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Confianzas ingenuas que agreden

28 de Marzo de 2008 | 09:09 |
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El caso reciente de la Corporación del Niño Agredido, que se utilizaba como fachada para obtención de donaciones que no se usaban para los fines declarados, nos ha enseñado que no conviene que la decisión de donar se base en una confianza ingenua, depositada en quienes se presentan con buenas intenciones para realizar causas loables.

La sociedad chilena está demasiado compleja para que corramos riesgos que son serios por sus consecuencias, no solo a los doblemente agredidos beneficiarios, sino también a la fe pública.

Confiar debería significar también preocuparse de indagar en los otros, en las instituciones, pidiendo información por medio de indicadores que puedan dar cuenta de la fiablidad. Mejoran las sociedades si los ciudadanos nos convertimos en usuarios habilitados, que cuidamos la calidad e idoneidad de nuestras instituciones y servidores públicos.

A veces por la admiración que nos provocan quienes hacer obras altruistas o voluntarias, no nos atrevemos a exigir calidad. Nos contentamos con que se haga algo ante los enormes dramas humanos y donamos dinero con ingenua confianza.

Eso no es responsable, porque están en juego los intereses de los más débiles. Las organizaciones, por más voluntarias que sean, no pueden desmerecer en calidad.

Ante el drama humano y la pobreza es necesario dar los mejores servicios a quienes más sufren y carecen. Ellas tambien deben contar con dispositivos de rendición de cuentas, confiables y profesionalizados, para poder demostrar que se desempeñan con niveles y estándares de calidad demostrables, auditables y verificables.

Este escandaloso suceso nos llama a perder ingenuidad y ganar en responsabilidad social. Cuidar el gran capital cultural
de la confianza es tarea de todos. La certificación de calidad de las intervenciones sociales es un paso en esa dirección.
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