó y se les escapó de las manos, como sería el caso de una pareja que llega a consultar por las peleas. "Es posible que dentro de su relación éstas hayan sido algo usual, pero en algún momento algo pasó que la intensidad de esas discusiones aumentó y se produjo un dolor distinto. Ellos se dan cuenta de que tienen un problema, no sólo porque los dos están pasándolo muy mal, sino porque tienen la sensación de haber intentado salir de aquello sin éxito y ya no encuentran los recursos para hacerlo. Se dan cuenta de que si la situación sigue así, pueden llegar a la separación".
Generalmente es uno el que empuja más por asistir a una consulta; al otro le cuesta más aceptar. Pero en el momento en que llegan ya lo asumen como algo compartido. Según la experiencia de Carmen Luz Méndez, el tiempo que se demoran en consultar también varía mucho. Sin embargo, en las situaciones de infidelidad, usualmente la petición de ayuda es a los pocos días de que ésta se descubre o unos meses después. "Es inmediata cuando la persona a la que le fueron infiel siente que el mundo se acabó y que, sin ayuda, no pueden seguir juntos; son meses después cuando la pareja hace el intento por sí sola de salir adelante y no puede". En este caso, usualmente el que empuja la consulta es la persona que fue infiel. Lo que tiende a suceder es que quien ha sido víctima de infidelidad, aunque quiera seguir con la relación, cada cierto tiempo siente que le vuelven la angustia, la inseguridad y la rabia. "Dice que perdonó, pero en realidad no es así. Entonces, el infiel siente que ya no le quedan herramientas para reparar y construir".
Pero la mayoría no llega por situaciones de infidelidad, sino por las peleas; por desconexión en la pareja. Esta desconexión se puede expresar de muchas maneras. Es un sentimiento de indiferencia, de inseguridad respecto del amor al otro.
"El problema es que hoy día se le pide mucho a la relación de pareja; cada miembro espera que el otro sea todo: amante, amigo, cómplice, que sea inteligente, bueno para conversar, buen socio. Y, por otro lado, la vida de las parejas cada día es más difícil, porque ambos trabajan, la mujer se preocupa además de los hijos; el hombre llega tarde del trabajo; entonces, la posibilidad de tener momentos exclusivos como matrimonio es difícil. En resumen, como cada día los momentos son más pobres y, por otro lado, las expectativas son cada día más altas, se genera necesariamente una frustración. El hombre piensa que la mujer está siempre con los niños y no tiene interés en él, y la mujer piensa que a su marido sólo le interesa el trabajo y que nunca está disponible para compartir. Cada uno empieza a sentir que el otro lo quiere menos, que están viviendo una vida plana. En este mismo sentido, muchas parejas creen que hacer vida familiar es hacer vida de pareja, pero no es lo mismo".
Terapia: Los principales problemas que surgen
Según la experiencia de Carmen Luz Méndez, en las respuestas a sus preguntas se genera una conversación que facilita la reflexión respecto de cómo quieren vivir su vida y cómo quieren relacionarse como matrimonio. "Lo que también los ayuda es el hecho de que en la terapia sienten que no corren el riesgo de meterse en interacciones conflictivas. Porque si la conversación empieza a descontrolarse, el terapeuta los ayuda a bajar el nivel de intensidad".
La soledad: La terapeuta explica que uno de los principales dolores de las parejas es la sensación de soledad. La mujer siente que a su marido no le interesa saber qué le pasa a ella. Por otro lado, el hombre siente que en sus escasos espacios de disfrute, la mujer saca un listado de cosas pendientes para reprocharle, por lo que empieza a arrancar. Como resultante se acaba la posibilidad de compartir, generándose la sensación de soledad. Dice también que las parejas no distinguen los muy diferentes espacios en que ellos existen: Como padres y socios tienen que hablar del manejo del dinero, de los proyectos de la casa, de las vacaciones, de los niños y los colegios. Pero eso es muy distinto al espacio íntimo de pareja, al pololeo: reírse, pelar, hablar de uno mismo, pasarlo bien, hacer el amor. El no distinguir estos dos mundos hace que se vayan perdiendo los espacios de intimidad, por lo tanto, la complicidad.
Por otro lado, señala que el énfasis que se le pone a la familia en nuestra cultura es tan feroz, que las culpas frente a los hijos son demasiado fuertes. "Jamás se dejan espacios para ellos solos. ¿Tener cinco horas seguidas para ellos solos una vez al mes? Jamás".
La tensión por el trabajo: Otra dinámica que entorpece mucho la relación es que aunque la mujer trabaje fuera de la casa, eso no significa que el hombre comparta las labores, lo que genera mucha tensión. "En teoría, no hay machismo, pero en la práctica, sí", señala la terapeuta. Y explica que el hombre tiende a seguir en ese camino tradicional con lo que la carga para la mujer es sumamente difícil.
Pero, asegura, al mismo tiempo a la mujer le cuesta mucho soltar, aceptar que el hombre le haga las cosas. La mujer quiere que el hombre asuma, pero 'a la pinta de ella' y no de él.
Ve como otra fuente de problemas el manejo del dinero. "Pasa con frecuencia que cuando los dos trabajan, la plata de él es para la casa y la plata de ella es sólo para ella. Si los dos están de acuerdo, no hay conflicto. Pero hay muchos maridos que sienten que es injusto. Y se sienten poco hombres al decir: si los dos trabajamos, los dos aportamos. Ahí ves el machismo".
La sexualidad: Según la terapeuta, en nuestra sociedad se habla como si la sexualidad fuera un aspecto independiente de la relación, cuando es una parte integral de la vida de la pareja. Esto, explica, porque la sexualidad es una coordinación entre dos personas para pasarlo lo mejor posible, y eso se logra cuando tienen un nivel de complicidad tal, que les permite decir qué les gusta, qué no les gusta, cómo les gusta y cuándo. Esta coordinación, para ser posible, requiere de hacerse cargo de la diferencia de la respuesta sexual femenina y masculina. La diferencia en la velocidad de la exitación sexual, la mayor o menor integración de la sexualidad, son aspectos que no sólo son desconocidos por la mayoría de las parejas, sino que al desconocerlos los personalizan atribuyéndolos a fallas o limitaciones recíprocas.
La partida: Cuando renace el humor
Según Carmen Luz Méndez, el alta de una pareja tiene que ver con el momento en que ellos sienten que están enfrentando de una manera distinta la relación. Y asegura que el porcentaje de parejas que se separa después de la terapia es bajo, porque están motivados por resolver sus problemas. Sin embargo, hay que tener en cuenta que hay muchos matrimonios que se separan sin haber pedido ayuda.
El cambio más interesante que ella ve es cuando comienza a renacer el humor entre ellos, cuando se comienzan a tomar las cosas mucho más livianamente. "Yo también tengo la libertad de reírme con ellos y de ellos. Es un ambiente que al principio es imposible de lograr, porque todo es dramático', señala.
Y concluye: 'El cambio se produce en las conversaciones terapéuticas, que van haciendo posibles conversaciones distintas entre ellos. Un aspecto central de estas conversaciones tiene que ver con la necesidad de detener las culpabilizaciones mutuas, y hacerse cargo de la responsabilidad personal por lo que ocurre en la relación. Como consecuencia, poco a poco empiezan a sentir que tienen la relación en sus manos, rescatando su complicidad y saliéndose de la guerra'.