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Un pololeo puertas adentro

Porque eso de “de la casa al altar” parece una frase de película muda, en los tiempos que corren son varios los que prefieren compartir una vida de independencia con la pareja antes de pensar en el matrimonio, aunque eso tenga sus contras.

20 de Marzo de 2008 | 15:28 |
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Fueron ocho mil 370 los divorcios que el Registro Civil contabilizó el año pasado, sin contar los meses de octubre, noviembre y diciembre. Bajo esta cifra, no suena tan loca la idea de querer convivir con la pareja antes de dar el “sí”.

Esa es la opción que tomó Lizet (23), que desde hace dos meses convive con Sebastián (24). Luego de siete años de relación, dijeron “¿para qué esperar más?”, y dejaron las comodidades del nido paterno para acompañarse en una nueva etapa de independencia.

“Mi abuela creía que más o menos me iba a vivir en pecado. Al final lo entendió, pero siempre mete el dedito en la llaga y me pregunta que cuándo voy a preparar el matrimonio”, dice Lizet, quien pese a lo incómodo que puede llegar a ser la presión social por apurar el intercambio de argollas frente al altar, dice que hasta el momento le ha ido bien.

Para mujeres como Francisca (25), la convivencia con la pareja significan el paso previo que debe darse antes de casarse, “para probar si funcionaría como matrimonio, antes de firmar cualquier papel”, dice. Por el contrario, Lizet está segura que si se fue a vivir con el pololo, es para casarse.

Sea como sea, ambas coinciden en que basta un breve sondeo para dilucidar los pros y contras de lo que significa comenzar a vivir con un hombre, al que por mucho que se quiera, viene cargado de mañas y conductas masculinas que se pueden convertir en algo insoportable para la susceptibilidad femenina.

Las dos caras de compartir el hogar con él

Dependiendo del nivel de paciencia y del compromiso que cada miembro de la relación quiera asumir, la experiencia podrá ser la mejor decisión que se pudo haber tomado o, por el contrario, un completo fracaso.

Si bien, entre los pro, se encuentran el manejo gasfiteril, tipo “maestro chasquilla”, que los hombres suelen tener, al mismo tiempo se caracterizan por estropear el orden y pulcritud de lugares que en el universo femenino deben estar impecables, como el baño y la cocina.

Frases como “dejan la tapa del baño abierta”, “tiran en cualquier parte la toalla mojada y arrugada” u “ocupa los platos y no los lava” son clásicos que varias recriminan con un “si no vas a ayudar a ordenar, no ayudes a desordenar”.

Otro punto a favor de la convivencia, y según las opiniones de varias mujeres, es el hecho de despertar con alguien al que se quiere al lado. “Tienes un beso asegurado, cada mañana”, dice Macarena (23) y “en invierno te ahorras el scaldasonno”, según Francisca. Lo cierto es que el otro lado de este sueño de la luna de miel eterna, muestra noches de insomnio entre la lucha por la frazada, los saltos espasmódicos del hombre dormido, y para qué hablar de los ronquidos.

Lizet está conciente de una verdad: las mañas de Sebastián no van a desaparecer y lo más probable es que aumenten, pero espera que la paciencia no se acabe y aprendan a ceder cuando sea necesario. “Es un compromiso recíproco”, dice.

El decidirse por apostar en la relación y adquirir el compromiso de vivir en pareja significa decirle adiós a las eternas conversaciones telefónicas. Se da la oportunidad de compartir detalles de la cotidianeidad que intensifican el nivel de amistad que un hombre y una mujer pueden llegar a tener y otorga el placer que significa llegar a la casa y encontrar a una persona que nos ama y se alegra de vernos.

Y si además ayuda a no arriesgarse a caer en los miles de divorcios anuales que se registran en el país, parece que la experiencia vale la pena.
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